Feria de Bilbao

Uceda pasea un trofeo y Tejela pone la profundidad

Feria de San Isidro. Desigual corrida del hierro de Fuente Ymbro, que sustituía al encierro de La Dehesilla, en Madrid

Uceda Leal, en un derechazo al primer toro de la tarde del que cortó una oreja
Uceda Leal, en un derechazo al primer toro de la tarde del que cortó una orejalarazon

- Las Ventas (Madrid). Decimoctava de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro, en sustitución de la corrida anunciada de La Dehesilla, desiguales de hechuras, en general muy aparatosos de cara. El 1º, encastado y al límite de rajarse; 2º, deslucido; 3º, noble y de buen juego; 4º, malo y peligroso; 5º y 6º, deslucidos. Tres cuartos de entrada en los tendidos.

- Uceda Leal, de burdeos y oro, buena estocada (oreja); estocada, dos descabellos (silencio).

- Curro Díaz, de rosa palo y oro, estocada (silencio); metisaca, estocada (silencio).

- Matías Tejela, de teja y oro, media estocada, aviso, tres descabellos (saludos); media estocada, tres descabellos (silencio).

Fuente Ymbro entró a capón pasado este ecuador de San Isidro. Los seis. La corrida completa para sustituir a la anunciada de La Dehesilla. Y por toriles salieron toros despampanantes de pitones, una exageración fue el lote de Uceda Leal, uno y otro, el que abrió plaza cumplía sin tapujos aquello del metro de pitón a pitón, qué bárbaro. Si éste era el primero, qué no llegaría después. La corrida tuvo de todo, y alguno, como el cuarto, y como viene ocurriendo en esta feria, reflejo de lo que está pasando en el campo bravo y con distintas lecturas, a punto de cumplir los seis años. Una mayoría de edad, que le enviaría directo al matadero o a las calles, pero no a las plazas de toros. Pues desfilan por Madrid. El cartel de ayer era el de la veteranía, el torero más joven, Matías Tejela, había pasado ya los once años de alternativa. Y eso dio un poso a la tarde por momentos, a pesar de que no siempre fue fácil ni sobre todo clara. Era cartel para aficionados.

A favor del fuenteymbro

Uceda Leal abrió plaza y paseó el primer y único trofeo de la corrida. Tuvo movilidad el toro y mejor todavía anduvo Uceda con él en los comienzos, todo a favor para que el de fuenteymbro sacara lo bueno. Y así fue, al límite de rajarse, y al natural el madrileño cosió tandas de trazo largo y en línea. Viajaba el toro con cierta largura por ahí y duró más de lo que parecía en un principio el animal. Así, el torero se tiró a matar a fe y como es clave en él, el espadazo fue de nota. Paseó un trofeo. En frío se antojaba excesivo, quizá la vuelta al ruedo hubiera dado en la yema.

En el cuarto partía con esa Puerta Grande a medio abrir, pero el fuenteymbro se la cerró de un portazo a fuerza de pitonazos. Qué barbaridad. El cañón con la espada nos dejó más liviano el trago, ni un pase acabó por tener el toro, que tenía como su primero un espanto por delante (de cara) también.

Feo fue el tercero y con él se desmonteró Jesús Romero después de arriesgar con los palos. Otero en el sexto se hizo aplaudir a rabiar y también recogió ovación. Pero eso llegó al final. En ese tercero, Matías Tejela volvió a Madrid con la sobriedad de su toreo, el clasicismo, asentado, con más fe en el toro de lo que vislumbrábamos en el tendido y así a fuerza de creer fue haciendo una faena que alcanzó la mayor gloria en tres o cuatro derechazos soberbios. Muy despacio, barnizados de esa cadencia que gusta hoy y lo seguirá haciendo mañana. Ahí sí crujió Madrid. Ahí no hubo dudas. El toreo tenía cimientos eternos, ante un toro de buen aire, que se desplazó en la tela, con el fuelle justo, pero la intensidad la puso Tejela con los fogonazos a derechas. La espada no entró. Eso no se puede elegir, pero a un torero con tantos sanisidros a sus espaldas, en esa cruz le iba la vida. Y no fue. Otra vez. Poco claro y reservón resultó el sexto. Imposible caminar así en Madrid.

Montoliú se desmonteró en el segundo de la tarde. Lo de Curro Díaz fue un lote maldito. Si su primero tuvo media arrancada de dudosa fogosidad, el quinto era ese medio toro que iba y venía, que ni fu ni fa. Y eso, aquí, en Las Ventas, es sinónimo de ruina.