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El Vaticano: cuando la casa de Dios era la casa de una diosa

El uso de la colina Vaticana ha sufrido toda clase de cambios desde sus primeros pobladores etruscos hasta hoy

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Cuando viajo, me gusta enfocar los lugares que visito como un enorme escenario. Un entarimado de madera inmenso y cargado de sonidos y de color, sin cortinas ni focos que lo alumbren más allá del brillo de la luna y la luz del sol. Piense el lector que el suelo que anda pisando en este mismo instante (su casa, el bar, la calle) siempre estuvo allí, no ha cambiado, el escenario que pisamos es el mismo que pisaron Julio César, Jesucristo, Einstein y Napoleón. La única diferencia posible está en el decorado. Un juego divertido cuando viajamos es el de buscar los decorados anteriores del escenario que paseamos. Un día se veía moteado con columnas de mármol y las efigies de importantes conquistadores pero al día siguiente se apagó la luz, entró el enemigo, encendió los fuegos y derribó las estatuas, solo para levantar un nuevo decorado... en el mismo escenario. Uno de los ejemplos más excitantes que podemos encontrar está en el Vaticano.

Una colina muy etrusca

Tumba etrusca Necrópolis Tarquinia, Italia
Tumba etrusca Necrópolis Tarquinia, ItalialarazonAlicia Romay

Nadie sabe con exactitud el origen de la palabra Vaticano. Se conoce que no fue ideada por los primeros cristianos ni por los antiguos romanos, sino por una civilización anterior a todos estos, los etruscos, que básicamente eran un pueblo que habitaba la región de Roma en tiempos anteriores al archiconocido mito de Rómulo y Remo. Unos dicen que estos etruscos enterraban a sus muertos en la colina Vaticana, y que aquí se hallaba una enorme necrópolis destinada a la diosa Vatika. Otros aseguran que en sus laderas crecía una hierba alucinógena también nombrada Vatika. Y que el pueblecito etrusco que habitó por primera vez esta colina se llamaba Vaticum. En cualquier caso, parece que todos aceptamos que el origen del nombre del Vaticano es más antiguo que el propio pueblo de Roma, y que probablemente se lo debamos a los ya desaparecidos etruscos.

En los años que sobrevivió la civilización etrusca, la región de Roma estaba habitada por tres civilizaciones diferentes: los latinos, los umbros y los etruscos. Entonces todos vivieron muy tranquilos y en paz durante siglos (desde el II milenio a. C, según el historiador Heródoto) con sus sacrificios y sus cabras y sus dioses particulares. Luego todo cambió. El escenario necesitaba regenerarse. Dos niñitos abandonados se chocaron con la teta de una loba y su leche debió darles algún tipo de poder, algo ocurrió en torno al siglo VIII a. C porque cuando los niños se hicieron adultos, el que se llamaba Rómulo fundó la ciudad de Roma y mató a su hermano Remo, luego guerreó contra los etruscos y consiguió subyugarlos después de una serie de victorias.

Una obra romana

En cuanto la colina Vaticana pasó al poder de los romanos, el escenario cambió muchas veces y muy rápido. Su uso como necrópolis se mantuvo durante siglos pero, rey tras rey, cónsul tras cónsul, emperador tras emperador, a medida que el propio escenario del mundo se moldeaba y transformaba según los caprichos de los gobernantes de la ciudad del Tíber, la colina Vaticana también se vio obligada a adaptarse a los furiosos cambios que se sucedían.

Hubo un tiempo en que la sangre copaba el aire que hoy huele a incienso, y los gritos de dolor y de piedad cubrían el murmullo de nuestros rezos. Pero no vamos a adelantarnos. Primero deberíamos pasear entre las columnas de la Plaza de San Pedro y tener en mente la imagen de aquella necrópolis siniestra, y quizá podríamos pensar que los indigentes de Roma durante los años de la República, las criaturas despreciables y abandonadas por la sociedad sensata, acudían a este campo de muerte para dormir en paz y prender sus hogueras miserables. Resulta anecdótico que los hambrientos de cuerpo y de espíritu encontraron su refugio primigenio en el Vaticano, tal y como ocurriría mil años después, cuando los seguidores de Jesucristo se hicieron con la colina.

"Nerón y Senéca", escultura de Eduardo Barrón. A Nerón se le atribuye también el suicidio de su maestro Séneca, después de haberlo condenado a muerte.
"Nerón y Senéca", escultura de Eduardo Barrón. A Nerón se le atribuye también el suicidio de su maestro Séneca, después de haberlo condenado a muerte.Eduardo BarrónDominio Público

Los emperadores más sanguinarios también posaron sus pies en la colina, con los fines más caprichosos. Resulta que a los emperadores Calígula (el mismo que obligó a sus hermanas a prostituirse, ejecutó a varios senadores romanos, nombró cónsul a su caballo favorito y se hizo llamar dios por su pueblo) y Nerón (el mismo que mandó asesinar a su madre, ejecutó a varios senadores romanos y al apóstol Pedro, y se suicidó exclamando “¡qué artista muere conmigo!”) les gustaba mucho la colina Vaticana. Parece ser que venían aquí para jugar a las carreras de cuadrigas y matar por el camino a un puñado de esclavos. Y creo que resulta irónico que el mismo hombre que mató a San Pedro fuera un personaje habitual en el escenario del Vaticano durante los primeros años del Imperio. Nerón construyó aquí un circo para su uso privado, incluso, donde se celebraban carreras de cuadrigas y ocurrieron la retahíla de sangre y chillidos que hablábamos antes.

Dato curioso número 189 sobre el Vaticano: el obelisco situado en la Plaza de San Pedro fue traído desde Egipto por el emperador Calígula, y su ubicación original fue el Circo de Nerón. Debieron de frotar mucho esos primeros cristianos, antes de limpiarle toda la sangre de los aurigas y sus caballos.

Su primer uso religioso

Una de las facetas más sorprendentes de los escenarios que se limpian y redecoran es la religiosa. El lector no se sorprenderá al conocer que la Catedral de Córdoba fue antes una mezquita, al igual que decenas de iglesias y basílicas en nuestro país, incluso puede que no le importe saber que las famosas Vírgenes Negras fueron por lo general emplazadas en ubicaciones previamente destinadas a cultos paganos. Pero sí puede sorprendernos saber que el Vaticano, el centro de la cristiandad, la ciudad de Pedro, la mansión de Dios en la Tierra, fuera durante los años del Imperio romano un conocido templo dedicado a la diosa Cibeles. La misma que adora hoy el Real Madrid. Una diosa que los griegos trajeron de Anatolia y que dijeron que apareció por primera vez subida a un carro tirado por leones, rodeada de música brutal, vino y desorden.

Estatua de la diosa Cibeles en Madrid.
Estatua de la diosa Cibeles en Madrid.NakNakNakpixabay

A los romanos les apasionaba la juerga y el vino y la música salvaje que mueve con hilos muy finos los cuerpos tersos y el sudor, entonces parece natural que les gustase tanto la diosa Cibeles. La readaptaron completamente antes de levantarle un enorme templo en la colina Vaticana. Tan famoso era este templo en los años de la antigüedad que las ciudades de Lyon y Mainz también levantaron sus propios templos a Cibeles y los llamaron Vaticanum en su honor. Los romanos decidieron que el origen de la diosa era troyano en exclusiva, organizaron una especie de semana santa en su honor que duraba desde los idus de marzo (día en que asesinaron a Julio César) hasta el 28 de marzo, celebraban carreras de cuadrigas en su honor, sus devotos se azotaban a sí mismos para rociar el altar con su propia sangre... el pack completo. Incluso sus sacerdotes tenían la obligación de guardar el celibato y muchos de ellos se autocastraban para mantenerlo, aunque esta práctica cabalgó entre la legalidad y la ilegalidad dependiendo de qué emperador.

El resto es Historia conocida. La colina del Vaticano, este escenario dantesco y fascinante, se vio empujada a cambiar su decorado una vez más, igual que nosotros reímos o respiramos. El suelo es el mismo, la sangre seca de los aurigas y los mártires todavía puede arrancarse de los terruños de tierra del subsuelo. Cuando el emperador Nerón crucificó boca abajo al apóstol Pedro y lo enterró en la vieja necrópolis, la rueda de la Historia comenzó a girar, como las poleas del paisaje, y sus seguidores cristianos mantuvieron durante siglos en su recuerdo la ubicación del lugar donde su primer pastor fue crucificado: la infame colina Vaticana. Hoy limpia y sagrada. ¿Y mañana? De mañana solo sabemos que el escenario seguirá siendo el mismo.