Feria de San Fermín

Ureña, cornada y toreo, a pesar de Asirón

El diestro sufrió una cornada en el muslo izquierdo de 15 cm. que le llegó al fémur y cortó una oreja al igual que un entregado Román en Pamplona

Ureña siendo cogido por el cuarto toro / EFE
Ureña siendo cogido por el cuarto toro / EFElarazon

Pamplona. Tercera de Sanfermines. Toros de la ganadería de El Puerto de San Lorenzo, bien presentados en general. El 1º, de media arrancada; el 2º, de noble condición y a menos; el 3º, deslucido, sin entrega y rajado; el 4º, extraordinario, con ritmo, nobleza y calidad; el 5º, sin celo y parado; el 6º, deslucido. Lleno en los tendidos.

Paco Ureña, de blanco y oro, estocada (silencio); estocada y herido a la vez, aviso (oreja).

Román, de espuma de mar y plata, buena estocada (oreja); estocada (silencio).

José Garrido, de grana y oro, estocada (silencio); estocada (silencio).

Parte médico de Ureña: «Cornada de 15 cm. en cara interna del muslo derecho con destrozo muscular y que alcanza la cara anterior del fémur».

Asomaba la cabeza Asirón, o lo que es lo mismo, el actual alcalde de Pamplona. Uno de esos cargos que se olvidan que son públicos, primero por el ejercicio caprichoso de su función, y porque un día se irá. Asomaba, decíamos, el gran Asirón, por grande en tamaño, no crean, por presidencia de una corrida de toros y le pitaban. Le increpaban. La verdad es que se hacía raro. Como insultante incluso que el tipo estuviera allí, el mismo que pocos días atrás sembró la polémica al tirar ya la idea de unos sanfermines con encierros, pero sin toros. Los mismos que venía hoy a presidir. Asquete del bueno. Esa es la verdad. Se removieron las entrañas después. Cuando ocurrieron cosas. Las cosas que no se dan en la vida política ni se dirimen en los despachos ni en la suciedad de las mentes que no alcanzan amplitud de miras.

Paco Ureña durante la faena de muleta, ayer, en la tercera de Sanfermines

Nos sobrevino de pronto después de una faena exquisita a un toro soberbio de El Puerto de San Lorenzo. El cuarto de la tarde. El divino cuarto, que tuvo ritmo, nobleza y calidad en las telas de Paco Ureña, que puso y supo disfrutarlo en una faena extensa y gozada. Fue regalo envenenado, porque se la tenía guardada después, en el momento en el que la moneda se lanza al aire de verdad, a pesar de que en Pamplona siga la fiesta y en muchas plazas sigamos a lo nuestro. Lo suyo fue una suerte suprema en la que el toro recibió la estocada y el torero una cornada seca en el muslo que rompió a sangrar abundante y oscuro. Se mantuvo Ureña en el ruedo, a pesar de que nos encogía el corazón hasta que le vimos irse a la enfermería. El primero y su cortedad en la embestida le puso en más de un apuro. Con un trofeo y otra cornada saldó su paso sanferminero y un cargamento de arrestos.

Román da un pase de pecho, ayer, en Pamplona

Román esperó al segundo con el capote a la espalda como si nada. En la otra punta el toro. De Pamplona. Verdad más verdad igual a Román. De rodillas después. Queriendo siempre. Tuvo buena clase el toro, a pesar de que duró poco y se tiró a matar como una vela para llevarse la primera oreja. Sin opciones antes un quinto parado y sin celo.

Rajado fue el tercero con el que poco pudo hacer José Garrido, en una faena larga pero sin lucimiento. El toro no humillaba ni se entregaba. Y el sexto tampoco dejó muchos huecos al lucimiento de José Garrido que estremeció en la manera de echarse, de manera literal, en la manera de echarse encima del toro al entrar a matar. Los toreros se llevaron el reconocimiento. Pamplona bullía, a pesar de Asirón.