Feria de San Fermín

Un plus de dificultad añadida

David de Miranda y Joaquín Galdós salen a hombros tras lidiar una deslucida novillada de Guadaira

Joaquín Galdósn en imagen de archivo
Joaquín Galdósn en imagen de archivolarazon

Algemesí, quinta de feria. Novillos de Guadaira, muy bien presentados pero deslucidos y de poco juego.

David de Miranda (de gris perla y azabacheo), pinchazo y estocada, oreja; pinchazo y entera, oreja.

Joaquín Galdós (de grosella y oro), pinchazo y estocada, oreja; entera oreja.

De las cuadrillas destacaron Raúl Adrada y Jesús Aguado. Lleno.

Además de la ya de por sí no pequeña dificultad de vérselas con un encierro con volumen, cuajo y hechuras de corrida (hubo novillos, segundo y tercero, que parecían toros si no con todas las de la ley, la edad, sin ir más lejos, sí con todos sus atributos) y, encima, poco juego, sin entrega, desconfiados y a la contra, por si fuese poco, los novilleros actuantes en la quinta entrega de la Feria de las Novilladas tuvieron que lidiar con uno de los grandes enemigos del torero: el viento. Sobre todo tras la merienda, en la segunda parte del festejo. La ventolera levantaba capotes y muletas y molestó mucho a los novilleros, que, sin embargo, en todo momento, echaron ganas y valor.

David de Miranda se enfrentó a un primer novillo distraído y sin especial fijeza y al que se le pegó muy fuerte en los dos puyazos que le propinaron. Se mostró muy firme con él en el último tercio, aguantando sin pestañear las dudas y parones de un astado que ni humilló ni se empleó y que acabó dándole una voltereta cuando se adornaba en el tramo final de su faena. También estuvo muy valiente y tesonero con el manso tercero, que llegó muy aplomado a la muleta y que repartió arreones y tarascadas... De Miranda volvió a quedarse muy quieto en otra faena de muy largo metraje en la que se mostró incansable.

El primer novillo de Joaquín Galdós se puso pronto a la espera y sólo la insistencia del peruano le permitió sacar, al final de su quehacer, sacar muletazos de buen trazo.

El por entonces ya fuerte viento le impidió estar más a gusto con el que cerró plaza, puede que el mas bonancible y con mayor grado de manejabilidad de la tarde. Pero su trasteo, asimismo extenso, pecó de insulso, sin llegar a prender en el tendido si no muy a última hora con los adornos y desplantes finales. La fulminante estocada con que puso fin a su quehacer fue clave para poder salir a hombros.