Televisión

Mucho para tan poco lienzo

Centrada en Pablo Picasso, la segunda temporada de «Genius» ajusta la vida y la obra de su protagonista a los clichés del género biográfico y no indaga en su desarrollo como artista

Antonio Banderas encarna al Picasso adulto en uno de sus mejores papeles en los últimos años
Antonio Banderas encarna al Picasso adulto en uno de sus mejores papeles en los últimos añoslarazon

Centrada en Pablo Picasso, la segunda temporada de «Genius» ajusta la vida y la obra de su protagonista a los clichés del género biográfico y no indaga en su desarrollo como artista.

Genio es una palabra muy corta pero que significa algo muy grande, y habrá quienes crean que Pablo Picasso no merece el título, como también hay quienes creen que Bob Dylan canta mal. «Grandes pintores son Giotto, Tiziano, Rembrandt o Goya», afirmó él mismo al respecto. «Yo solo soy un animador público que ha entendido los tiempos y ha explotado como ha podido la imbecilidad, la vanidad y la avaricia de sus contemporáneos». Si usted está interesado en despejar sus dudas sobre el asunto, inténtelo en los museos. La segunda temporada de la serie «Genius», producida por National Geographic –la primera, recordemos, estuvo centrada en Albert Einstein–, es una sucesión de extenuantes saltos temporales y pomposos diálogos que en ningún momento nos adentra en la mente de su protagonista ni en su arte, ni reflexiona sobre qué repercusiones tuvo sobre él ser asociado casi toda su vida a esa palabra tan corta y tan significativa.

A juzgar por sus primeros tres episodios, el objetivo es mostrarnos aspectos de la vida del malagueño desconocidos para todo aquel que no haya echado un ojo a los numerosos libros y documentales de los que toma su historia y sus detalles. En concreto, el objetivo parece ser demostrar que Picasso era un artista magnífico pero, sorpresa, no siempre una magnífica persona.

Energía creativa

Para ello, se nos presentan dos historias que avanzan en paralelo. En una vemos a un pintor veinteañero, que rechaza la autoridad de sus mentores y busca su propia identidad, y que tras llegar a París se alinea con la vanguardia. La otra, situada sobre todo en la época de la ocupación nazi, nos ofrece una de las mejores interpretaciones de Antonio Banderas en los últimos años. De hecho, lo único positivo que la alternancia cronológica nos brinda es la posibilidad de verle en pantalla desde el principio. En sus compases tempranos, en concreto, la serie se mueve con rapidez exagerada mientras, en menos de 20 minutos, nos muestra al artista recibiendo lecciones de su padre, sufriendo la muerte de su hermana y perdiendo la virginidad. Episodios que parecen haber sido incluidos solo para que el Picasso adulto pueda aludir a ellos.

Encarnado por Banderas, por otra parte, el pintor se muestra tan dominado por la energía creativa como por su debilidad frente a los placeres carnales. De hecho, los momentos más dramáticamente enérgicos son aquellos centrados en los problemas de Picasso con las mujeres que lo amaron, y las que él usó y luego traicionó y abandonó. Entre ellas, la artista Françoise Gilot, que estuvo con él diez años y que luego rememoró la relación en un volumen de memorias. «Para mí solo hay dos tipos de mujeres: las diosas y los felpudos». En su libro, ella escribió al respecto: «En cuanto Pablo notaba que yo me estaba sintiendo como una diosa, hacía todo lo posible para convertirme en un felpudo». También la fotógrafa Dora Maar, que ejerció el activismo político durante nuestra Guerra Civil y contribuyó a convencer a Picasso tanto para que usara su arte contra el fascismo como, en concreto, para que creara el «Guernica». Pese a ello, su escena más destacable es una en la que se enzarza en algo parecido a un combate de «wrestling» con otra de las queridas del pintor, Marie-Thérèse Walter, mientras él ríe complacido.

El problema es que «Genius» no da a esas concubinas un trato mucho mejor que el que al parecer recibieron de su narcisista amante. En la mayoría de los casos se limita a retratarlas como víctimas. Según Picasso, las mujeres de su vida solo servían para definirle, y la serie parece legitimar esa actitud; y pese a ello, a juzgar por cómo aparecen retratados aquí, ninguno de esos romances tuvo verdadero efecto en la progresión artística del maestro.

Igualmente simplista resulta la serie si se la ve como un curso básico de historia del arte; sus aportaciones a la materia se reducen a líneas de diálogo como «un artista siempre ve más allá de la superficie». Cierto que próximos episodios prometen acompañar al pintor durante, por ejemplo, sus etapas ibérica y africana, sus radicales experimentos con «Las señoritas de Avignon» y su concepción del cubismo; pero por el momento parece más interesada en reproducir la fórmula del biopic, hecha de rutinarias retahílas de momentos biográficos célebres y escenas que convierten al protagonista en una máquina expendedora de tópicos: «Solo puedo pintar lo que siento», proclama Picasso un momento; «Los artistas deben ser libres», añade al siguiente. «¡Quiero hacer algo original! ¡Único!», exclama después. Y así.

La insistencia y la tosquedad con la que se nos recuerda el empeño de Picasso por ser arriesgado y huir de las convenciones no hace sino enfatizar qué conservador y convencional es todo cuanto vemos en pantalla. En última instancia, «Genius» pivota sobre una incongruencia: con el fin de recrear la vida y obra de uno de los artistas más incomparables del siglo XX, se dedica exclusivamente a reciclar técnicas narrativas inventadas por otros y gastadas por el uso.