Norwegian Spirit
De Hawái a la Polinesia Francesa: el crucero que conecta el paraíso
Nos embarcamos en el Norwegian Spirit para viajar desde Honolulu a Tahití visitando las islas con más encanto del triángulo polinésico. Un sueño hecho realidad.
La Polinesia representa el destino soñado para todo turista ávido de naturaleza, espiritualidad y sosiego. La perfecta representación del paraíso que se encuentra en el imaginario de todos. Paisajes de ensueño, playas de agua cristalina, volcanes, cascadas, arrecifes, montañas escarpadas y una fusión cultural que hacen de este crisol de islas en medio del Pacífico una parada obligada. Nos embarcamos en una apasionante aventura a bordo del Norwegian Spirit, uno de los buques insignia de la naviera Norwegian Cruise Line, para recorrer algunas de las islas que conforman el triángulo polinésico, cuyos vértices se localizan en Hawái, Nueva Zelanda y la Isla de Pascua.
Embarcamos en Hononulu, la capital hawaiana, donde el impresionante barco permanece atracado a la espera de los cruceristas que comienzan esta odisea por las antípodas en un auténtico hotel flotante, cargado de diversión y buena gastronomía. La primera parada es en Nawiliwili, en la isla hawaina de Kauai o más conocida como la «Isla Jardín» por su exuberante vegetación y montañas afiladas, la más antigua del archipiélago. Allí atracó el conquistador Thomas Cook en la segunda mitad del siglo XVIII convirtiéndose en el primer europeo en pisar estas islas del Pacífico.
Las islas de Hawái
Desembarcamos y nos subimos a un autobús rumbo a uno de los mayores reclamos del lugar: el cañón de Waimea. Coronado como «el gran cañón del Pacífico», esta joya de la naturaleza deslumbra con sus mágicos colores y serpenteantes tallados fruto de la erosión natural que hacen una digna competencia al popular Cañón del Colorado. Impresiona su altura y cautivan sus tonalidades que varían en función de la luz. Las cimas rojizas maridan con los verdes vegetales que colman sus desfiladeros. Los más intrépidos pueden hacer trekking por el corazón de Waimea. Son tantos los atractivos de esta isla que no suena extraño que Hollywood eligiera Kauai para rodar «Parque Jurásico» o «En busca del arca perdida».
No se asombren si mientras caminan por la isla, se cruzan con gallos por las carreteras o caminos, es otro de los atractivos isleños, así como sus grandes plantaciones de caña de azúcar y piñas. Antes de regresar al Spirit, hacemos un receso en la playa de Kalapaki para darnos un baño y observar cómo los surferos disfrutan de las buenas olas.
Nuestro crucero se pone en marcha para alcanzar otro de los platos fuertes de esta idílica ruta: Hilo, en Big Island. Allí nos imbuimos en el espíritu aloha de esta isla, la más grande de Hawái, donde se esconde uno de sus principales tesoros, el volcán de Kilauea. De hecho, ha estado erupcionando hasta el día anterior a nuestra visita. Aún rezuman los gases subterráneos y se aprecia el calor de la lava recién depositada. A diferencia de los volcanes a los que solemos estar acostumbraos, el de Kilauea no presenta una forma cónica, sino que se extiende en horizontal y sorprende con numerosas erupciones a lo largo del año.
En 2023 ya lo ha hecho en tres ocasiones. Realizamos una caminata bordeando la caldera y pisando sobre lava milenaria donde la vida busca su lugar a través de la piedra volcánica. Brandon, nuestro guía, nos habla del árbol de ohia lehua hawaiano, endémico de este lugar, que echa raíces sobre esta piedra cristalina y cenicienta que conforma un paisaje lunar.
No podemos abandonar Hawái y poner rumbo a la Polinesia Francesa sin visitar otra de las grandes joyas hawaianas, Maui, arrasada por el fuego en su costa este y que sobrevive a la caída turística. Más allá de la zona afectada y la supervivencia de aquellos que han tenido que salir huyendo de las llamas, la isla espera con ansia la llegada de nuevos visitantes. «Los únicos que nos dan trabajo ahora son los turistas que llegan en cruceros, son los que nos están permitiendo salir adelante después de esta tragedia. La isla, salvo la zona este, está en buenas condiciones, pero hay quien tiene miedo a venir todavía, aunque no hay motivo para ello», apunta el taxista John. Hacemos una parada en la playa de Baldwin, un absoluto paraíso terrenal de arena blanca y kilómetros de playa virgen y agua salvaje.
Polinesia Francesa
Ahora sí, iniciamos una travesía de cuatro días por el Pacífico hasta la tierra que enamoró a Paul Gauguin: la Polinesia Francesa. Un archipiélago conformado por 118 islas, la mayoría salvajes y deshabitadas, cuyo tamaño es igual al del continente europeo. Solo 67 están habitadas. Los días en alta mar transcurren entre el embaucador silencio del océano, chapuzones en las piscinas del Spirit y la degustación de deliciosas propuestas culinarias en los restaurantes especialidad del crucero. Los toques de cocina francesa de Le Bistro hacen competencia a las suculentas carnes del Cagney’s Steakhouse, aunque sin duda la experiencia más excitante es la del show gastronómico del Teppanyaki , donde el chef de este japonés hibachi sorprende con cada movimiento de cuchillo.
Aprovechamos también para asistir a un encuentro con el capitán, Stefan Nording, que nos cuenta los secretos de su «mansión» flotante. Entre otras cosas, relata cómo en el crucero se produce «nuestro propia agua», su compromiso con el medio ambiente, así como el modo en que gestionan los residuos. Una tripulación conformada por más de 30 nacionalidades hace que cada día, en el Spirit, te sientas como en casa.
Atravesamos el ecuador, celebramos la ceremonia del bautismo y un certificado a cada pasajero atestigua el paso por el paralelo 0.
De pronto se nota como el buque comienza a reducir la velocidad. De los 20 nudos pasamos a los ocho. Llegamos a las islas de la Sociedad, uno de los cinco archipiélagos de la Polinesia Francesa. Navegamos entre numerosos «motus», esos pequeños islotes, pedacitos de tierra, en medio del mar, hasta donde los turistas se trasladan en barquitas para disfrutar de estos placeres remotos. Los «selfies» aquí cotizan al alza. Raiatea es nuestra primera parada, la isla donde se halla el origen de la cultura polinésica, el corazón de las islas de Thaití.
Allí se puede visitar el marae sagrado de Taputapuatea, «la meca» de los ciudadanos de la Polinesia a la que peregrinan con frecuencia para «encontrarse» con su historia. Este «paraíso lejano», sede del poder religioso y político de todo el Triángulo Polinesio, está coronado por el pico de Temehani y en sus aguas, para quienes deseen sumergirse en ellas, se haya una rica y sorprendente fauna entre la que sobresalen los tiburones de punta negra y las rayas gigantes.
Nosotros dejamos las inmersiones para la visita a Moorea, sin duda el mayor reclamo actual para los amantes de lo insólito. Mientras que es Bora Bora la que se lleva la palma reputacional entre los extranjeros, esta isla supera con creces las expectativas de la isla vecina. En Moorea escalamos la Montaña Mágica desde cuya cima se aprecian los encantos terrenales de este enclave, nos sumergimos entre la frondosa vegetación de su selva y divisamos el Bali Hai, el pico más emblemático de esta majestuosa isla. Nos lanzamos a sus aguas cristalinas para nadar entre tiburones, tortugas, peces de colores imposibles y corales dignos de exposición.
No hay literatura ni pintura que esté a la altura de lo que se experimenta al pisar estas islas recónditas. Aunque Gauguin y Stevenson, entre otros, lo intentaron, lo cierto es que no hay palabras ni pinceladas que puedan hacer justicia a la magia de la Polinesia Francesa.
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