Toros

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Triunfo amable de Manzanares y gran faena sin espada de Cayetano en Burgos

Manzanares fue el encargado de pasear la primera oreja de la feria, aunque la faena merecedora del trofeo no fue tampoco nada del otro mundo

El torero José María Manzanares, que cortó dos orejas, da un pase con la muleta a uno de los de su lote durante el primer festejo de la Feria de San Pedro y San Pablo / Efe
El torero José María Manzanares, que cortó dos orejas, da un pase con la muleta a uno de los de su lote durante el primer festejo de la Feria de San Pedro y San Pablo / Efelarazon

Manzanares fue el encargado de pasear la primera oreja de la feria, aunque la faena merecedora del trofeo no fue tampoco nada del otro mundo.

Ficha del festejo

Toros de Luis Algarra, bien presentados pero muy justos de fuerzas y descastados. El mejor, el sexto.

Curro Díaz, de azul cielo y oro: media y descabello (silencio); y metisaca y estocada baja (silencio).

José María Manzanares, de nazareno y oro: buena estocada (oreja); y estocada (oreja).

Cayetano Rivera, de azul rey y azabache: pinchazo hondo y tres descabellos (silencio); y dos pinchazos y estocada (gran ovación).

En cuadrillas, Iván García saludó tras dos grandes pares de banderillas al sexto.

La plaza rozó el lleno en los tendidos.

José María Manzanares, con dos orejas, se convirtió hoy en el primer triunfador de la feria de San Pedro y San Pablo de Burgos, un éxito menor por culpa de la invalidez de la corrida de Algarra, y con la que, en cambio, destacó la gran faena de Cayetano al sexto, sin rúbrica con la espada.

Manzanares fue el encargado también de pasear la primera oreja de la feria, aunque la faena merecedora del trofeo no fue tampoco nada del otro mundo, sobre todo, por falta de enemigo propicio, un toro sin fuerza alguna, de lo más claudicante, pero al que el alicantino logró sujetar a base de temple y mucho mimo a media altura a lo largo de una labor bien acogida por los tendidos.

La gran estocada con la que se quitó del medio al de Algarra fue crucial para la concesión del apéndice.

Igual de facilona fue la oreja que obtuvo del quinto y que le permitió así abrir la Puerta Grande. Fue éste otro toro sin nada dentro con el que Manzanares volvió a ejercer de enfermero a lo largo de otra labor desaforadamente comunicativa con los tendidos, que vibraron, sobre todo, cuando nuevamente enterraba su tizona en el primer encuentro.

La feria arrancó con el tradicional canto del himno de Burgos, entonado al unísono por todo los tendidos, decepcionados ya de salida con un primer toro de Luis Algarra muy en el límite de todo, que, pese a acudir con cierta alegría al caballo por dos veces, se vino abajo enseguida en el último tercio.

Curro Díaz llevó a cabo una faena tesonera, de querer, mas fue imposible ligarle dos muletazos en condiciones. Frustración total. Silencio en filas tras una media y un golpe de verduguillo.

No mejoró el panorama con el cuarto, otro toro desfondado y remiso a embestir, con el que Curro Díaz volvió a hacer un notable esfuerzo, que, al final, quedó en nada por su desacertadísimo uso de la espada.

Cayetano tampoco tuvo tela para cortar en su primero, otro inválido que apenas regaló nada al madrileño, que totalmente desesperado optó por no darse demasiada coba. No anduvo tampoco demasiado certero con los aceros y su labor fue silenciada.

Lo mejor de la función llegaría al final. El sexto fue el toro con más opciones del envío; y frente a él emergió un gran Cayetano que llevó a cabo una entregada actuación, en la que, además de un emotivo prólogo de rodillas, el madrileño corrió la mano con largura y firmeza. La gente vibró más que en ningún otro momento de la tarde. Lástima que lo emborronara todo con los aceros.