Viajes

Lima: el prólogo perfecto para descubrir Perú

La capital peruana resulta ideal como primer capítulo de este país de selvas míticas, montañas sagradas y ciudades que miran al mar

Lima
Vista de la Plaza Mayor de Lima, una de las más importantes de PerúDreamstime

Viajar es como leer un libro, y elegir Perú es, sin duda, abrir un gran libro de aventuras. En sus páginas, Machu Picchu acapara la leyenda y los sueños de todo viajero, pero además conviene dejar que su capital se revele, aunque solo sea un poquito. Y es que aquí, en Lima, donde aterriza la mayoría de los vuelos internacionales, comienza la aventura.

Para el viajero europeo resulta curioso descubrir que Lima entra en su primavera en septiembre, justo cuando en el hemisferio norte comienzan a caer las hojas. La ciudad parece desperezarse tras el invierno austral: los cielos se despejan, el sol comienza a brillar con más fuerza y el calor acaricia sin llegar a ser agobiante. Es una de las épocas más gratas para pasear por sus calles, recorrer su costa y explorarla sin las multitudes que llegan en pleno verano.

El océano Pacífico acompaña como telón de fondo constante a esta urbe de mezcla colonial y espíritu contemporáneo. Desde la ventanilla del avión, antes de aterrizar, impresiona la vista de los acantilados sobre los que se asienta Lima, custodiados por parques y avenidas que miran al mar. Pasear por el Malecón de Miraflores es la mejor forma de tomar el pulso a la ciudad: allí el océano ruge abajo, los parapentes se lanzan desde el Parque Raimondi sobre la Costa Verde y los limeños salen a correr, caminar o simplemente contemplar la puesta de sol.

El eco del Imperio Inca

Aunque Lima es una gran metrópolis, su pasado está atravesado por la memoria del Imperio Inca. El actual malecón se alza sobre la franja costera que, siglos atrás, formaba parte de los caminos que conectaban el litoral con el Qhapaq Ñan: la gran columna vertebral del mundo andino, una red de rutas que los incas convirtieron en un lazo vivo entre montañas, costas y selvas.

Lo cierto es que en su aire parece seguir viva la cosmovisión andina, esa forma de entender el mundo como un todo en el que el ser humano, la tierra y el cielo se conectan. Quizá por eso, al recorrer Lima se siente que es algo más que la antesala de Machu Picchu: es un primer encuentro con el alma del Perú, donde el visitante empieza a intuir la espiritualidad de los Andes sin dejar de mirar el horizonte del mar. Es un lugar de transición perfecto, donde el pasado y el presente se entrelazan.

Miraflores y Barranco: terrazas con sabor limeño

Con la llegada de la primavera, las terrazas de Lima se convierten en punto de encuentro. En Miraflores abundan los cafés y bares donde tomar un pisco sour mientras la brisa marina suaviza la tarde. Este barrio es también el más cosmopolita: sus calles combinan hoteles, boutiques y restaurantes con parques que se asoman al Pacífico.

A pocos minutos está Barranco, el barrio bohemio de la ciudad. Sus calles empedradas, sus casonas de colores y el legendario Puente de los Suspiros crean un ambiente íntimo, artístico y romántico. Este es el lugar donde los limeños van a escuchar música en vivo, a recorrer galerías de arte y a probar nuevas propuestas gastronómicas en pequeños restaurantes de autor. De noche, las luces cálidas iluminan murales y balcones, y el barrio se llena de un ambiente creativo que enamora.

Lima. Playa
Lima. PlayaDreamstime

Capital gastronómica del mundo

Lima ha logrado algo que pocas ciudades del planeta pueden presumir: convertirse en la capital gastronómica de América Latina y en un referente global. En 2025, su restaurante Maido fue coronado como el mejor del mundo en la lista The World’s 50 Best Restaurants. Junto a Central, otro habitual del top mundial, marcan la vanguardia de una cocina que combina creatividad y raíces.

El ceviche es la estrella indiscutible: pescado fresco marinado en limón, acompañado de cebolla morada, ají y maíz. Pero hay mucho más que probar: causas limeñas de colores, anticuchos de corazón a la parrilla, tiraditos con influencia nikkei y el inevitable pisco sour. Lo mejor es que la cocina peruana ofrece experiencias para todos los bolsillos, desde menús degustación en restaurantes de élite hasta huariques —pequeños locales escondidos donde comen los limeños—, palabra que en la tradición peruana significa “lugar secreto”.

La primavera es un momento perfecto para disfrutar de esta gastronomía al aire libre. Las terrazas de Miraflores, los patios de Barranco o incluso los mercados de barrio se llenan de aromas que invitan a quedarse más tiempo del previsto.

Una ciudad de contrastes y matices

Un mosaico: así podría definirse la arquitectura limeña. En ella conviven casonas coloniales, balcones de madera tallada y modernas torres de vidrio. Esta mezcla le otorga una identidad propia: no es una ciudad que viva del pasado, pero tampoco olvida sus raíces. El centro histórico guarda plazas y avenidas que recuerdan el periodo virreinal, mientras que en otros barrios se respira modernidad y movimiento empresarial.

Esa dualidad se nota en el día a día: en las esquinas donde conviven vendedores ambulantes con galerías de diseño, en los mercados tradicionales junto a cafés de especialidad, en las plazas donde se mezclan estudiantes, oficinistas y artistas. Sí, Lima es una ciudad que nunca se detiene, pero que invita a descubrirla sin prisa.

De Lima a la selva pasando por sus montañas

Desde Lima parten vuelos cortos a Iquitos o Puerto Maldonado, principales puertas de entrada al Amazonas peruano. Allí, la experiencia es sobrecogedora: navegar por ríos infinitos, escuchar el sonido de la selva al amanecer, ver cómo la niebla se disipa sobre la copa de los árboles. Es un paisaje que muchos viajeros comparan con las escenas de Avatar, por la exuberancia de su flora y fauna y la sensación de estar en un mundo aparte.

Las excursiones guiadas permiten caminar por la jungla, conocer comunidades locales y, con suerte, avistar delfines rosados o guacamayos en pleno vuelo. Pasar del mar a la selva en cuestión de horas es un regalo único para el viajero.

Y, por supuesto, no hay que olvidar que Perú es un destino donde las montañas no son solo paisajes: son guardianas sagradas. El Huascarán, con 6.768 metros de altura, es el techo del país. El Ausangate, al sureste de Cusco, sigue siendo escenario de peregrinaciones como la de Qoyllur Rit’i, donde aún se realizan ofrendas ancestrales. Cada pico parece contar una leyenda.

Epílogo: una invitación a detenerse

Sin duda, Lima resulta un preludio fundamental para entender el alma de Perú. Ahora, en primavera, cuando el sol regresa y las terrazas se llenan de vida, la capital ofrece un espacio para conectar con el país, saborear su gastronomía y sentir la brisa del Pacífico antes de poner rumbo a la selva o la sierra. Porque todo gran libro de aventuras merece un prólogo, ¿no creen? Y en Perú ese prólogo tiene nombre: Lima.