San Sebastián

Una fiesta sin fiesta

Roca Rey corta una oreja en la primera de San Sebastián a un deslucido encierro de Zalduendo

Roca Rey dando un pase por la espalda en San Sebastián
Roca Rey dando un pase por la espalda en San Sebastiánlarazon

Roca Rey corta una oreja en la primera de San Sebastián a un deslucido encierro de Zalduendo

San Sebastián. Primera de la Semana Grande. Se lidiaron toros de Zalduendo, desiguales de presentación y con distintas hechuras. El 1º, flojo y deslucido; el 2º, bis, noble y repetidor; el 3º, de buen aire pero sin fuerza; el 4º, deslucido; el 5º, complicado; el 6º, manejable y de poca duración, muy a menos. Dos tercios de entrada.

- Morante de la Puebla, de verde botella y oro, pinchazo, estocada punto atravesada, dos descabellos (silencio); tres pinchazos, estocada baja (bronca).

- Roca Rey, de teja y oro, pinchazo, estocada corta (oreja); estocada trasera, tres descabellos, aviso (silencio).

- Ginés Marín, de grosella y oro, tres pinchazos, estocada (saludos); media estocada, descabello (saludos).

Se guardó un minuto de silencio por la muerte de Iván Fandiño.

Ocurrió de pronto todo a la velocidad inversa a la que estábamos acostumbrados. Se nos había ido el tiempo en la parsimonia de Morante y en ese segundo toro que perdió lo poco que tenía y volvió a corrales sin ninguna prisa. Anunciaron el sobrero y antes de que saliera de toriles, ¡cómo no! se corrió turno con el zalduendo que tenía que haber salido en quinto lugar. Y como si nos atrapara la máquina del tiempo y nos estrujara, nos devoró la rapidez entonces. El turno de Roca. El momento Rey. Hubo toreo de capote. Variado, Singular. Apostando siempre el torero peruano. Reñían la cantidad y la calidad. Quitó Ginés Marín. Replicó Roca con un ¡ay! tan generalizado como innecesario. Hay riesgos que no suman. Y los corazones hay que cuidarlos. Propios y ajenos. Repitió con nobleza el ejemplar de Zalduendo. Cinqueño el toro, buen cómplice en la faena de Andrés. Que sumó pases para dar y regalar. A derechas e izquierda. Ocurría todo. Rápido todo. Firme todo. Animoso todo. Festejaba el gentío. Caeremos pronto en el olvido. Un pinchazo y una media honda. Y un trofeo. Seguíamos pues. Y lo que no supimos hasta tiempo después es que había sido nuestro momentos de gloria.

La corrida de Zalduendo no estuvo a la altura. Dispar en presentación. Tres corridas distintas en una. Ni por dentro ni por fuera tuvo aquello razón de ser. Tormento de mis amores esta fiesta nuestra.

Le tocaba el turno a Ginés Marín. Era tarde para morder con Roca Rey y Morante en el cartel. El tercero tuvo muy buena condición pero la fuerza bajo mínimos. Colocaba bien la cara, bien abajo y quería en la distancia. Lo tenía casi todo menos el fondo para hacerlo con ímpetu. Aun así le salió la faena de Marín ligada, en el centro del ruedo, donde igual más le costaba al toro sacar lo que tenía, y remató con unas bernadinas milagrosas. La espada no acompañó.Y en la misma dirección se evaporó el triunfo.

A Morante le vimos hacer el paseíllo de buenas maneras. Y poco más. Nos duró poco la ilusión con el primero, con el que hubo réplica de quite de Roca Rey, picado el orgullo, y hasta ahí pudimos leer. Bajo de raza y fuerza el toro el primero. Deslucido el cuarto. Bronca del público. Inédito el torero.

Con el que vino de sobrero se las vio Roca en quinto lugar. Más feote el toro. Un puñal izquierdo y resabiado a sus cinco años. A la espera, midiendo y parándose a mitad de camino si era necesario. No se lo puso fácil a Roca Rey. No hubo material para el festín ni para celebraciones que le permitieran salir de Illumbe triunfal, seguimos con la cubierta cerrada, aviso a navegantes el calorcito donostiarra bajo techo. No se demoró demasiado aunque se le atravesó más el acero. Endemoniado cuando quiere.

Mantuvimos la fe con el sexto hasta el final. Por lo que pueda pasar. Toro terciado y justito de todo para Ginés Marín. Mal le sentaron las cercanías y a la vuelta de las primeras tandas, desistió el toro y se paró casi en seco. Como la tarde que en verdad se había quedado a velocidad de crucero. Y no por el tiempo, más bien por las emociones. Con un arrimón buscó la conquista entre los donostiarras. Un trofeo. Una oreja de Roca Rey. Como un sorbo de agua para el sediento. No más. La fiesta había comenzado. Pero una fiesta sin fiesta.