«Una cuestión de tiempo»: Himno a la alegría

No es ni la primera ni la última vez que los viajes en el tiempo sirven para urdir una comedia romántica y/o familiar. Pero al contrario de, por ejemplo, «En un lugar del tiempo» o «Más allá del tiempo», que utilizaban el conflicto de las paradojas temporales para exprimir su esencia melodramática, en «Una cuestión de tiempo» el reconocible guionista de «Notting Hill» y «El diario de Bridget Jones» (lejos queda su feliz alianza de juventud con Rowan Atkinson) lo emplea para hablarnos de la búsqueda de la felicidad en los pequeños detalles cotidianos. Si les suena a manual de autoayuda, no se equivocarán ni un palmo: si el protagonista –como su padre: ¿por qué sólo son los hombres los que reparan los errores del destino?– puede hacer breves viajes en el tiempo es para modelar su vida al milímetro, como si fuera un producto de laboratorio diseñado por la clase media alta británica. Ni siquiera los momentos más oscuros de la trama, por llamarlos de algún modo, ensombrecen la sonrisa profidén de una película acartonada.