Historia

Los dioses de la guerra según las diferentes culturas del mundo

Desde Odín hasta Marte, pasando por las deidades maoríes y egipcias

'Episodio de la Guerra del Francés' de PicassoFUNDACIÓN BANCAJA17/12/2020
'Episodio de la Guerra del Francés' de PicassoFUNDACIÓN BANCAJA17/12/2020Servicio Ilustrado (Automático)FUNDACIÓN BANCAJA

Una de las teorías ateas más utilizadas en la actualidad - y llevada a la pequeña pantalla por los creadores de la serie American Gods - es aquella que asegura que los dioses dependen de la fe de los hombres para sobrevivir. Esto significa que los dioses existirán siempre y cuando los seres humanos crean en ellos, les depositen ofrendas en sus altares, recen sus oraciones de agradecimiento y desesperación. En el momento en que uno de los viejos dioses pierde sus seguidores, este muere, irremediablemente, al no poder alimentarse de la fe de los hombres. ¿Podrá ser? ¿Que fueron los hombres quienes crearon a los dioses, y no a la inversa? Eso es algo que sabremos todos, antes o después, aunque hoy lo ignoremos. Pero lo que sí parece seguro, es que, fijándonos en los panteones de dioses a lo largo del mundo, las deidades más influyentes en cada cultura eran precisamente aquellas cuyos poderes afectaban en mayor medida a la vida cotidiana de sus adoradores.

Así destacan los dioses de la muerte y de la fertilidad, los dioses de la naturaleza y de las cosechas. Y, por supuesto, los dioses de la guerra. Aquellos hacia los que se elevaban las oraciones de millones de humanos cada día, en el momento previo a cada combate. Para ellos eran las ofrendas a la hora de agradecer cualquier victoria. Se trataban (y todavía hoy, en determinadas culturas) de los dioses más poderosos.

Marte

Marte y Rea Silva.
Marte y Rea Silva.Pedro Pablo Rubens

El dios romano de la guerra, ideado a partir del dios griego de la guerra Ares, fue sumamente influyente a lo largo de todo el Imperio romano, hasta el ascenso del cristianismo como religión oficial en el siglo IV. Tan importante era que la propia Roma contaba con el Campo de Marte extendiéndose a las afueras de las Murallas Servianas. Era en este amplio campo donde las legiones esperaban a que las autoridades de la ciudad les permitiesen entrar para celebrar los triunfos militares, donde entrenaban los soldados y esperaban impacientes a que su general o cónsul de turno les recogiera para lanzarse a la conquista de cualquier rincón del mundo. En el Campo de Marte. El poder del dios de la guerra en Roma era prácticamente ilimitado, especialmente desde la muerte de Julio César. Al ser considerado como el padre de Rómulo y Remo, los fundadores de la ciudad eterna, no solo era el patrón de los legionarios, sino también patrón del Imperio entero.

Era el dios de la guerra y de la violencia, de la pasión y la sexualidad, de la virilidad masculina, de la valentía y del derramamiento de sangre, del horror y las victorias bélicas, de la belleza y de la perfección.

Odín

Detalle de la ilustración de 1886 de Odín por Georg von Rosen.
Detalle de la ilustración de 1886 de Odín por Georg von Rosen.Georg von Rosen

Cuanto más guerrera resulta una cultura, más alto se sitúa en el escalafón de deidades su dios de la guerra. Si Marte era prácticamente el principal dios en Roma, los fieros vikingos elevaron a su dios de la guerra al estatus más elevado posible, que era precisamente el de ser padre de los dioses. Odín, que se ahorcó en un árbol durante nueve días para conocer el sabor amargo de la muerte, el mismo que entregó uno de sus ojos a cambio de la sabiduría (en un curioso símil con el dios Horus) y que fue padre de Thor, amaba además a los guerreros valientes y les regalaba todo tipo de armas para facilitar sus arriesgadas empresas. Tanto amor sentía hacia los guerreros, que todo vikingo que muriese honrosamente en combate terminaba directamente en el Valhalla, el paraíso, donde tendría permiso para celebrar banquetes divinos en compañía de Odín por toda la eternidad.

A lo largo de la mitología vikinga, las relaciones entre Odín y la guerra son constantes. Se decía que fue él quien empezó la primera guerra al arrojar su lanza por primera vez. Era considerado el dios de la victoria, la poesía y la sabiduría, y los nombres que se utilizaban para designarlo estaban estrechamente relacionados con los asuntos bélicos, tales como Gunnarr (señor de la batalla) o Göllnir (quien está en la contienda).

Morrigan

La diosa Morrigan acompañada por uno de sus cuervos.
La diosa Morrigan acompañada por uno de sus cuervos.Desconocido

Resulta curioso que la deidad guerrera de los vikingos, Odín, estuviese estrechamente ligada a la imagen de los cuervos, mientras la deidad guerrera de numerosas tribus celtas, Morrigan, decían que se transformaba en cuervo después de cada batalla para devorar la carne de los caídos. Aunque ya sabemos que es de lo más habitual en las religiones, este toma y daca de conceptos, simbologías y ritos.

En compañía de sus hermanas Badb y Macha, esta diosa era la encargada de anunciar la guerra cuando esta era inevitable. Además era considerada la deidad de la muerte y de la destrucción, pero con un bonito aliciente que podemos encontrar en otras deidades de la muerte como Osiris en la cultura egipcia o Kali, en la cultura hindú: su simbología estaba estrechamente relacionada con la renovación debido a su apetito sexual, el renacimiento, la capacidad de crear una nueva vida al terminar otra pasada. Se piensa que su nombre procedía de la unión de las palabras mor, que en algunas lenguas primitivas indoeuropeas significaba “terror”, y rigan, que puede traducirse como “reina”. Era la Reina del Terror, la Reina de la Muerte.

Atenea

Estatua de Atenea en Viena.
Estatua de Atenea en Viena.misterfarmerpixabay

El lector podrá sorprenderse al conocer que la mayoría de las deidades guerreras eran mujeres. Aunque tiene sentido. Ellas son más fieras, están más dispuestas al sacrificio que la mayoría de los hombres desde que son capaces de cualquier cosa con tal de defender a sus hijos. Se asoció rápidamente la fiereza de las mujeres para proteger a los suyos con numerosas deidades de la guerra, como era Atenea durante los años de la Grecia Antigua.

Esta diosa sumamente astuta, máxima aliada de Odiseo durante su periplo para regresar de la guerra de Troya, combatió además junto al bando griego y los dioses Hera y Poseidón para conquistar la ciudad inexpugnable en las costas de la actual Turquía. O eso nos aseguró Homero en su Ilíada. En numerosos mitos griegos hizo como Odín con los vikingos y facilitó las arriesgadas empresas a las que se lanzaban sus protegidos, regalando armas y valiosos consejos. Ocurrió con Perseo al entregarle las armas adecuadas para enfrentarse a Medusa, una temible criatura cuyos ojos envenenados eran capaces de petrificar a cualquier ser viviente.

Palas Atenea fue diosa de la sabiduría, la civilización, la guerra y la justicia. En lo que se nos muestra como una versión parecida, aunque femenina y griega, del dios Odín.

Sejmet

Estatuas de la diosa Sejmet en el Museo Egipcio de Berlín.
Estatuas de la diosa Sejmet en el Museo Egipcio de Berlín.Magnus ManskeCreative Commons

Conocida como “la invencible”, “la terrible” y “la diosa madre”, Sejmet era el tipo de diosa del panteón egipcio a la que nadie quería molestar, bajo ningún concepto. Era la diosa de la guerra y de la venganza, también de la curación, aparecía representada en los templos con una cabeza de leona y se decía que sus ojos eran capaces de escupir fuego. Su poder era tal que estuvo a un milímetro de provocar un apocalipsis temprano.

Cuenta el mito que la versión anciana de Ra - el dios egipcio del sol se representa con cabeza de halcón, como niño o como hombre adulto o como anciano, dependiendo de la petición que el ser humano se disponía a realizar - estaba cansada de que los hombres, pequeños y traviesos, se malmetieran con él por ser un vejestorio, tirándole de la barba y haciéndole burlas groseras. Entonces pidió a la terrible diosa Sejmet que les diese una pequeña lección. La diosa comenzó a asesinar y devorar a los hombres con el fin de provocar el terror suficiente para que recuperaran el respeto por el viejo dios pero, cuando Ra le aseguró que ya era suficiente, la vengativa diosa no se vio capaz de detenerse. Y siguió matando hombres y siguió devorándolos y bebiendo su sangre, hasta el punto de que corrió el riesgo de exterminar a estas débiles criaturas que somos. Aterrado ante esta perspectiva, Ra tiñó cerveza con ocre rojo y la derramó sobre el río Nilo para que Sejmet la confundiera con sangre humana, se la bebiese y se embriagase.

Ra consiguió su objetivo y cuando la diosa estaba beoda, la decapitó para frenar la matanza. Poco después, Sejmet resucitó, ya más calmada, y la vida pudo continuar con normalidad para los hombres. Que nunca osaron volver a burlarse del viejo dios Ra.

Kartikeia

Kartikeia representado junto a dos mujeres.
Kartikeia representado junto a dos mujeres.Wikilmagespixabay

También conocido como Guhan, Kumaran, Skandan, Mayilon o Vetrivel, entre otros nombres, está representado habitualmente con seis cabezas y montado sobre un enorme pavo real. Además es el dios de los ladrones y los estafadores. La religión hindú es una cargada de colores, figuras extravagantes y complejos mitos que pueden confundirse con pura fantasía. Se trata de una religión tan rica, tan amplia dentro del territorio indio, que resulta común que la historia de un único dios tenga múltiples versiones y representaciones, en función de la región donde le busquemos. Ocurre con Kartikeia, el dios de la guerra.

Si preguntásemos a unos, dirían que es el hijo del dios Shiva y la diosa Parvati.Otros jurarían que nació directamente del semen de Shiva, al caer en forma de rayo sobre una enorme hoguera. Este fuego era tan caliente que Shiva tuvo que pedir a Agni, el dios del fuego, que lo sacara de las llamas para depositarlo después en el río Ganges, el cual dio al semen la forma de un niño. Para entregarlo después a las seis Krittikas, que fueron quienes amamantaron al pequeño Kartikeia. Se dice que fue entonces cuando le crecieron seis cabezas, para poder atender a todos los pechos que le ofrecían. Pero otros asegurarían que el dios Shiva lanzó centellas por los ojos en lugar de semen, y que seis de ellas cayeron en el lago Savarana para convertirse en seis bebés. Al encontrarlos la diosa Parvati, encandilada por la belleza de los críos, los abrazó con tanta fuerza que terminó por unirlos en un único cuerpo, manteniéndose nada más que sus seis cabezas independientes.

Tūmatauenga

Representación maorí de Tūmatauenga.
Representación maorí de Tūmatauenga.JShookCreative Commons

La deidad maorí de la guerra resulta a su vez en una de las historias más interesantes de la mitología antigua. Cuenta la leyenda que los dioses Rangi (padre del cielo) y Papa (madre de la tierra) yacían al principio de los tiempos entrelazados en un fuerte abrazo que impedía el paso de la luz sobre la Tierra. Obligando a sus hijos, entre los que se incluía Tūmatauenga, a gatear por las tinieblas sin nada que hacer porque nada podían ver. Tūmatauenga, cansado de esta incómoda situación - que tiene un inquietante parecido con la historia de Geb y Nut en la mitología egipcia - y deseoso de que la luz bañase la tierra para él y para todas las criaturas, instó a sus hermanos a que asesinaran a sus padres. Sus hermanos eran más pacíficos que él, sin embargo, y diseñaron un plan diferente para separar a sus padres en lugar de matarlos: Tāne, dios de los bosques y de las aves, se incorporó por primera vez y con la poderosa fuerza de sus piernas consiguió separar a sus padres.

Pero Tūmatauenga no estaba de todo satisfecho con el plan. Molesto porque no le hicieron caso, se dedicó a moldear ingeniosas trampas para cazar a todos los hijos de sus hermanos y utilizarlos a su antojo. Creó trampas para los pájaros que nacieron de Tāne y redes para pescar a los hijos de Tangaroa, incluso consiguió idear la forma de controlar a los hijos de Tāne y Haumia, las plantas y los cultivos. Derrotó a todos los dioses con sus inteligentes invenciones, a excepción de uno: Tāwhirimātea, dios de las tormentas y los huracanes, fue demasiado poderoso incluso para la furia guerrera de Tūmatauenga. Por esta razón Tūmatauenga es el dios de la guerra y también de los actos humanos, ya que los hombres habían aprendido de él los métodos para controlar a las fuerzas de la naturaleza y beneficiarse de ellas. A excepción de las tormentas y los huracanes, los hijos de Tāwhirimātea. Esos todavía se resisten al poder del dios guerrero y sus hijos que son los hombres.