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Brujas, doce horas bastan para enamorarse de ella

Rodeada aún por tramos de su antigua muralla, la ciudad de Brujas atesora maravillosos edificios, calles, canales y plazas.

Lago Minnewater
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Rodeada aún por tramos de su antigua muralla, la ciudad de Brujas atesora maravillosos edificios, calles, canales y plazas.

Rodeada aún por tramos de su antigua muralla, la ciudad de Brujas atesora maravillosos edificios, calles, canales y plazas. Alberga museos, mercados e iglesias. Conserva antiguos carruajes, chocolaterías y tradicionales tiendas. Es, en sí misma, un parque temático que evoca la plenitud de la Edad Media.

Quizás por su proximidad con Bruselas –90 kilómetros– Brujas suele ser visitada desde la capital belga por tan solo un día sin pernoctar en ella. Es cierto que es posible recorrer en poco tiempo sus callejuelas, navegar sus canales, percibir la mística de sus iglesias, subir sus torres, tocar su niebla, sentir su lluvia, aspirar su aroma, degustar sus sabores...: enamorarse de ella. Todo eso puede ocurrir en doce horas.

Una ciudad que no se parece a ninguna otra

Antes de acceder al interior de la ciudad, la visión del Lago Minnewater envuelve en una atmósfera romántica que predispone a maravillarse al oír ecos de carruajes en adoquinadas aceras, al vislumbrar viejas casonas de ladrillo reflejadas sobre el agua, al contemplar la belleza de pequeños puentes de piedra, al observar la arquitectura de casas gremiales culminadas por hastiales triangulares iconos del esplendor de Brujas y su comercio... Brujas es una ciudad que no se parece a ninguna otra.

Tras el lago, un beaterio fundado en el año 1245 esconde un conjunto de casitas blancas a la sombra de álamos cuyas ramas se elevan sin sentir tristeza por la distancia que las separa de la tierra. En él, un pequeño museo explica la historia y forma de vida de las antiguas beguinas. El recinto lo habitan actualmente monjas benedictinas. Es un lugar que transmite serenidad y calma, reflejo de aquellas mujeres que adelantadas a su época aprendieron a controlar las inquietudes que las podían llevar a la hoguera.

El corazón de Brujas

La Grote Markt es la plaza central y corazón de Brujas. Al acercarse a ella se dibuja en el skyline brujense uno de sus símbolos: el campanario Belfort. Ligeramente inclinado hacia la izquierda data del siglo XIII y alcanza 83 metros de altura. Es una perfecta atalaya que se alcanza a través de una estrecha escalera la cual a veces vibra por el tañer de las campanas que se encuentran al final de ella.

Cerca se halla la Plaza del Burg, con el imponente ayuntamiento del siglo XV, el más antiguo de Bélgica. En la esquina del lateral derecho de esta plaza se encuentra la pequeña Basílica de la Sangre Santa del siglo XII. En su interior la penumbra propicia percibir las creencias religiosas.

Edificios que destacan

El sitio más visitado de Brujas tal vez sea la Iglesia de Nuestra Señora. Sus 122 metros convierten a este templo en el segundo edificio de ladrillo más alto del mundo. Pero es una escultura de mármol blanco, conocida como la Madonna de Brujas y realizada en 1504 por Miguel Ángel, lo que confiere a este templo el poder de que su existencia traspase fronteras.

Otro oratorio religioso que destaca es la catedral de San Salvador, la iglesia más antigua de Brujas. Posee una torre coronada por una aguja gótica. El templo, a pesar de haber sufrido numerosos incendios, se erige solemne ofreciendo un rico patrimonio de tapices, pinturas y arquitectura.

En cada rincón de Brujas...

Las horas pasan a pesar de que el tiempo en Brujas se detuvo hace siglos. Un tic-tac imparable suena en cada calle, frente a cada fachada de estrechas casas, en el interior de cada jardín que la ciudad guarda, sobre cada puente que una leyenda narra... En cada rincón de Brujas se toma conciencia de que doce horas, setecientos veinte minutos, cuarenta y tres mil doscientos segundos no bastan para conocerla, pero sí para enamorarse de ella.