H10 Art Gallery: cuando el arte se convierte en estancia

Enric Granados, una de las avenidas más encantadoras del Eixample barcelonés —repleta de sofisticados locales de restauración—, alberga el H10 Art Gallery, un hotel de cuatro estrellas superior que poéticamente fusiona arte, hospitalidad y gastronomía. Al cruzar el umbral, uno no solo entra en un alojamiento, sino en una galería. En el lobby, originales y litografías de pintores como Joan Miró y Miquel Barceló dan la bienvenida, preludio de un recorrido visual que se despliega por cada planta, cada pasillo y cada habitación, homenajeando a nombres como Antoni Tàpies, Francis Bacon, Henri Matisse, Roy Lichtenstein o Andy Warhol.
Este fiel compromiso con el arte le valió a este establecimiento la distinción «Hotel Cultural» por parte del Gremi d’Hotels de Barcelona, un reconocimiento a la calidad y singularidad de su propuesta. Su filosofía se concreta también en el Espacio Art Corner, abierto al público, donde se organizan exposiciones temporales que invitan a residentes y visitantes a descubrir propuestas contemporáneas.

Dentro de esta atmósfera cargada de sensibilidad, la gastronomía ocupa un lugar central y se integra en el relato artístico. En el amplio restaurante Modern Art, un espacio de diseño absolutamente maravilloso, los desayunos se presentan en un buffet elaborado con productos naturales de primera calidad, acompañados de opciones a la carta, todo con la luz cálida que entra por su pared de cristal y conecta con la Terraza L’Olivera, un rincón verde presidido por un olivo centenario.

L’Olivera: gastronomía relajada bajo el arte y la sombra

Más que una prolongación del hotel, este espacio semioculto y tranquilo actúa como una pausa natural dentro del ritmo urbano; la terraza combina vegetación mediterránea, mobiliario sobrio y un ambiente sereno que dota al conjunto de una placidez impagable. Aquí es donde se despliega la propuesta gastronómica más versátil y continua del hotel. Una carta pensada para adaptarse a cualquier hora del día, desde un almuerzo ligero hasta una cena informal, pasando por una copa tranquila al atardecer. Es cocina sin pretensiones, pero con criterio: productos de calidad, preparaciones sencillas y una ejecución cuidada.
La sección de aperitivos para compartir ofrece clásicos reinterpretados con un punto cosmopolita. Las croquetas de jamón ibérico o de gambas, los tequeños de queso con salsa sweet chili, o las gyozas de verduras al vapor comparten protagonismo con propuestas más frescas como los nachos con guacamole y cheddar, o las patatas bravas de corte tradicional, pero con alioli suave y picante bien medido. Entre los platos principales, hay opciones frescas y ligeras como el poke de arroz y quinoa con salmón, edamame, zanahoria y aguacate, el hummus con falafel y pan de pita, o la ensalada de queso de cabra. También destacan los imprescindibles del recetario mediterráneo, como el jamón ibérico con pan con tomate o el carpaccio de ternera con piñones y parmesano.
La carta se completa con una selección de sándwiches —del clásico «bikini» al de atún con vegetales y huevo—, pizzas artesanas como la de champiñones con jamón york o la de atún y cebolla, y una hamburguesa de ternera de Girona de 200 gramos, que sirve como recordatorio de que aquí se cocina con identidad local.

Cócteles para todos los gustos

La propuesta de bebidas está igualmente cuidada. La carta de cócteles de autor aporta un toque sofisticado al conjunto, con mezclas equilibradas y bien pensadas. El French 75, con ginebra, licor de flor de saúco y cava, marca una nota elegante; el Mexican Passion, con tequila, fruta de la pasión y un toque de pimienta, aporta exotismo sin excesos; y el Mango Ginger Caipi, a base de cachaça, mango fresco y jengibre, ofrece una versión atrevida de un clásico brasileño. También hay espacio para combinados dulces y cremosos como el Black Island Coffee, que mezcla ron añejo, espresso y chocolate, o el refrescante Barcelona Spritz, reinterpretación local del italiano.

Todo ello se sirve en un ambiente que invita a bajar el ritmo: mesas rodeadas de vegetación, servicio discreto pero atento, y una estética que respira la misma sobriedad elegante que define al resto del hotel. Y lo mismo se puede decir de Bar Pop Art, ubicado en el lobby y concebido como un rincón ideal para alargar la mañana o introducir la tarde con un café, una copa o una creación firmada por su carta de tapas y cócteles. Asimismo, para quienes buscan evadirse, en la séptima planta se encuentra la Terraza Inspire, un oasis urbano equipado con plunge pool y hamacas. Además, atiende a los deseos de relajación con un servicio de bebidas y snacks directo desde la app del hotel, todo con vistas al skyline barcelonés.

Ubicación inmejorable

En las 91 habitaciones —que van desde Junior Suites espaciosas y elegantes hasta las Deluxe Atrium o las superiores con balcón—, el cuerpo y la vista se depositan en un entorno de líneas depuradas, productos Rituals, minibar, cafetera Nespresso y Smart TV de 42″. Las Junior Suites, con sus 46 m², disponen además de sala de estar, ducha efecto lluvia y bañera de hidromasaje, mientras que las habitaciones más sencillas conservan un encanto elegante y funcional, a veces con vistas al típico patio de manzana del Eixample.

La ubicación es estratégica: a un paso del glamour del Passeig de Gràcia, de joyas modernistas como La Pedrera y la Casa Batlló, pero también dentro de un entorno residencial exclusivo que late al ritmo pausado de cafeterías y terrazas de proximidad. Esto permite al huésped vivir el latido cosmopolita de Barcelona sin renunciar a la serenidad. Para completarlo, el hotel dispone de instalaciones como gimnasio, «business corner», salas modulables para eventos de hasta 80 personas, parking y dos terrazas —incluida una chill out— donde la luz y el silencio construyen contrapuntos al bullicio urbano. Todo bajo el paraguas del programa Stay Green: energía 100 % renovable, agua caliente solar, cargadores para vehículos eléctricos, mobiliario digital para reducir el papel y reciclaje responsable, en línea con una visión de turismo sostenible certificada y comprometida.

En conjunto, los diferentes espacios del hotel, por medio de sus restaurantes, terrazas y paredes que actúan como un auténtico museo, logran algo que no es tan común en hoteles urbanos: convertirse en una extensión coherente del espíritu del lugar y fundir arte, diseño, atención al detalle y respeto por el tiempo del comensal y huésped.