Crítica de cine
Una nave en el limbo
Dirección: Joseph Kosinski. Guión: J. Kosinski, K. Gajdusek y M. Arndt. Intérpretes: Tom Cruise, Olga Kurylenko, Morgan Freeman. EE UU, 2013. Duración: 126 min. Ciencia-ficción.
«Oblivion» significa «olvido». «Living in Oblivion» significa «vivir en la inopia» o «estar en el limbo». Jack Harper y su esposa viven literalmente en el limbo, en un espacio intermedio que gravita sobre un suelo devastado por la guerra nuclear y por debajo de una pirámide monolítica habitada por los supervivientes de la catástrofe. A Harper, sin embargo, le ocurre algo: es como un personaje de Chris Marker perdido en su propio purgatorio, como el Bruce Willis de «Doce monos» luchando contra los restos de una memoria que ponen en cuestión la autenticidad de la vida, programada por otros, que lleva en este limbo. Todo esto lo cuenta una voz en off para que el espectador entienda desde el arranque lo que va a ocurrir. Mala señal, sobre todo porque la primera hora de «Oblivion» es meramente expositiva, o, diríamos, exhibicionista: el «patchwork» de diseño que combina ideas visuales de «2001» y «Alien» es fantástico, espectacular, sobre todo cuando se detiene en las imágenes de una Tierra que conserva parte de sus monumentos como vestigios del pasado. También es moroso, tedioso, lacónico. ¿Sabe Kosinski la película que quiere hacer?
Aquí se plantea un viejo tema de la ciencia-ficción: la crisis de identidad del hombre del futuro. Tom Cruise encarnó a ese héroe, patentado por Philip K. Dick, en «Minority Report», aunque aquí Kosinski parezca obligarse a inventar escenas de acción que no acaban de estar bien integradas. Y a la película le cuesta aceptar su dimensión existencialista: su mensaje es demasiado benévolo como para iluminar tanta oscuridad.
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