Hostelería
No hay duda de que Bruce Springsteen tiene una relación especial con San Sebastián. Sobre todo, con su comida. Cada vez que la ha visitado, no ha podido resistirse a algunos de sus productos estrella. Los conoció casi sin querer: el día que improvisó su cumpleaños en el restaurante Bokado (Jacques Cousteau Plaza, 1), justo en frente de la bahía de La Concha. Con el mismo sigilo con el que llegó, se comió una lubina acompañada por varias verduras de temporada. Desde entonces, cada vez que pisa suelo vasco, no puede evitar repetir la fórmula una y otra vez: de primero, un surtido de jamón, unos pimientos de Guernica y una ensalada de bogavante; de segundo, su pescado favorito en salsa verde; y de postre, tarta de queso con helado de cáscara de naranja y vainilla. Sin olvidar el chacolí.
Con vistas a la isla de Santa Clara y sobre el primer Aquarium inaugurado en España (1928), se encuentra la casa del chef vasco Mikel Santamaría. Un privilegiado emplazamiento junto al casco viejo para un recinto que posee una doble función: el bar con terraza donde disfrutar de la oferta más informal y el restaurante gourmet, con un impactante reservado en el primer piso para 12-14 personas.
Mesa reservada
Todos los espacios poseen bonitas terrazas para disfrutar del paisaje marino en todo su esplendor, las mismas que se convierten en enclave único para disfrutar de los festejos marineros de la ciudad. A pesar de ello, el cantante de Born in the USA siempre prefirió estar en el interior a la hora degustar unas cocochas. El ambiente, la calidad y la tranquilidad que encontró entre sus paredes le dejó completamente enamorado. Desde entonces, en Bokado le guardan mesa cada vez que anuncia un concierto. Por si acaso se le ocurre ir.
La primera vez que lo visitó, quedó fascinado. Lo que le llevó a mandar, una semana después, un cheque de mil dólares. Era una propina añadida del Boss en reconocimiento a lo bien que lo había pasado con su familia. Una sensación que pudo repetir en, al menos, cinco ocasiones conocidas y antes de sus multitudinarios conciertos. A él, acudía tras un baño en la playa de Ondarreta o tras un descanso en el María Cristina. En este clásico se ha hospedado siempre que ha visitado la capital vasca, salvo en una ocasión, que durmió en el Hotel Du Palais, de Biarritz.
En aquella ocasión, lo hizo precedido por una divertida anécdota: una de las trabajadoras de Bokado era fiel seguidora del músico de Nueva Jersey, por lo que el dueño del restaurante se lo comunicó. Casi de inmediato, se levantó, bajó a la cocina y se presentó. Otra vez, improvisó un pequeño concierto. Lo que empezó con un par de acordes entre los asistentes acabó con toda la cristalera llena de curiosos observando algo que parecía imposible.
Desde allí se fue a practicar surf a La Zurriola, compró chucherías en Sagués y tomó un pacharán en el centro histórico. De hecho, en el este último establecimiento, Morga, tuvo el detalle de firmarles una dedicatoria en la pared. Su cercanía y su campechanía han brillado siempre que se ha acercado a este destino. En su última visita, por ejemplo, cenó con su madre en el restaurante Illarra, del chef Joxean Eizmendi. Tras degustar en la terraza unas piparras con un poco de jamón y una botella de Rioja alavesa, probaron ya en la mesa guisantes, verduras a la parrilla, hongos con huevo y no faltaron de segundo las cocochas de merluza, rodaballo y chuletón. Y, para acabar, torrijas y queso idiazábal. Todo un cóctel culinario que duró algo más que tres horas, casi lo mismo que su repertorio en directo.