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Cinco Paradores Nacionales donde tú serás el rey
La cadena hotelera pone a nuestra disposición algunos de los edificios más bellos e históricos de nuestro país
En el mundo de hoy no resulta complicado saltar de la realidad a la fantasía. Las ensoñaciones que tuvimos de niños se transforman lentamente en la realidad de la vida adulta, y de aquí sacamos bocaditos de placer para seguir tirando, de estas ensoñaciones cumplidas. Muchos queríamos ser caballeros de pequeños, caballeros de los de verdad, de los que aguantaban espadas de cinco kilos con una sola mano y rebanaban la cabeza a terribles criaturas escondidas en los bosques, y muchos crecimos en un mundo diferente al de hoy y queríamos rescatar a una princesa, al menos una vez en la vida. Hoy las princesas no necesitan que nadie las salve (hurra por ellas) pero todavía seguimos con el regustillo de ser caballeros, aunque solo sea por eso de rebanar las cabezas de los malos de película.
Podemos jugar a los caballeros en estos cinco Paradores Nacionales, herencia de la genial idea que tuvo el Marqués de la Vega-Inclán en 1926, cuando se le ocurrió que algunos de los edificios más emblemáticos de nuestro país deberían ser disfrutados por todos nosotros. Que todos podemos ser caballeros por un día, marqueses, héroes de cuentos extintos. Y reyes, qué demonio. Y reyes acomodados plácidamente en nuestro castillo.
Parador de Oropesa
Puede verse su excitante figura mientras recorremos la A-5. Su figura inmensa es tal que parece cubrir como un manto de piedra a la famosa localidad toledana. Aquí han ocurrido un buen puñado de batallas, vaya si han ocurrido, entre ellas aquella que enfrentó a los partidarios de Juana la Beltraneja contra quienes apoyaban la candidatura de Isabel la Católica al trono de Castilla. Igual que ocurría en el reino por aquél entonces, el Castillo de Oropesa está hoy dividido en dos partes diferenciadas: el Parador Nacional y una segunda zona destinada a las visitas turísticas, sean huéspedes o no.
Las habitaciones son por norma general de techos bajos, escuetas, supongo que similares a las que habitaban los condes y los poderosos hace muchos años. ¿O creía el lector que todos los ricos de la Historia dormían en habitaciones inmensas y recubiertas de oro? Si lo pensaba, le convendría saber que los faraones egipcios malvivían en chozas de barro porque gastaban todo su dinero en construirse una tumba digna, y los gentileshombres de Castilla soñaban con la gloria en cuartos como este donde hoy soñamos nosotros, los sueños de ayer y de hoy se amontonan en estas habitaciones hasta que parecen a punto de estallar.
Parador de Jarandilla de la Vera
Uno de los mejores lugares para proponerte en matrimonio es además el lugar ideal para sentirnos reyes, otra vez. La enredadera de buganvillas en su arco de entrada ya nos avisa de que nos disponemos a entrar en una categoría de alojamiento superior, cuidado por su excelente personal y sanador para nuestro espíritu. Y tiene su mérito irse a dormir en un castillo construido en torno al siglo X, aunque más mérito tendrá el excelente estado en que está conservado. El que no consiga sentirse rey aquí, no lo conseguirá en ningún otro lugar.
Este es el punto de partida ideal para explorar los alrededores de la comarca de La Vera, hogar del famosísimo pimentón de la vera y muchas otras delicias más. El punto de inicio para un viaje cargado de romanticismo a las puertas del Monasterio de Yuste, donde el emperador Carlos I dedicó sus últimos años de vida. Porque un monarca de verdad no se limita a vivir en castillos espectaculares, sino que también necesita descansar; y si tú eres rey hoy, pues también necesitas descansar. ¿O no?
Parador de Lerma
Sabiendo que en durante la Edad Moderna en España solo los reyes tenían permitido edificar estructuras con cuatro torres, aquí viene una graciosa anécdota sobre el Palacio Ducal de Lerma: cuando Francisco de Sandoval y Rojas, I duque de Lerma, comenzó la construcción de este edificio magnífico, escribió a Felipe III solicitándole permiso para edificar dos torres, a lo que el rey accedió. Cuando el monarca apareció para visitar el palacio recién construido, y descubrió que tenía cuatro torres edificadas en lugar de solamente dos, se enojó considerablemente, a lo que el astuto duque contestó: “dos me corresponden por ser duque y otras dos que Vos me concedisteis”. Entonces ahora sí que podemos decir que cualquiera que duerma en el Parador de Lerma está viviendo como hacían los reyes.
Las vistas desde algunas de las habitaciones roban el aliento incluso a los ladrones. El patio interior, inmenso cuando nosotros somos pequeñitos, supone un espectáculo de regocijo. El jardín, coloreado con los colores negros y rápidos de las golondrinas, significa un remanso de paz ideal para sorber a ratos la copa de vino que creció en los viñedos burgaleses, no demasiado lejos de donde descansamos ahora.
Parador de Jaén
El día en que el emperador romano Majencio ordenó torturar a Santa Catalina, utilizando para este acto infame una rueda sembrada con cuchillas, ocurrió el milagro, y la rueda destinada a acabar con Santa Catalina se quebró. Por eso la rueda es ahora uno de lo símbolos más relacionados con la mártir, y por eso Santa Catalina ocupa un lugar especial dentro del credo cristiano. Diez siglos después del asesinato de la santa alejandrina, las tropas de Fernando III el Santo reacondicionaron una vieja alcazaba musulmana en Jaén y quisieron otorgarle el nombre de esta mujer impresionante.
Las vistas, como puede imaginarse, son igualmente impresionantes. La rueda gira y gira y gira y cuando está a punto de quebrarse aparecemos aquí, como movidos por un tipo de milagro. Es en ese momento preciso cuando la rueda se quiebra y nosotros somos reyes sin tierra, igual que Juan, y este poder que nos concede el Castillo de Santa Catalina, exento de las obligaciones habituales de un soberano, suponen el detalle ideal que hace de nuestra estancia una sabrosísima. Y fíjense que las tropas de Napoleón dinamitaron el castillo durante su retirada, pero un pedazo se salvó y ahora queda listo para nuestro disfrute.
Parador de Sigüenza
Esta enorme mole de piedra no puede fallar en el itinerario de los reyes. Porque es el castillo de los reyes que nunca llegaron a serlo del todo, como nosotros. Resulta que entre la turbamulta de guerras que afectaron a esta edificación maravillosa, nos encontramos con la Guerra de la Sucesión española, cuando el Castillo de Sigüenza sirvió como cuartel general para el fallido pretendiente a la corona, el Archiduque Carlos de Habsburgo. Supongo que él también quiso sentirse rey durante una temporada, aunque luego tuvo que salir con el rabo entre las piernas de vuelta a su otro castillo en Austria.
Tras el derrumbe del castillo por obra de las tropas napoleónicas, este tuvo que ser restaurado casi por completo; eso sí, utilizándose las mismas piedras de su construcción original. No sería hasta 1978 que se abrieron sus puertas como Parador Nacional, después de haber sido inaugurado por Juan Carlos I y la reina Sofía. El parking tiene espacio para un ejército de coches, la comida que sirve su restaurante es digna de la realeza más fastuosa, las sensaciones que merodean por nuestra cabeza durante las horas nocturnas son de solidez y de riqueza. Es un castillo hecho para los reyes, también para los que todavía procuran serlo. Un lugar ideal donde transformarnos en reyes, aunque sea solo por un día.
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