Destinos
El Camino Portugués por la costa, el regalo de recorrer un lienzo
Esta ruta xacobea, en su tramo por Galicia, permite a los peregrinos descubrir la belleza de las Rías Baixas sin apartarse de la esencia del Camino.
«Camina lento, no te apures, que a donde tienes que llegar es a ti mismo», esta frase del filósofo José Ortega y Gasset recoge el alma de todas las rutas del Camino de Santiago, pero a su significado hay que añadirle la íntima conexión que durante el peregrinaje se produce con la naturaleza y el entorno, algo muy tangible en el Camino Portugués de la Costa. Se dice de esta Ruta Xacobea que es una de las más fáciles de recorrer físicamente hablando, pero si es tan preciada no es por esa razón, sino porque la mayoría de su recorrido es de una belleza idílica. Pasarelas de madera que cruzan playas por encima de zonas de dunas, paseos marítimos y bonitos pueblos costeros son característicos de este Camino, sin olvidar que el regalo que el mar hace al sentido de la vista es inestimable, por ejemplo, en su parte gallega nos permite conocer su preciosa costa desde el norte de Portugal hasta Pontevedra, donde ya se vuelve completamente interior. Si venimos de Portugal entraremos a Galicia atravesando el río Miño bien en ferry, taxi boat o en el nuevo barco —eléctrico— que acaba de inaugurar la Xunta de Galicia.
Las tierras gallegas nos reciben con un histórico edificio que fue el Colegio Jesuita de A Pasaxe en Camposancos hasta que se trasladó a Vigo, y que durante la Guerra Civil fue un campo de concentración del régimen. Acto seguido, nos adentraremos en un precioso sendero por un bosque, bordeando el Monte de Santa Tecla, que, con una altitud de 314 metros, es un mirador maravilloso desde el que se puede contemplar unas vistas increíbles tanto de la costa gallega, del pueblo de Aguarda, que es donde empezaremos nuestra ruta, como de la costa de Portugal. Pero, y sobre todo, la panorámica más imponente será la del delta y la desembocadura del río Miño.
Si uno hace este Camino, subir a este monte es imprescindible, es una de las joyas de esta ruta xacobea, en él no solo disfrutaremos de panorámicas inolvidables, sino que en él se encuentra parcialmente excavado uno de los castros —un poblado celta del siglo IV-V a. C.— mejor conservados de toda Galicia.
Ante todo, dividamos los aproximadamente 160 kilómetros de este Camino que transcurre por tierras gallegas en las etapas más clásicas: A Guarda-Baiona (29 km); Baiona-Vigo (23 km); Vigo-Redondela (16 km), Redondela-Pontevedra (20 km); Pontevedra-Caldas (22 km); Caldas-Padrón (19 km); Padrón- Santiago de Compostela (25 km). En este artículo describiremos hasta la llegada a Redondela, que es donde se une con el Camino Portugués, volviéndose en este punto aún más concurrido.
De A Guarda a Baiona
Salimos de A Guarda y lo que nos encontramos es un Camino pegado a la costa, serpenteando al sur de las Rías Baixas. Por esta zona, los bosques que nos encontraremos serán de pinos y eucaliptos, algún mirador para contemplar la costa, y otros tramos que, aunque pegados a la carretera, tienen vistas tan espectaculares que los hacen especiales. Uno de los sitios mágicos es cuando llegamos a la localidad de Oia, un pueblecito turístico de veraneo que se caracteriza por su hospitalidad al peregrino y por su Real Monasterio Cisterciense de Oia del siglo XII; construido frente al mar, es un lugar indescriptible y portentoso.
Continuaremos y cruzaremos varios campings donde se puede parar a descansar y tomar algo, y seguimos por Porto Mougás, Pedra Rubia, A Ermida… y justo después el tramo más duro de todo este camino, una cuesta que nos ofrecerá unas increíbles vistas de cara al Faro de Cabo Silleiro. Continuamos y cruzamos un tramo de una naturaleza increíble que contrasta con toda la costa pegada al mar que nos ha ido acompañando. Esta naturaleza nos llevará al pueblo de Baredo, que alberga un mirador desde se puede contemplar la población de Baiona, la ría de Vigo y las idílicas Islas Cíes. Llegaremos a Baiona pasando cerca de la Ex Colegiata de Santa María, de estilo románico del siglo XII. De esta ciudad destaca su puerto deportivo, sus ferris que salen para visitar las increíbles Islas Cíes y, por supuesto, el ambiente de su paseo marítimo.
Desde Baiona a Vigo
Partimos de Baiona por una antigua calzada romana que nos llevará al paseo marítimo y llegaremos al Puente Románico del siglo XIII de A Ramallosa, donde tendremos que elegir una de las dos opciones: el Camino oficial por el interior, menos transitado pero más exigente; o el Camino litoral en compañía del mar, su brisa, sus atardeceres y puestas de sol. En esta ocasión tomamos el del litoral, con lo que iremos de playa en playa, Playa América, Playa de Panxón, Playa de Patos, Playa de las Canas, sin olvidar la de Canido, la del Vao y la de la población de Oia. Pasaremos el río Lagares, y ya entramos en la playa más famosa de esta etapa, Samil. Desde Samil tan solo tendremos que bordear la costa para llegar a la ciudad, en la que basta con subir por alguna calle perpendicular para llegar al casco viejo, donde se encuentra la concatedral de Santa María y la Plaza de la Constitución. Podríamos decir de estos 23 km que en ellos el peregrino conecta profundamente con la belleza de la costa gallega de una forma única y personal.
De Vigo llegamos a Redondela
Comenzamos aquí una de las etapas más cortas de todos los Caminos, a pie no se tarda en recorrerla ni cuatro horas, pero cada centímetro de ella deja huella en el peregrino. Marchamos de la ciudad más grande de Galicia, dirección a la famosa ruta natural de la Senda del Agua, por la que caminaremos varios kilómetros y en la que no encontraremos núcleos urbanos, tan solo nosotros y la naturaleza. Esta etapa es extremadamente bonita, con unas maravillosas vistas a la ría de Vigo, con las bateas, conserveras, el puente de Rande y la isla de San Simón —declarada Bien de Interés Cultural—. Este itinerario en sí es tierra y bosque con alguna cascada, pero lo que más lo caracteriza es la paz y tranquilidad indescriptible que lo envuelve.
Entraremos en Redondela por el lado izquierdo del Pazo de Vilavella, donde se une al Camino Portugués, y desde aquí peregrinos de uno y otro Camino continúan juntos hasta Santiago. Como dato, hay que destacar que esta villa atesora un excelente patrimonio natural repleto de espacios mágicos, salvajes y protegidos, por lo que ofrece un abanico de posibilidades para el deleite de los sentidos, y como curiosidad, su nombre proviene por la forma en la que está rodeada por el mar y las montañas; es realmente una población pintoresca y bella.
Como hemos dicho al inicio, esta ruta xacobea tranquila y privilegiada por los paisajes que atesora, está ganando cada vez más adeptos entre los peregrinos, así que si quiere descubrir por qué es tan especial, no lo dude y ¡buen camino!
Más información en la web oficial El Camino de Santiago.
✕
Accede a tu cuenta para comentar