Bilbao

Urdiales se reencontró y triunfó

Puerta grande del riojano que vuelve a salir a hombros con un toro de vuelta e importante actuación de Ginés Marín

El diestro Diego Urdiales sale por la puerta grande de la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbao
El diestro Diego Urdiales sale por la puerta grande de la plaza de toros de Vista Alegre de Bilbaolarazon

- Bilbao. Quinta de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Alcurrucén, desiguales de hechuras y presentación. El 1º, apagado; el 2º, muy bueno y premiado con la vuelta al ruedo; el 3º, malo y orientado; el 4º, deslucido; el 5º, sobrero de la misma ganadería, sin humillar y complicado; el 6º, complicado. Tres cuartos de entrada.

- Morante de la Puebla, de verde botella y oro, tres pinchazos, media (silencio); pinchazo, dos pinchazos hondos defectuosos, (bronca).

- Diego Urdiales, de berenjena y oro, estocada (dos orejas); pinchazo, media, tres descabellos (silencio).

- Ginés Marín, de azul cielo y oro, pinchazo, estocada (saludos); media, descabello (vuelta al ruedo).

Matías soltó los dos pañuelos a la vez, como si no le costara. Los dos y la vuelta al ruedo al toro "Atrevido". Las dos orejas para Diego Urdiales justo un año después de la eclosión del toreo, de aquella tarde en la que nos partió por la mitad, es el peaje que tienen las emociones cuando son verdaderas (algunos tardamos meses en recuperarnos, volver a cuadrar la cuadrícula, resituar al bien y el mal y volver a vivir con normalidad en la vulgaridad reinante). Y ocurrió que de pronto, volvió a pasar, sin alcanzar las cotas inalcanzables por otra parte de aquel histórico día, pero el toro de Alcurrucén embistió limpio, no tan por abajo, sí profundo y con entrega (a pesar de que salió ligero del caballo en la segunda vara). Había que buscárselo después en la muleta, no lo regalaba, como no lo regala este encaste casi nunca, cada uno es como es. Y Urdiales toreó a placer, fiel a su concepto, en la rectitud, buscando la pureza, la lealtad de las formas con él primero, hacia el toro después, pisando la arena negra de Bilbao como si pesara tres veces su peso real, cimentando su manera de estar para luego crear, creérselo, contárnoslo, convencernos y deleitarnos en algunos momentos. Estructuró la faena con derechazos primero y al natural después, salpicado con un cambio de mano y un pase de pecho, ahora que me acuerdo, porque ese no se olvidará, majestuoso. Torería siempre. La suya, la que le pertenece y un estocadón en la misma yema. Y dos orejas del presidente sin dejar a la gente expresarse. No acaba de estar fino Matías, porque igualó lo inigualable. Y a esos momentos el respeto debe mantenerse infinito. Diego lo volvió a hacer. Una Puerta Grande en la plaza de toros de Bilbao le esperaba. Un empujón a las miserias que se cuecen a la vuelta del ruedo, justo en los despachos. El quinto, bis, que fue sobrero de la misma ganadería, no regaló ni una arrancada para el ánimo. Sin humillar y complicado. Lo intentó Urdiales al amparo de una labor digna. Su recompensa le esperaba después.

Morante pasó cuarto y mitad más de la cuenta por el caballo al primero y luego el animal no se movía... Salió con la espada de matar en el cuarto. Fuera de lugar el sevillano no dejó más huecos a que la bronca fuera monumental. Se les escuchó a los bilbaínos.

Ginés Marín sustituía a Roca Rey, que está fastidiado después de la cogida que sufrió en Málaga. El tercero le hizo una cruz y fue imposible pensar en algo que se acercara, aunque fuera de lejos, al lucimiento, a la defensiva el toro y sin querer pasar. Complicaciones que ni tan siquiera permitían jugarse la vida y que transmitiera. Todo quedaba en un sexto. Y el que cerró plaza tampoco fue. El alcurrucén iba con todas las reservas y a la media vuelta quería cazar. Petrificado ante él Ginés Marín, convencido. Era el sitio y la hora. Ni una duda ni un paso atrás. Comprometido, aunque vinieran mal dadas. Importantísimo Marín, convenció al toro, le hizo mejor, y al público le interesó. Meritazo. Una vuelta al ruedo que valió de verdad y esa salida a hombro de Diego. Muchas cosas quedaban atrás. Otras tantas empujaban para adelante.