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Isla Negra, es un «lugar» y una casa de Chile

Isla Negra, es un «lugar» y una casa de Chile
Isla Negra, es un «lugar» y una casa de Chilelarazon

Isla Negra no es una isla, sino que es, entre otras cosas, una casa color ocre tierra con tonalidades oceánicas. Bajo ella, grisáceas rocas se tornan negras cuando el océano Pacífico las cubre con sus olas.

Pero, aun así, sin ser isla, ni ser negra, es también un bello poema: “La casa fue creciendo, como la gente, como los árboles...”.

Además de ser casa y poema, es pequeño pueblo de la región de Valparaíso, así como tumba de un poeta convertida en destino de peregrinación de aquellos que aman las

Poesía, museo, población, sepulcro... Todo eso y mucho más es Isla Negra.

Isla Negra, un lugar en el que se escribieron miles de versos

El lugar era conocido como Las Gaviotas hasta la llegada de Pablo Neruda. Él fue quien bautizó a la localidad y a la casa que adquirió en ella con el nombre de Isla Negra.

En 1937 el escritor regresó a Chile de uno de sus viajes en busca de un lugar tranquilo donde escribir. En 1938 encontró y compró esta propiedad junto al océano Pacífico.

“La casa... No sé cuando me nació... Por primera vez sentí como una punzada este olor a invierno marino...”.

Le llevó siete años convertir la pequeña casita originaria en la vivienda a la que llamó hogar. Aquí escribió miles de versos, entre ellos, los de este poema:

“Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco...”.

Disposiciones, incluido en el canto Yo soy de su libro Canto General, versos que se publicaron por primera vez en 1950. Veintitrés años antes de su muerte, Neruda “cantó” al mundo –en uno de los doscientos cincuenta poemas de la obra– dónde y con quién quería yacer tras su óbito:

“Abrid junto a mí el hueco de la que amo, y un día dejadla que otra vez me acompañe en la tierra”.

El literato consiguió hacer inmortal su palabra y, mediante ella, «vivir» eternamente...

“... Entre los párpados del mar y de la tierra...”

La Casa

La casa quería ser un barco, o, quizá, los mascarones de proa que Pablo coleccionaba anhelaban pertenecer a una casa. Tal vez, lo que la edificación refleja es que el poeta deseaba ser capitán de una nave que en la tierra y por ello construyó Isla Negra.

Sea como sea, Isla Negra por el viento es surcada cual barco, cual casa..., cual sueño de madrugada. En su interior, pasillos estrechos, escaleras empinadas, techos con baja altura estudiada... y decenas de colecciones que son metáforas de juguetes para un escritor que evocaba constantemente la infancia.

Las paulatinas ampliaciones concedieron a la casa espacio, pero hubo un rincón que la dotó de alma. En él, un techo de zinc permitía escuchar el sonido de la lluvia. Bajo él, Pablo escribía y pensaba. Junto a él, una ventana. Quizás el ruido de la lluvia de alguna manera lo ahogaba...

... Pablo, ¿qué te atormentaba? Dicen que el escritor es solitario, pero tú el bullicio cada día buscabas. Es igual de incomprensible como que este barco quiera ser casa....

Los objetos que atesorabas... Si eras dueño del poder de la palabra, ¿para qué los necesitabas?

Te percibo fuera

Describir las estancias, los amplios ventanales, las innumerables piezas de colecciones... Me es imposible, pues mi memoria no grabóabsolutamente nada. Mi mente estaba distraída y “desbordada” recordando los versos de Pablo, añorando su voz..., evocando cientos de noches de lectura y madrugadas solitarias.

Frente al salón, que parece querer convertirse en océano dejándose invadir por amplias ventanas de mar saturadas, un conjunto de enormes rocas golpeado por las olas me atrae más que la casa...

...Te percibo fuera, en la brisa, en la fuerza del agua. Incluso en la arena que piso descalza... Pero en el interior tú no te hallas. Solo encontré cientos de cosas que “juntabas”, vacías, sin alma.

El poder de tu escritura

Me siento abrumada por la mirada de la gente que te busca en la casa, como si me pidieran explicaciones de por qué creo que no te encontrarán en la casa. Salgo al exterior.

Estás aquí. En tu tumba. Te piedras cercadas por cadenas que a la tierra te atan. Junto a Matilde. En el lugar donde pediste que te enterraran.

Permanezco a tu lado. Primero de pie, luego arrodillada, ya que percibo de manera extraña que tú me sentirás. Sin embargo, desde este pequeño montículo, las rocas de la playa son ya una irresistible llamada, pues, en ellas, una parte de ti aún se sienta cada madrugada.

Camino por un sendero de arena, hacia abajo, hacia el océano Pacífico, el más grande y profundo de la Tierra... Océano que he cruzado para sentir de cerca la inmortalidad de tus palabras.

He recorrido más de doce mil kilómetros para intentar liberar mi alma de versos, de poemas, de promesas..., de recuerdos, de añoranzas, de nostalgia.

Pero no puedo, pues la orilla, las rocas, el viento, las olas... de ti me hablanCada palabra suena sin distancia, muy próxima, cercana. Ese era el poder de tu escritura: enamorar al que escuchara.

... Marcho aún a ti más atada, al igual que incontables personas que, por tus versos, de ti están enamoradas.