Televisión
“Whiskey Cavalier”: Un agradable sabor a recalentado
La nueva serie de Movistar+ se conforma con reciclar una fórmula narrativa que alcanzó el éxito en los años 80
La nueva serie de Movistar+ se conforma con reciclar una fórmula narrativa que alcanzó el éxito en los años 80.
A la última serie de espías estrenada por Movistar+ hay que reconocerle que al menos intenta ser un tipo de ficción que la televisión estadounidense no producía en mucho tiempo. Es una mezcla de acción, drama y comedia ligera que pone el énfasis en la química entre sus dos protagonistas; todo lo demás –la trama, la psicología, esas cosas– cuenta poco. Es una fórmula formato que gozó de gran popularidad en los 80, década de series como «Remington Steele», «Hart y Hart» y por supuesto «Luz de luna», pero la mayoría de los títulos que lo han adoptado más recientemente –«Castle», por ejemplo– han añadido a la fórmula los aditivos narrativos suficientes para trascenderla.
«Whiskey Cavalier» prescinde de distracciones. Su interés prioritario, decimos, son las puyas, las disputas y la creciente pasión que nutren la relación entre la agente de la CIA Frankie Trowbridge y el agente del FBI Will Chase. En la primera escena de la serie lo vemos a él solo en casa, recién abandonado por su novia, lloriqueando al compás de «Total Eclipse of the Heart»; el tipo, queda claro, es un hombre sensible y emotivo. Frankie, por su parte, odia el amor y aborrece tanta sensiblería –hace 35 años, esa dinámica supondría una inversión de roles genéricos, pero ya no–. Hacia el final del primer episodio, se les asigna la tarea común de evitar que unos sujetos que tienen toda la pinta de proceder de Europa del Este hagan cosas malas por el mundo; hacia el final de la temporada, sin duda compartirán un beso o incluso algunas caricias.
Es indudable que, en general, «Whiskey Cavalier» es un remedo más que convincente de los títulos a los que rinde homenaje. A menudo, sin embargo, se esfuerza demasiado por ponernos en situación. Durante su primera hora de metraje un personaje asegura que hay «mucha tensión sexual» entre la pareja protagonista, subrayando así algo que resulta obvio de por sí. Y el clímax del segundo episodio es una conversación íntima entre ambos durante una situación potencialmente mortal que, se mire como se mire, llega demasiado pronto tanto para resultar relevante como para tener lógica. Está claro que la ficción necesita relajarse un poco y confiar en que Frankie y Will encajan tan bien juntos como los demás personajes insisten en explicarnos.
Intrigas poco creíbles
Mientras tanto, la serie se dedica a pasearlos de un país a otro enfrentándolos a criminales internacionales, y en el proceso acumula una cantidad de cadáveres insólitamente alta si se compara a los estándares del género. Pese a las explosiones y las balas, sin embargo, la pareja nunca da la sensación de estar en peligro. «Whiskey Cavalier», al fin y al cabo, es el tipo de ficción en la que una peligrosa confrontación se resuelve con la explosión de un tampón.
¿Proporciona algún tipo de comentario o reflexión interesante sobre la lucha contra el terrorismo y la corrupción internacionales? No. ¿Logra alguna de las intrigas protagonizadas por la pareja resultar mínimamente creíble? Claro que no. ¿Ofrece la clase de entretenimiento que nos permite mantener el cerebro apagado durante un rato y que se olvida casi inmediatamente después de haber sido consumido? No lo sabrá si no lo comprueba.
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