Marruecos
Marruecos, la ruta de las mil Kasbah
Desde Marrakech hasta el desierto Erg Chebbi, atravesando las cumbres del Atlas, esta apasionante ruta nos permite descubrir un Marruecos tan auténtico como desconocido
Desde Marrakech hasta el desierto Erg Chebbi, atravesando las cumbres del Atlas, esta apasionante ruta nos permite descubrir un Marruecos tan auténtico como desconocido.
Atrás dejamos Marrakech, ciudad de caótica circulación y lugar de culto para los adictos al regateo. Escapamos, definitivamente, de ese insensato laberinto de callejuelas y pasadizos que conforman su Medina, y que, cada noche, convertía en aventura el regreso a nuestro riad, siempre con la incertidumbre de no ser capaces de llegar. En el horizonte, como si de un coloso se tratara, se dibuja la cordillera del Atlas, la espina dorsal que atraviesa el norte de África, desde Túnez hasta Marruecos, a lo largo de 2.400 kilómetros; una frontera natural y peaje obligado para los que, como nosotros, quieren llegar hasta Merzouga y dormir entre las dunas del desierto Erg Chebbi
La N-9, la única ruta que atraviesa el Atlas con denominación oficial de carretera, no tiene término medio: o la disfruta a tope o, según como le pille el cuerpo, puede ser su peor enemigo y convertir el recorrido en un auténtico calvario. Después de una sobredosis de curvas difícil de soportar, alcanzamos el Col du Tichka (Tizi N’Tichka), a 2.260 metros de altitud, que se anuncia como el punto habitado más alto de toda la cordillera marroquí. Un lugar perfecto para contemplar el fabuloso paisaje, tomar un respiro y reponer fuerzas; buena falta hace antes de afrontar la bajada (con más curvas, por supuesto) que conduce hasta Ouarzazate, ciudad antesala del desierto y la auténtica meca del cine africano, donde se han rodado míticas películas como «Lawrence de Arabia», «Jesús de Nazareth» y otras menos «viejunas» como «Babel», «El Reino de los Cielos» o «Prometheus».
Que nadie se despiste, porque unos pocos kilómetros antes de llegar a Ouarzazate parte la carretera P-1506 (siendo justos, más camino que carretera), desvío obligado para llegar hasta la Kasbah de Ait Ben Haddou, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987. Pero, en realidad ¿qué es una Kasbah? Básicamente, es un espacio fortificado, de origen bereber, construido con adobe y barro y coronado con altas torres defensivas. Lo más parecido a las fortalezas medievales, el lugar que ofrecía protección contra intrusos y ataques enemigos, pero también donde podían protegerse de las tormentas de arena, del frío o el calor. Se encuentran diseminadas en los caminos de casi todo el sur de Marruecos, muchas abandonadas y derruidas, otras convertidas en hoteles. En España hay muchas ciudades que conservan su alcazaba (al-kasbah), algunas en muy buen estado de conservación, como por ejemplo la de Málaga. Ait Ben Haddou en realidad es un Ksar (conjunto de kasbahs), uno de los mejores conservados de todo Marruecos y, desde luego, el más espectacular y conocido. Parte de su fama se la debe, igual que Ouarzazate, a la industria del cine. Efectivamente, aquí es donde Máximo Décimo Meridio «Gladiator» es vendido y entrenado para sus combates en la arena. Para los fanáticos de «Juego de Tronos», decir que esta es la ciudad que Daenerys Targaryen libera en el último capítulo de la tercera temporada, declarándose madre de dragones, rompedora de cadenas y liberadora de esclavos.
Antes de regresar a la N-9 para retomar nuestra ruta hacia el desierto, avanzamos 50 kilómetros más hasta llegar a la Kasbah Telouet. Mejor no dejarse llevar por las primeras impresiones; merece la pena pagar los 20 dirhams de su entrada (con guía incluido) por mucho que su aspecto exterior nos indique que esta kasbah es una ruina total. Su interior es sencillamente fascinante y la ornamentación de su zona noble nos deja con la boca abierta, con varias estancias adornadas con mosaicos, mármol, tapices de seda, estucados policromados y techos artesonados de madera de cedro. La Kasbah Amridil (unos 50 kilómetros pasando Ouarzazate por la N-10) también merece visita; está considerada como una de las más bellas y fue convertida en icono nacional al plasmar su imagen en los billetes de 50 dirhams.
Dormir en el desierto
Nuestra ruta prosigue y el desierto ya comienza a manifestarse: el paisaje ha mutado por completo su fisonomía; la carretera se ha convertido en una recta casi continua y la vegetación brilla por su ausencia. Por fin, llegamos a la pequeña población de Merzouga, que se ha convertido en el centro de operaciones de todas las excursiones hacia Erg Chebbi, una pequeña porción del Sahara (apenas 22 kilómetros de largo por seis de ancho) con las dunas más altas de Marruecos; algunas llegan a alcanzar los 150 metros de altura. Incomprensiblemente, Merzouga también es la opción barata y edulcorada para pernoctar cerca del desierto; porque hay que ser de una pasta muy especial para haber llegado hasta aquí y quedarse en un simple hotel, dejando pasar la oportunidad de vivir una de las experiencias más gratificantes, románticas, inolvidables (y todos los adjetivos que queramos añadir) que nos ofrece Marruecos: dormir en una haima en medio de las dunas, arropados por el silencio más absoluto y bajo un cielo cuajado de estrellas.
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