Viajes
Los lagos, lagunas y embalses más frescos para darte el último chapuzón del verano
Soledad, naturaleza y goce se reúnen en los lagos de España para lanzar una salva de honor como despedida del verano
Qué bueno es bañarse tres veces al día. Entregarse al capricho del verano y colocar los bártulos de la playa con precisión digna de un experto en matemáticas, calculando viento, mareas y oleaje para evitar que una sola chispa de agua salpique los bocadillos del mediodía. Luego unos brazos poderosos nos arrancan de la estampa, recogen toallas y sombrilla y nos lanzan de vuelta a casa. Parece que los baños del verano han acabado en este terrible momento. Pero todavía no, seremos más fuertes que esos brazos despiadados. Seguro que por el camino que lleva de vuelta a nuestra ciudad encontramos un lago en el que darnos el último chapuzón del verano.
Lagunas de Ruidera
Cuenta la leyenda que el mago Merlín, por cualquier molestia que le provocaran Ruidera, sus hijas y sobrinas, las transformó en lagunas hasta el fin de los tiempos. Mala suerte para las señoras, excelente noticia para todo el que pase por la frontera que separa Albacete y Ciudad Real. Un total de quince lagunas esperan pacientes a que se cate su agua, de temperatura ideal al cuerpo, coloreadas por bonitos tonos glaucos y zafiro. Existen diferentes actividades para hacer, desde alquilar una canoa y jugar a los piratas durante unas horas, hasta el tradicional picnic en la orilla, posterior al glorioso baño. La zona está moteada por excelente mesones para almorzar los platos tradicionales y, si buscas tranquilidad después de un largo verano de bullicio playero, este es tu lugar, basta con encontrar la esquina adecuada y retrasar una pizca la vuelta a casa.
Embalse de Alloz
De vuelta desde la Costa Brava o País Vasco, una parada en Navarra junto a la localidad de Estella, en el embalse de Alloz, es placer indiscutible. Amplio y dispuesto para imitar a los sueños, con el agua tan azul que parece no existir y tratarse de un pedazo de cielo robado, se extiende templado por el sol navarro de los meses veraniegos. Aunque las visitas son habituales durante todo el año y habrá que desplegar todo el conocimiento para buscar sitio que adquirimos en la playa. Una aventura más del verano, quizá la última, con un sabor dulce de victoria. Lo mejor de la zona son la amplia variedad de iglesias, museos y castillos que se despliegan por los alrededores, permitiendo que el día de baño sea además una excelente oportunidad para mordisquear unos pedacitos de la apasionante cultura navarra.
Lac de Mar
Necesitamos dosis de valentía para mojar, aunque solo sean las puntas de los dedos, en este lago glaciar que nos regala la naturaleza pirenaica, en Lérida. Situado a 2.240 metros sobre el nivel del mar, una zambullida en este lago conlleva dos esfuerzos: llegar hasta él, bien pertrechado con calzado de montaña, y bañarse en sus aguas gélidas (si puede ser con neopreno, mejor). Pero qué delicia de sensaciones nos acompañan al cumplir ambas promesas, al derrotarnos a nosotros mismos a la par que a las montañas, que son riscos que lucen escarpados en tonos grises y portadores de cien historias formidables. Grita de pura felicidad, si quieres, nadie molestará tu aullido. El aire limpio lo impulsará tan lejos como pidas.
Embalse de Nuestra Señora del Agavanzal
En Zamora, muy cerca de la frontera portuguesa, un pequeño embalse de aguas verdes (y algo frías, mejor todavía) espera agazapada entre encinares al visitante aventurero. Hará falta desviarse del camino, alejarse de lo que los mapas indican como “recorrido habitual” y rastrear con nuestra habilidad natural el aroma de la aventura. Los lobos corren en pequeñas manadas por la Sierra de la Culebra, no demasiado lejos, y excelentes venados posan para sus amantes con cuernas dibujadas por una mano experta. Es la vuelta a lo salvaje. A uno mismo, al fin y al cabo, zambulléndose en el embalse y buscando con ojos cazadores los elementos que la naturaleza despliega con su tacto exquisito. Una sensación liberadora, despojada de ataduras, invade al bañista cuando llega hasta aquí.
Lago de Carucedo
Una brizna de misterio. Dice la leyenda que en este lago leonés se encuentra hundida la espada del héroe Roldán. Quien la encuentre gana el premio. Pero no es este el único espectáculo de la antigüedad que regala al visitante, y no estamos hablando de su agua deliciosa, tan buena que casi dan ganas de llevarse una garrafa a casa. Son Las Médulas que conforman el paisaje de la zona. Estas tratan de una muestra más de la astucia romana, cuando extrajeron el oro de la región a cielo abierto y otorgaron al terreno este aspecto estrambótico, parecido al del Parque de Cabárceno. Sirve para asombrarse con las capacidades del ser humano y su poder sobre la tierra, tan peligroso para la preservación del medio ambiente pero, en ocasiones, tan bello como este Patrimonio de la Humanidad que son Las Médulas.
Embalse de Entrepeñas
También llamado El Mar de Castilla, situado en la provincia de Guadalajara, se trata de un embalse alimentado por las aguas sempiternas del río Tajo. Una parada excelente para empequeñecer. Disminuir nuestro tamaño, cuando se hace desde el aspecto más fresco de la naturaleza, significa una experiencia deliciosa y, me atrevería a decir, necesaria antes de regresar a la ciudad. Sería terrible ser tan grande como Entrepeñas y los montes que lo enmarcan, supone demasiada responsabilidad para sentirnos a gusto. Estamos mejor así. Muy chiquitos y frescos en el agua. Pero un interesante aditivo a la parada sería hacer la Ruta de las Caras, a menos de media hora del embalse. Talladas en la piedra desde los años 90 y con una altura que oscila entre el metro y los tres metros, muestran una curiosa manera de representar diferentes conceptos espirituales cristianos, budistas o hinduistas. Las tallas del Duende de la Grieta y De Muerte quizá sean las dos más inquietantes.
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