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Conoce el interesante origen de los apellidos en España

A partir de estas indicaciones, podrás descubrir el origen de tu apellido y conocer pequeños detalles de tus antepasados

¿Y si lo colores que representan Lago, Machi, Elejalde y Rovira en Instagram fueran de su propiedad?
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Todos tenemos uno y, si apuramos, varias decenas. Los apellidos de cada persona son en ocasiones más importantes que el nombre de pila, constituyen una responsabilidad que heredamos de nuestros antepasados más lejanos, debemos cuidarlos con mimo para luego pasarlos con delicadeza a la siguiente generación. Una persona sin nombre puede seguir viviendo. Una persona sin apellido, por otro lado, no pertenece a nadie, no tiene pasado que recordar ni futuro que esperar, no proviene de ningún lugar, deja de existir para ser nada más que un nombre flotando entre las sílabas de la ciudad. Los apellidos, en países como el nuestro, resultan en importantes puntos de apoyo para soñar, y esos sueños siempre deben de estar a la altura del nombre de nuestra familia.

Aunque los apellidos en España (o los reinos cristianos de la península) comenzaron a registrarse a partir del siglo IX, estos fueron cambiantes, no se mantenían de padres a hijos como se hace ahora, sino que iban variando en cada persona en función de su ascendencia, su oficio, su lugar de procedencia... No sería hasta el siglo XVIII que los apellidos comenzaron a consolidarse, invariables, hasta principios del siglo XIX, cuando se promulgó la Ley del Registro Civil y la posesión de un apellido se convirtió en un sinónimo de existir.

Si tu apellido no se aplica a los tipos que se exponen a continuación, lo más probable es que sea uno extranjero.

Apellidos patronímicos

Los primeros apellidos de los que se tiene constancia en España parten del patronímico. Esto es, del nombre del padre. Lo cual significa que si un hombre se llamaba Hernán, su hijo se apellidaría Hernández. Pero si el hijo se llamase Gonzalo, el nieto del primer hombre se apellidaría González. La práctica se descubre a partir de los documentos firmados entre el siglo IX - cuando la alta nobleza comenzó a utilizar patronímicos - y el siglo XI - cuando todas las personas firmaban con patronímicos -, y es habitual que los apellidos más antiguos de España, aunque no formen parte de altas noblezas, tengan su origen en estos métodos primeros.

En los reinos de León, Castilla, Portugal, Navarra y Aragón, se optó por añadir una -z al final del nombre paterno, mientras que los Condados Catalanes se limitaron a transcribir el nombre de pila de los padres en su variante romance (Berenguer, Pons, Dalmau...).

Ejemplos de apellidos patronímicos: Núñez (Nuño), Ramírez (Ramiro), Velázquez (Velasco), Sánchez (Sancho), Ibáñez (Juan), Fernández (Fernando), Álvarez (Álvaro), Jiménez (Jimeno), Pérez (Pedro), Enrique (Enríquez), Gutiérrez (Gutierre), Méndez (Hermenegildo)....

Apellidos toponímicos

El problema principal con los apellidos patronímicos es evidente. Cambiaban con cada generación, volviendo casi imposible rastrear las genealogías llegada la necesidad de hacerlo. Fue necesario buscar apellidos más certeros, que pudiesen determinar de alguna manera con qué tipo de persona se estaba tratando. Al final, esta era la función del apellido. Reconocer si uno era noble o vasallo, aragonés o castellano, guerrero o santo. Comenzaron a utilizarse, en torno al siglo XII, los lugares de origen o señoríos como apellido de las personas.

Una práctica común a lo largo de los siglos siguientes y que puede explicar el origen de un gran número de apellidos actuales. Recomiendo al lector buscar su apellido en Google Maps, puede que se sorprenda. Sin embargo, debido a la tradicional forma de apellido patronímico, sí que fue muy habitual mantener el patronímico y añadirle el lugar de origen utilizando la preposición de (Ortiz de Urbina, López de Lara, Álvarez de Castro, Jiménez de Quesada...).

Ejemplos de apellidos toponímicos: Alesanco, Ojeda, Ocaña, Catalán, Corral, Fresneda, Dávala (De Ávila), Navarro, Salazar, Soto, Torrente, Villanueva, Yuso...

Apellidos por oficio o estatus social

Ya se ha mencionado la importancia del apellido para conocer el estatus social de nuestro interlocutor. En el mundo actual no importa demasiado si el padre de uno es carnicero, pescador, ganadero, banquero, cajero o abogado, pero en tiempos donde la clase social lo significaba prácticamente todo, en ocasiones la diferencia entre la vida y la muerte, existía un interés verídico por conocer los oficios de terceros. A los apellidos patronímicos y toponímicos se les añadieron los apellidos por oficio o estatus social, estos últimos más recientes.

Ejemplos de apellidos por oficio podemos encontrar tantos como empleos existen: Escudero, Criado, Alcalde, Marqués, Soldado, Tejedor, Zapatero, Jurado, Duque, Herrero, Sastre, Labrador, Botero...

Apellidos por mote o circunstancias del nacimiento

¿Recuerdas cuando te llamaban retaco en el colegio, y tú solo esperabas a terminar la escuela para librarte del mote? Ahora imagínate que te lo llamaban con tal insistencia que firmabas como Retaco los documentos del Estado, y tus descendientes tuvieran que cargar con el dichoso insulto durante generaciones y siglos. Esto ocurre con algunos apellidos, originados a partir del mote que se diera al ancestro, aunque no todos eran sobrenombres necesariamente negativos: Cabezón, Calvo, Rojo, Rubio, Seco, Feliz, Bravo, Delgado, Hermoso, Moreno, Nieto, Galán, Leal, Bravo, Bello...

Algo parecido ocurría cuando las personas eran apellidadas en función de las circunstancias de nacimiento, por lo habitual cuando el recién nacido era bastardo o la paternidad era dudosa (aunque no siempre se debía a estas razones). Así podemos encontrar apellidos como Iglesias, Abril, Buendía, Sampedro, Expósito o San Martín.

Un pequeño ejercicio

Podemos comprobar la fiabilidad de este artículo repasando algunos apellidos conocidos. Por qué no, de los políticos actuales que todos conocemos. Claro que la fiabilidad no es del 100% y podría ser que en algunos casos nos equivoquemos (no vayamos a faltar al honor de nadie), pero la precisión es casi matemática.

Pedro Sánchez sería entonces descendiente muy lejano de un Sancho, cargando un apellido toponímico. Pablo Casado porta un apellido de mote. Santiago Abascal es más complicado de dilucidar: unos argumentan que procede del árabe Abbas Khalid, aunque lo más probable es que provenga del vasco y signifique chaparral. María Jesús Montero debe su apellido a uno de oficio. Carmen Calvo también tiene un apellido de mote. José Luis Ábalos tiene un apellido toponímico, señalando su origen familiar, posiblemente, en la localidad homónima de La Rioja, aunque el Ministro de Transportes naciera en Torrente (Valencia). El apellido toponímico de Oriol Junqueras probablemente provenga de La Junquera, en Gerona. José Luis Rodríguez Zapatero parece indicar que, en efecto, tuvo un antepasado cuyo oficio era el de zapatero. Algún antepasado lejano de Unai Sordo, Secretario General de CCOO en el País Vasco, probablemente no oía un pimiento.

Y ya no hace falta especificar de dónde procede el apellido por mote de Gabriel Rufián.