Crítica de cine

Una leve oleada

Diretor: John Stockwell. Guión: Amy Sorlie y Ronnie Christensen. Intérpretes: Halle Berry, Olivier Martinez, Ralph Brown. EE UU, 2012. Duración: 114 minutos. Acción.

Una leve oleada
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Un peligro asola los procelosos océanos cinematográficos desde que Spielberg diera en la tecla allá por el año 1975: el tiburón, más temible y peligroso para Hollywood que según cualquier entendido en la materia. Animalitos, sobre todo, los blancos, que siempre salen peor parados que el resto. Y buena prueba de ello es la presente película, cuyo máximo gancho cara a la taquilla reside en los protagonistas, Halle Berry (en biquini casi todo el tiempo, les aviso) y el atractivo francés Olivier Martinez, que también comparten vida en común lejos de las cámaras. Cuando menos, hasta donde tenemos entendido, ya saben que por aquellos pagos cambian de pareja como los otros mortales de calcetines.

Bien, el asunto no tiene demasiadas complicaciones pero sí un director al frente, Clark Johnson, bastante normalito a pesar de estar curtido en este acuático subgénero (ha realizado, asimismo, «En el filo de las olas», «Inmersión letal», «Turistas», este tipo no deja nunca la orilla...): un matrimonio en crisis que trabaja en el estudio de dichos peces decide volver a colaborar ante la sabrosa oferta de un detestable millonario, quien insiste en bucear junto a esos peligrosos bichos y su cada vez más esquivo hijo adolescente, cansado de las machadas que se gasta el sexagenario. Entre los constantes gritos de los tripulantes del barco y a un ritmo exasperantemente lento, algo un poco preocupante por el terreno que pisa la obra, el asunto va a ir complicándose hasta que arribe la presentida tragedia final, unos quince o veinte minutos antes de que acabe la cinta. Porque, en resumen, hay sólo tres ataques de escualos durante las casi dos horas que dura la producción, lo que nos parece de una racanería importante. A pesar del ambicioso titular y del tipazo de Berry, estamos frente a una leve marejadilla de evanescentes resultados que, por no poder, ni siquiera nos consigue marear.