Viajes

Félix Rodríguez de la Fuente y sus lobos siguen vivos en Zamora

Para los adictos a la nostalgia, esta esquina en la Sierra de la Culebra es un pequeño paraíso

Félix Rodríguez de la Fuente y sus lobos siguen vivos en Zamora
Félix Rodríguez de la Fuente y sus lobos siguen vivos en Zamoralarazon

Los más pequeños no recordarán aquellas espectaculares imágenes que Félix Rodríguez de la Fuente y su experimentado equipo rodaron sobre el lobo ibérico, inéditas hasta aquél momento, durante su serie televisiva de El hombre y la tierra. Fueron imágenes que marcaron el comienzo de una lucha, allí a mediados de los setenta, cuando la población de lobos en España no alcanzaba los 400 ejemplares. Hoy, tras años de esfuerzos, compensaciones económicas y educación sobre la realidad del lobo, hasta 2.500 deambulan por el territorio de nuestro país.

En la Sierra de la Culebra, Zamora, está la mayor densidad poblacional de estas maravillosas criaturas que puede encontrarse en Europa Occidental, hasta cien lobos patrullan por los bosques en busca de carne fresca que degustar. Hablamos de corzos, venados, conejos, incluso frutas si hace falta - aquí encontramos la primera sorpresa, los lobos también comen hierba y fruta - que se crían en absoluta libertad para abrir la puerta a un aspecto del mundo cada vez más acorralado: es la naturaleza, bruta, sin tergiversar. Y es en el extremo occidental de esa sierra donde se encuentra el Centro de lobos de Castilla y León, llamado Félix Rodríguez de la Fuente en honor al legendario naturalista burgalés.

El origen de las leyendas sobre el lobo

Aunque las medidas sanitarias tomadas por la crisis del coronavirus han acortado las visitas guiadas de cuatro a dos horas, tuve la suerte de que estuviese abierto cuando fui a visitarlo y lo que es más importante, tuve suerte porque quedaban plazas para reservar. Solo es posible acceder al recinto con cita previa y en los quince minutos que pasé planteándome una visita, las plazas libres pasaron de 18 a 4. ¿Y mereció la pena?

Calavera de lobo expuesta en el centro.
Calavera de lobo expuesta en el centro.Alfonso Masoliver

Con creces. Una primera parte de la visita pasa por una presentación de la figura del lobo, desde los mitos oscuros que lo llevan rodeando la mayor parte de su historia hasta la actualidad. El mito empieza a partir de una historia real y en este caso, la historia real es que los lobos atacan al ganado durante las noches, escurren sus ágiles músculos por el cercado y comienzan matanzas que en ocasiones acaban con todo el rebaño. El pastor inocente que durante el medievo aparecía de madrugada para llevar a sus ovejas al pasto, se encontraba entonces con un espectáculo de vísceras y sangre estremecedor. Los lobos, ya sea para garantizarse una reserva de carne para los días futuros - a esto se le llama efecto nevera - o para acallar a las ovejas que balaban histéricas ante la amenaza, habían limpiado sus colmillos con el color más estridente.

Esto es real pero el pastor medieval, furioso y quizás arruinado por la matanza de los lobos, busca como buenamente puede una explicación a esta feroz muestra de violencia. Comienza la leyenda. El lobo se asocia a la muerte y a las armas del diablo, es indomable y oscuro. El lobo es el mal. La literatura, ayudada por estas ideas comprensibles que partieron desde el punto de vista del desafortunado pastor, hizo el resto del trabajo. Los ojos amarillos de la bestia brillan en las horas más oscuras, aúlla con toda su fuerza a la luna llena. Atacan a los niños en el condado de Gévaudan. Incluso se rumorea de terribles criaturas que son mitad hombre y mitad lobo.

La realidad del lobo

¿Pero es tan simple la realidad? ¿Basta una leyenda para explicarla? Sería mejor indagar hasta encontrar una verdad que se mantenga. Una visita al centro de Félix Rodríguez de la Fuente permite esta investigación sobre una de las más nobles criaturas de nuestra tierra, aquí no niegan la naturaleza depredadora del lobo y su facilidad para acabar con el ganado (no espere el lector que sean una banda de libertarios poniendo a los lobos al nivel de inocencia de los chihuahuas), pero por otro lado te explican la historia desde el lado del lobo. ¿No es esta la forma correcta de hacer las cosas? Con el conocimiento de ambos lados.

Piel de un lobo ibérico expuesta en el centro. Este ejemplar en concreto fue atropellado accidentalmente.
Piel de un lobo ibérico expuesta en el centro. Este ejemplar en concreto fue atropellado accidentalmente.Alfonso Masoliver

El guía lanzó una pregunta al aire: ¿es el lobo bueno, o malo? Yo contesté rápido. Es animal. Y aquí se acaba el problema. Cuando las reservas de comida son suficientes, el lobo caza, duerme y se rige por sus costumbres. Si se pone a tiro un corderito jugoso y embobado, nadie duda que aprovechará la oportunidad. Y si la comida escasea, el verano es seco y el agua no está cerca, la manada accederá durante el abrigo de la noche al cercado, provocando esas lúgubres matanzas que alimentan las leyendas. Al final trata de lo evidente, de lo mismo que hacemos todos de una forma u otra, que es sobrevivir y comer o ser comido. Es natural. Pero complicado de equilibrar en el mundo actual.

En este centro, la solución que proponen es sencilla y realista. Regular la población de los lobos, a partir de la caza si hace falta; derrotar el poder de esas leyendas, tan dañinas para una criatura viva como es el lobo; y conceder las indemnizaciones necesarias a los ganaderos afectados por su apetito. ¿No hay dinero para coches oficiales y dietas? Pues debería haberlo para pagar el corderito. Pero es complicado y ellos lo saben. Este mundo es complicado porque está repleto de hombres voraces. Más que cualquier lobo hambriento merodeando por la Sierra de la Culebra.

Los lobos del centro, una lección práctica

Después de la parte teórica de la visita, toca la práctica, la más excitante. Ahora conocemos al lobo, podemos verlo a través de los ojos del conocimiento, y algo cambia en los mecanismos que crujen en nuestro cerebro. Ya no se nos antoja como una criatura maliciosa y servidora de Satanás. Sino como un animal inteligente, atento y huidizo al hombre, dueño de una belleza propia.

Cuidador alimentando a los lobos durante la visita.
Cuidador alimentando a los lobos durante la visita.Alfonso Masoliver

En la parte exterior del edificio donde comenzó la visita, dos amplias zonas valladas albergan un puñado de lobos. Puedes ir a observarlos desde el mirador. Allí están, han mudado el pelaje de invierno al de verano, y a los ignorantes en la materia como lo soy yo nos sorprende lo pequeños que son. No parecen criaturas del infierno. Más bien parecen lobos. Cuatro patas, dos ojos, dos orejas atentas y una ristra de dientes envidiable. Se mueven entre los arbustos con una naturalidad sobrecogedora. Pero ellos no hacen como los perros, que pegan el hocico al suelo y caminan bruscamente por el terreno. Olfatean el aire, ventean, y una pata sigue a la otra con un sigilo exquisito. Apenas se molestan en mirar a los asombrados visitantes. Como el lobo salvaje, estos del centro en semilibertad solo piensan en dormir, comer y reproducirse cada pocos meses. Las complicaciones se las dejan a los humanos.

Yo no me considero naturalista, tampoco ecologista ni ninguna de sus variantes, pero sí me considero humano y como humano, animal, y como animal, responsable de convivir con el resto de criaturas que merodean por mi entorno. Es lo natural. Ni siquiera el vanidoso león se plantea la posibilidad de saltarse esta norma.

Hice una pregunta al guía: ¿qué debo hacer si un lobo o una manada de lobos se me pone delante cuando paseo por el monte? Su respuesta, simple, descubre la realidad que ocultan las leyendas del medievo. “Si llegases a encontrarte en esa situación, lo cual sería complicado porque el lobo huele al humano y huye de él, esta no duraría más de dos segundos. Lo que tarden en reaccionar al susto y salir corriendo”.