Presentación

Triunfar en Madrid sabe distinto

Ojeda, en imagen de archivo
Ojeda, en imagen de archivolarazon

Los días antes de torear en Madrid parece que no hay más mundo que Las Ventas. Esos días previos, era una máquina, no pensaba. La preparación era absoluta, a conciencia. La concentración, máxima. Se vive sólo para el toro. Es lo único que pasa por tu cabeza. Ponías mucho cuidado, porque no se podía fallar. En mi época y, a lo largo de la Historia del toreo, cualquier temporada, por muy buena que fuera, si no se redondeaba en San Isidro... No valía de casi nada. Por eso, se pasaba tan mal. Había que arrear como fuera y esa maldita presión no te la quitabas de encima de ninguna manera. Ya podías hacer lo que quisieras... que sólo lograbas disimularla un rato como mucho.

En mi caso particular, los peores momentos llegaban desde que salía del hotel. Ese trayecto por la calle Alcalá abajo hasta el patio de caballos de Las Ventas... Lo pasaba fatal.Tenía su güasa. Pero también compensaba todo ese sufrimiento cuando la subida dos horas y pico más tarde era a hombros después de una gran tarde de toros. No estaba pagada esa sensación tan bonita. Esa ida y esa vuelta eran el equilibrio perfecto para un matador de toros.

Porque no todo es pasar un mal trago en Madrid. El público es muy especial, ese ambiente de las horas previas, cómo viven las corridas de toros, el ambiente, el colorido, el bullicio festivo y entendido del tendido.

De entre todas las tardes que actué en Madrid, quizás me quedaría, sobre todo, con una faena a un toro de Sepúlveda. También cuajé con fuerza a otro de La Quinta. Luego hay otro de Cortijoliva, uno más de Terrubías... Faenas para mi recuerdo en una plaza que no es comparable a ninguna otra. Triunfar en Madrid sabe distinto.