Teatro
Una mujer de armas tomar
El CDN estrena «La Monja Alférez», de Domingo Miras, sobre la aguerrida y varonil soldado del Siglo de Oro
En la historia de España, y en concreto en el Siglo de Oro, hay personajes apasionantes cuyas biografías, llevadas al cine, darían para eclipsar a todas las superproducciones de Hollywood durante varios años. Tipos como Gonzalo de Córdoba, como Álvaro de Bazán, como los propios Garcilaso, Lope de Vega y Cervantes, como –me van a perdonar que barra para casa– el no muy conocido pero sorprendente soldado e inventor Jerónimo de Ayanz, o como el corsario y mercenario Alonso de Contreras, que noveló su experiencia en «Vida de este capitán» y que sin duda ha leído Pérez-Reverte, pues tiene mucho en común con el ficticio Alatriste. Y, claro, como la sin par Catalina de Erauso. Esta última, al contrario que los dos anteriores, ha tenido un mayor reflejo en la novela, el cine y el teatro, que se han hecho eco de su caso. Hablamos de la Monja Alférez, como ya en vida se la conoció. Mujer varonil y aguerrida, se fugó muy joven del convento donde su familia la había recluido y, disfrazada de hombre, vivió una vida de aventuras, pendencias, duelos y conquistas con diferentes nombres. Alistada en el Ejército, acabó en las Américas y fue ascendida a alférez. Casi ajusticiada, tuvo que revelar su identidad y fue perdonada por el rey. A partir de ese momento, se convirtió en un mono de feria muy a su pesar.
Además de la propia Monja Alférez, que dejó una autobiografía, otros autores se han acercado a su figura, como Thomas de Quincey y Juan Pérez de Montalbán, coetáneo de Catalina de Erauso. De hecho, la mujerona –eran, dicen, viril y fea– llegó a asistir a una representación teatral del texto de Pérez de Montalbán sobre su vida. A esa misma vida se asomó en 1986 Domingo Miras, un veterano dramaturgo perteneciente a la generación de los Laumo Olmo y Alfonso Sastre. Su obra, que tuvo un montaje «amateur» en 1993 en Campo de Criptana –del cual Miras habla con agradecimiento y cariño–, se estrena en el circuito profesional, casi tres décadas después, y supone además el debut de Miras –al margen de una adaptación puntual que realizó de «Ivanoff» en una única función– en el Centro Dramático Nacional, pese a llevar décadas escribiendo. «Eso es habitual en mi trabajo y en el de muchos otros compañeros», afirma sin darle importancia. Y reconoce que «mi teatro es bastante caro, siempre me lo dijeron. Tiene muchos personajes y son puestas en escena dificultosas». Por eso, cuando le llamó Ernesto Caballero sintió sorpresa, «primero, porque me dijo que iba a estrenar, y segundo, porque había elegido "La Monja Alférez", con su condición superficial de historia de aventuras, que no entra en los problemas del personaje sino que se hace una reflexión sobre ellos». Otro dramaturgo, Juan Carlos Rubio («Arizona», «Tres» o «Humo» son algunos de sus textos), explora su otra faceta, la de director de escena, al frente de este montaje, que tiene a Carmen Conesa como protagonista, acompañada por Nuria González, Mar del Hoyo, Cristina Marcos, Daniel Muriel, Martiño Rivas y Ángel Ruiz, entre otros intérpretes. Todos los anteriores se convierten en algún momento en la propia Catalina, en un juego teatral en el que el director, según explica Miras, «ha huido radicalmente de una representación material, fotográfica, y ha llevado el sentido de espectáculo que tiene la propia protagonista al espectáculo circense. Todos los actores admiran a la protagonista a través, sobre todo, del circo, aunque también de otros recursos».
El dramaturgo manchego explica a LA RAZÓN que Catalina de Erauso, «ante todo, fue una mujer que no quiso ser mujer, una individualidad que se sublevó contra su destino. Una persona marginal en la sociedad en que estuvo inscrita. Todo mi teatro siempre se ha referido a este tipo de gente: individuos que se rebelan y ven en esa manera la forma de alcanzar la libertad». Miras huye, sin embargo, de interpretaciones feministas: «Lo que esta mujer quería era ser como los hombres de su tiempo: le parecía repugnante el trato a la mujer y envidiable el del hombre, y no se conformó con ser lo que era. Pero, como toda persona, está llena de contradicciones y las suyas la enriquecen porque le confieren una ambigüedad que le da varias lecturas. Se puede pensar en el feminismo, porque buscó ser como un hombre, pero también lo contrario: ocultó su condición de mujer en vez de estar orgullosa de ella. Por otra parte, puso de relieve que una mujer puede hacer lo mismo que el hombre, y en ese sentido sí es un ejemplo de feminismo».
Una atracción de feria
Erauso, reflexiona el dramaturgo, «se propuso una meta muy ambiciosa: vivir como un hombre lleno de bravura. Alcanzo el éxito, pero a la vez el fracaso: se hizo famosa, pero se sintió objeto de curiosidad general». Ser una atracción de feria al final de su vida le desagradaba. «Queriendo ella reducir a la verdad los límites de su vida, se puso a escribir sus memorias. En ese sentido, se estaba convirtiendo también en un hombre, pues escribir no era algo que hicieran en general las mujeres en el XVII». Por todo lo anterior, Domingo Miras advierte: «Hay en el personaje una dimensión de historia de aventuras que lo hace divertido pero invita a no quedarse en lo superficial».
Cuándo: del 24 de abril al 2 de junio. De martes a domingo. Dónde: Teatro María Guerrero. Madrid. Cuánto: de 11 a 20 euros. Tel. 91.310.29.49.
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