Toros

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Toñete y su feliz diluvio universal

El novillero cortó un meritorio trofeo al sexto bajo una tremenda tormenta en Madrid

Antonio Catalán «Toñete» toreando bajo la lluvia de Las Ventas. Foto: Rubén Mondelo.
Antonio Catalán «Toñete» toreando bajo la lluvia de Las Ventas. Foto: Rubén Mondelo.larazon

Las Ventas (Madrid). 14ª de la feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Conde de Mayalde. El 1º, de buena condición pero rajado y sin duración; el 2º, movilidad y repetición, exigente; el 3º, noble pero de poca transmisión; el 4º, noble y repetidor; el 5º, noble; el 6º, de buen juego y justo de fuerzas. Dos tercios de entrada.

Pablo Atienza, de grana y oro, estocada que hace guardia, tres descabellos, aviso (silencio); estocada, dos descabellos (silencio).

Alfonso Cadaval, de corinto y oro, estocada (saludos); estocada, tres descabellos (silencio).

Toñete, de azul y oro, pinchazo, estocada baja (saludos); estocada (oreja).

Toñete lo hizo suave, fácil, sobrado... Como si estuviera de vuelta a pesar de que estábamos ante su presentación en Madrid. No pareció. Luego las cosas no rodaron como deben rodar en Las Ventas. El de Conde Mayalde, que era el antagonista en cuestión, tuvo buena condición, pero anodino, sin sumar en las cuentas, pasaba por allí con nobleza e incluso repetición, pero sin transmisión y las buenas condiciones que mostró el novillero se fueron diluyendo por el camino. Y la espada, que se puso en cruz. Lo del sexto fue un más difícil todavía. Al filo de la épica a cada paso por las condiciones tan adversas que se fueron desarrollando. Cayó la mundial de pronto. La tormenta amenazaba en el horizonte. Pero en cuestión de segundos se resolvió en un diluvio universal que a punto estuvo de convertirse en la tormenta perfecta y acabó en un final feliz. Pasando por la épica. No hubo otra. A Toñete le tocó demostrar sus muchas ganas de ser torero y hacerse fuerte ante las dificultades. En los minutos que fueron desde que salió el sexto novillo por toriles hasta que comenzó el último tercio, el ruedo era un auténtico barrizal que acabó siendo una piscina. No importó. Le llovía sobre la cara casi con la misma intensidad que el entusiasmo. Aprovechó la nobleza del toro, que se dejó hacer, dejó muletazos rotundos por ambos pitones, verticales y con buen concepto y se tiró a matar de verdad. La misma que tuvo todo. El premio fue de oro. Ganado. Y mojado. Dio la vuelta a un tarde que había entrado en desconexión.

Alfonso Cadaval estuvo serio con un segundo que transmitió mucho, porque repetía y tenía carbón. No era fácil. De rodillas comenzó la faena y seriedad imprimió de principio a fin. La pre tormenta comenzó en su faena al quinto, con remolinos de viento, que hicieron muy complicado el toreo. Fue noble el toro, menos mal, pero la faena no acabó de despegar.

La desconexión real había ocurrido en el cuarto. Pablo Atienza se fue a portagayola a ganarse el todo por el todo y fue novillo bueno después de Conde de Mayalde, pero se cortó la comunicación entre las partes y la faena no conectó y pasó con discreción. Firme se había mostrado con un primero que colocaba muy bien la cara, pero se rajó antes de lo deseado. El final feliz fue bajo la lluvia... ¡Qué lluvia! Tormenta tropical.