Ruanda

Kabakobwa, la isla ruandesa donde se abandonaban hasta su muerte a las mujeres embarazadas

Hasta 1959, esta las mujeres que quedaban encintas antes del matrimonio eran llevadas a esta isla, donde morían de inanición al cabo de pocos días

Isla de Kabakobwa.
Isla de Kabakobwa.Alfonso Masoliver

Recién terminada la estación de lluvias, la isla de Kabakobwa apenas sobresale de las aguas del lago Kivu como lo harían un puñado de rocas olvidadas por el manso oleaje. No puede apreciarse una brizna de hierba, nada. Las olas cubren y destapan este pedazo desgarrador de la historia ruandesa, conocido entre los lugareños por ser la isla donde eran abandonadas las mujeres que quedaban embarazadas antes del matrimonio. El padre de la desafortunada era el encargado de llevarla en barca hasta Kabakobwa (cuyo nombre significa, literalmente, “la isla de las chicas”), donde era abandonada hasta su muerte por inanición.

Las mujeres más ancianas de la región recuerdan con escalofríos el uso que se daba a la isla hasta 1959. Les trae recuerdos de consecuencias atroces y embarazos envueltos en un aire de terror. En aquella época, una mujer que quedase embarazada cuando aún residía en el hogar paterno se veía como una vergüenzacapaz de traer desgracias inimaginables a todo el núcleo familiar. Los progenitores de las víctimas, preocupados por estas consecuencias, no veían otra solución que abandonar a sus jóvenes hijas a la suerte inevitable de la isla Kabakobwa. La tradición ruandesa especificaba que una mujer embarazada no podía contraer matrimonio, mientras el propio individuo causante del embarazo tampoco mostraba interés alguno por desposar a la amante mancillada. Y, en caso de estar finalmente interesado, este debía pagar el doble de la dote habitual a cambio de casarse con la mujer embarazada. Algo que, por lo general, terminaba por arrebatar todo el interés que mostró el pretendiente.

Y si el hombre deseaba aun así casarse con ella, entonces se pregonaba por toda la localidad que fulanita de tal, hija de fulano de tal y que casaría con mengano pascual en tal día, no era una virgen y desposaba impura y embarazada.

La única solución aparentemente pasaba por abandonar a las muchachas. La tradición oral ha tergiversado algunos puntos de la historia, ya que los pescadores de la zona aseguran que las mujeres embarazadas no eran abandonadas para morir, sino que hechiceros procedentes de la orilla congoleña del lago Kivu eran los encargados de recogerlas de la isla. Estos hechiceros las llevarían a lugares alejados hasta el término del embarazo, cuando las mujeres humilladas podían regresar de vuelta a sus hogares con la criatura recién nacida colgándoles de la espalda.

Este blanqueamiento de la historia, sin embargo, contiene tintes de verdad. Se supone que los pescadores congoleños rescataban en ocasiones a las mujeres abandonadas, dicen que atraídos por la belleza de las ruandesas. Sin mostrar una parsimonia desmesurada, desposaban a estas mujeres repudiadas por los suyos, aceptando, de alguna manera, a los niños bastardos como hijos propios.

Sin embargo, la terrible realidad que sufrieron durante siglos la mayoría de las mujeres ruandesas abandonadas viene impresa en la fría apariencia de la roca de Kabakobwa, nada más que piedra desnuda y húmeda, donde conseguir alimento para sobrevivir es del todo imposible. Únicamente los pescadores ruandeses que pasaban ocasionalmente cerca de la isla podían liberar a las mujeres del oprobio o de la muerte. Pero el riesgo que corrían por rescatarlas era enorme: no sólo convendría en un insulto a la familia de la muchacha, sino que temían que la mala suerte gestionada durante el embarazo podía caer sobre ellos, en caso de rescatar a la mujer castigada.

Los padres de las castigadas regresaban al cabo del tiempo para comprobar la muerte de sus hijas. Si no encontraban el cadáver, daban por supuesto que los pescadores congoleños se habían llevado a la muchacha, lo que significaba que su hija había encontrado marido, restituyendo así su honor en la medida de lo posible. Curiosamente, a las mujeres rescatadas por los congoleños sí que se les permitía regresar de visita al hogar paterno, haciendo como si su propio padre no hubiese intentado asesinarlas.

Esta es una historia curiosa y espeluznante del lago Kivu, en Ruanda, en uno de los destinos turísticos más populares del país. Es un recuerdo del pasado que ahora desgastan las perezosas olas.