Música
Un cante por el «Tío Enrique»
El mundo del flamenco se reúne en Madrid para dar un homenaje al gran guitarrista Enrique Escudero
Así es como deben ser todos los homenajes: en vida y en presencia de quien se rinde tributo, con amigos, familia, y, esto es obligatorio, que sea una fiesta. Enrique Escudero (Alcoy, 1938) ha tocado la guitarra flamenca con los más grandes, con el mejor humor y con un genio único. Y cuando uno deja las tablas, es la hora del agradecimiento. En el caso de Escudero, la retirada fue obligatoria debido a un ictus cerebral que sufrió en 2007. Pero el lunes estará ahí para ver a Juan y Pepe Habichuela, a Arcángel, Rancapino, Ramón el Portugués, Josemi Carmona, Negri, Zenet, Rosario y algunos otros, en una fiesta de celebración en su honor.
De La Scala a Nueva York
La culpa de que el lunes haya fiesta la tiene Joselín Vargas, hijo del «Tío Enrique», que ha movilizado a sus amigos y a los del maestro. Escudero se ha ceñido a la ortodoxia mientras que su hijo pertenece a la generación de la fusión flamenca. «Él es un guitarrista clásico y para eso, antes de llegar a serlo, tienes que conocer el cante y el baile. Es lo más importante. Porque no hay una regla que valga: tienes que seguir al cantaor y conocerlo, y por lo tanto, tienes que saber tanto o más que él de cante», explica Vargas, que compone temas para Niña Pastori, Rosario y Diego Torres, y viste una camiseta de Jimi Hendrix. Por esa pureza del arte de Escudero, Toni Zenet dice queparticipar en el concierto es «un honor. Yo descubrí a Bambino, al que ha acompañado muchas veces. Y no olvidemos la historia: Escudero ha actuado en la Scala de Milan, en Nueva York, en Egipto, ha tocado con los más grandes: con Lola Flores, con Antonio Gades, con ''El Güito''... Hace falta a veces refrescar la memoria», afirma Zenet en Sanlúcar, un bar madrileño de La Latina, después de devorar unos boquerones. «Siempre he tenido mucho respeto por el flamenco, me gustaba escucharlo, pero no me atrevía a cantarlo. Me parecía una labor titánica por la complejidad armónica, melódica y vocal. Pero encontré el sitio en otros estilos menos encorsetados, y me tomo con orgullo interesarle a la gente del flamenco, porque yo la admiro».
«En el flamenco no hay escuela», dicen a coro. «Puedes pasarte la vida estudiando y escuchando, y das la vuelta a la esquina y hay uno que canta mucho mejor que tú. Para esto se nace, y luego se mama», apunta Vargas. «Hay una cosa muy importante –apunta Zenet–. Es la humildad. Trabajas para tener el control total de un instrumento y llegas a hacerlo muy bien. Pero si eres un guitarrista flamenco, tienes que echarte atrás y ponerte al servicio del que canta. Para eso hay que ser muy grande. Es lo que ha hecho Escudero». De ahí vienen los agradecimientos. «A mi padre se le paralizó la mano izquierda y la pierna. Y este homenaje lo hacemos después de salir a flote como hemos podido y tras unos cuantos años de frustraciones para él y para todos sus hijos», explica Vargas. Los más veteranos del flamenco se van retirando sin jubilación la mayor parte de las veces. «Esa es una lucha que empezamos a llevar, porque es duro retirarse con ese currículum... pero es lo que hay. Aunque no es la razón de la fiesta. La hacemos para que vea allí a mucha gente que le quiere y le admira», asegura. Allí estará el «Tío Enrique». «Dice mi padre que irá aunque tenga que ponerse doce inyecciones (risas). Quiere estar en todas partes: en los camerinos, en el escenario... Y yo le he dicho que se tiene que sentar y estar tranquilito. Que cuando termine, irá adonde quiera». Será después del quilombo organizado en su nombre.
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