Ferias taurinas

Ya está aquí el otoño (caliente)

Borja Jiménez y Fernando Rey salen a hombros con lotes distintos de Cebada Gago

El novillero malagueño Fernando Rey
El novillero malagueño Fernando Reylarazon

En la plaza de toros de Algemesí, sexta de feria. Se lidiaron cuatro novillos de Cebada Gago, serios y con volumen y de juego desigual. El mejor fue el cuarto. Lleno en los tendidos

Borja Jiménez, de celeste y oro, entera (oreja); entera (oreja). Fernando Rey, de hueso y plata, entera (oreja); media (dos orejas).

Casi coincidiendo con la llegada del otoño traspasó su ecuador esta Feria de las Novilladas. Y lo hizo con los ánimos caldeados y los nervios en tensión. El impertinente y consentido ataque antitaurino de la noche anterior, boicoteando uno de los festejos nocturnos -un espectáculo musical- e intentando atentar contra la plaza ha provocado un malestar general entre los vecinos de Algemesí que ni se explican cómo se puede consentir esto ni cómo en la mayoría de los medios de comunicación se ha tergiversado el suceso, presentando a los atacantes como víctimas.

Los acontecimientos de Tordesillas y la inoportuna, populista y aprovechada intervención del secretario general del PSOE ha envalentonado a los antitaurinos y puesto en jaque a una ciudad que no se mete con nadie y lo único que pretende es disfrutar de sus fiestas sin que cuatro indocumentados vengan a enturbiarlas.

Menos mal que en el ruedo hubo notas de interés en la sexta función del abono y se pudo ver a un novillero, Borja Jiménez, con oficio, sitio, manos y conocimientos de sobra. Argumentos que explican que sacase todo lo que tuvo su primer novillo, a la defensiva y acobardado desde que se hizo presente en la arena y al que despenó de una gran estocada que lo tiró sin puntilla. Con su segundo, que se frenaba y no se empleó nunca, anduvo bullidor y entusiasta, sobreponiéndose a la tremenda voltereta que se llevó al rematar de rodillas y en mal sitio su recibo capoteril. Con la muleta volvió a estar fácil y listo a la hora de matar.

También se vio a un buen novillo, el cuarto, que salvó el honor de la ganadería por su brava pelea en el caballo y su generosa entrega en el último tercio, permitiendo a Fernando Rey un muy extenso trasteo de corte eminentemente derechista, con muletazos largos y limpios, bien dibujados y efectivos. Al natural no hubo entendimiento y si el novillero se llevó dos orejas el astado debió ser premiado con la vuelta al ruedo. Pero en el palco nadie se enteró. El tercero tomó tres puyazos en un único viaje al peto y se quedó corto en la muleta. El malagueño, más preocupado de componer la figura que de llevar toreado a su oponente, permitió numerosos enganchones y desarmes en una labor en la que hubo muchas dudas y tiempos muertos, pero que remató con un gran espadazo que le valió una oreja.