Opinión

Los bancos y los bolsillos profundos

La caballería monetaria de los bancos centrales ha organizado un despliegue espectacular de sus efectivos y coordinado para defender la solidez de las entidades financieras

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en una de las sesiones del Foro de Davos
Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en una de las sesiones del Foro de DavosDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Martin Wolf, gurú del «Financial Times», escribía hace unos días, quizá como «boutade», que «los bancos están diseñados para fracasar. Y así lo hacen». Los episodios del Silicon Valley Bank y Credit Suisse, con el susto del Deutsche Bank al fondo, parecen darle la razón. Ahora, el objetivo de gobiernos y autoridades financieras a uno y otro lado del Atlántico es generar confianza y evitar, si es que es posible, que vuelvan a repetirse episodios como esos. La «caballería monetaria», en forma del Banco Central Europeo (BCE), que preside Christine Lagarde, la Reserva Federal (FED) que encabeza Jerome Powell y los países, como Suiza entre otros, con «deep pockets» –bolsillos profundos–, se han puesto a ello. Hay mucho en juego. Hace unas semanas, la mayoría de analistas discutía sobre cómo de intensa sería la recuperación de la economía. «Ahora –apunta «The Economist»– están preocupados por si el colapso del banco americano y el rescate del suizo, porque ha sido rescatado, pueden desembocar en una nueva recesión. Es lo que explicaría el despliegue espectacular y coordinado de la «caballería monetaria», primero en Estados Unidos, pero casi al mismo tiempo en la eurozona. Christine Lagarde y su equipo, incluido su vicrepresidente, el español Luis de Guindos, se prodigan desde hace una semana en apariciones y declaraciones para confirmar la solvencia y la liquidez de los bancos y para descartar problemas adicionales, sobre todo después del desplome –y posterior recuperación– de la caída de la cotización del Deutsche Bank, provocada en teoría por una operación sobre seguros de impagos que desató los nervios.

El BCE en Europa y la FED en Estados Unidos se van a encargar de que no falte dinero, ante las dudas de que haya problemas de liquidez. Isabel Schnabel, alemana y miembro del Comité Ejecutivo del BCE, aunque defiende la ortodoxia, avanzó en Nueva York que habrá más que una cierta alegría monetaria hasta 2029 y que, en ningún caso, el balance del BCE –el dinero que circula– volverá a la situación anterior a 2008, al principio de la Gran Recesión. Casi al mismo tiempo, Philip R. Lane, también miembro del Comité Ejecutivo, en un entrevista en «Die Zeit», ampliamente difundida, explicaba que «la historia de la banca nos enseña que es muy importante mantener la confianza. No tenemos ninguna razón para creer que surgiría un problema importante. Sin embargo, si lo hiciera, el BCE podría responder». El holandés Frank Elderson, también del consejo del BCE, interpreta una melodía, letra incluida, muy similar: «El sistema bancario de la zona euro es sólido y resiliente. Además el BCE está preparado y dispone de las herramientas necesarias para dar liquidez al sistema si fuera necesario». Es el mismo mensaje que repite en España el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos. Tanta coincidencia ni puede ser ni, por supuesto, es casual.

La «caballería monetaria» está más que movilizada y espera que su sola presencia visible aleje el peligro que, en esta ocasión, se llama «corridas bancarias», expresión que se utiliza en la jerga financiera para describir las salidas de depósitos de los bancos provocadas por el temor de los clientes de que las entidades no puedan hacer frente a sus compromisos. «Los problemas en el sector financiero tienden a venir de lugares inesperados, con implicaciones sistémicas en apariencia bastante pequeñas», afirma un documento del Instituto Elcano elaborado de urgencia sobre la quiebra del Silicon Valley Bank y sus ondas expansivas por los economistas Enrique Feas, Miguel Otero-Iglesias, José Juan Ruíz, Federico Steinberg, Ernesto Talvi y Jorge Tamames.

La tormenta bancaria, en vísperas de la Semana Santa, que también se celebra –aunque menos– en el mundo anglosajón de los mercados– ha amainado. La duda es si será una tregua o no. En cualquier caso, lo ocurrido tendrá efectos casi inmediatos. En primer lugar, un cerrojazo del crédito, también del hipotecario, y además tendrá un impacto en la economía, mientras los bancos intentan estar en posiciones de más liquidez, por si acaso. Y si hay más problemas, algo que nadie desea, al final entrarán en acción los llamados «deep pockets» –bolsillos profundos–, expresión inglesa que describe a personas, empresas y gobiernos que tienen recursos abundantes –en lo más profundo de sus bolsillos– para atender a los imprevistos. EE UU y Suiza han recurrido a esos «bolsillos» con sus bancos y Alemania lo haría si, por ejemplo, el Deustche Bank sufre más. Otros países no podrían hacerlo. Ahí está la diferencia, que no es baladí, más allá de la «boutade» de que «los bancos están diseñados para fracasar» de Wolf.

La reforma de la financiación autonómica quedará pendiente para otra legislatura

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, muy próxima en teoría al presidente Sánchez, ha explicado que la obligada y necesaria reforma del sistema de financiación autonómica, toda una patata caliente para cualquier Gobierno, quedará para la próxima legislatura, gobierne quien gobierne. La ministra presume de haber reducido el déficit de las administraciones públicas, pero el de las comunidades, las más endeudadas de la OCDE, se multiplicó el pasado año 2022.

Una caída que puede anunciar una recesión globalizada

El volumen del comercio mundial cayó un 0,1% el mes de enero de 2023, después de retroceder en diciembre un 2,8%. Eso significa que en todo 2022 bajó un 3,24%, una tasa que los expertos consideran recesiva. El analista Juan Ignacio Crespo apunta que cuando el comercio global se contrae, la economía USA está ya en recesión, y cita los ejemplos de 2001-2002 y 2007-2009. Al no haber muchos más datos históricos globales, nada es concluyente, pero todo indica que la situación es delicada.