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Mercer Plaza Sevilla: silenciosa preciosidad en la Sevilla más histórica
En la Plaza de San Francisco, epicentro de la historia urbana de Sevilla, se alza el Mercer Plaza Sevilla, con solo 25 habitaciones y una arquitectura que dialoga con siglos de herencia

Sevilla es una ciudad que exige calma para ser entendida. Sus callejones no permiten prisas, su arquitectura reclama la mirada atenta, y su historia, densa como una buena salsa andaluza, se sirve mejor en pequeñas dosis. En ese ritmo pausado, profundamente sensual sin necesidad de artificios, encaja perfectamente el Mercer Plaza Sevilla: un hotel de cinco estrellas Gran Lujo que ha elegido no hacer ruido para ser inolvidable.
La ubicación no podría ser más estratégica. Frente al Ayuntamiento, en la Plaza de San Francisco, el Mercer Plaza Sevilla ocupa dos edificios burgueses de principios del siglo XX que han sido restaurados con una precisión casi arqueológica. Una obra de artesanía arquitectónica que no solo recupera elementos como patios interiores acristalados o escaleras recubiertas de azulejos sevillanos, sino que, en un inesperado hallazgo, ha devuelto a la ciudad un fragmento de su pasado romano.
Así las cosas, pocos hoteles de lujo pueden presumir de tener bajo sus cimientos parte de la historia más remota de la ciudad. Durante las obras de rehabilitación del Mercer Plaza Sevilla, salieron a la luz restos de una muralla del siglo III, ocultos durante siglos bajo capas de reformas y olvido. Hoy, ese fragmento de piedra antigua puede contemplarse en uno de los patios interiores, como un testigo mudo de la Sevilla más antigua. La integración de estos vestigios en el diseño del hotel no es decorativa, sino respetuosa: se ha conservado su carácter arqueológico y se ofrece como un gesto de autenticidad más que como reclamo turístico.
Un diseño impecable
El edificio, dividido entre las obras de dos figuras clave del regionalismo sevillano —Juan de Talavera Heredia y José Espiau y Muñoz—, es un ejercicio de equilibrio. Entre lo modernista y lo flamígero, entre lo decorativo y lo sobrio. Esa misma lógica se traslada al interior del hotel, donde el diseño ha sido concebido para que los materiales hablen por sí mismos. Maderas nobles, textiles en tonos índigo y grises oscuros, líneas limpias, iluminación cálida y una apuesta clara por el confort sin grandilocuencia. Es un lujo confortable y fino, como el equipo que trata al visitante con un mimo inigualable.

Con solo 25 habitaciones y suites, cada estancia se convierte en una experiencia íntima. Lejos del bullicio del turismo masivo, el Mercer ofrece un refugio urbano que permite ver Sevilla desde otro ángulo. El servicio, como decimos, atento y personalizado, se articula en torno a una filosofía de discreción: un conserje con Llaves de Oro, detalles bien medidos y una atmósfera que invita a bajar el ritmo y mirar con otros ojos: por ejemplo, desde la azotea, donde la Terraza 1912 funciona como un mirador privilegiado sobre el casco antiguo. Distribuida en tres niveles, ofrece vistas excepcionales de la Giralda y el Ayuntamiento, y se ha consolidado como uno de los lugares favoritos de la ciudad para tomar una copa al atardecer. Aunque es un espacio abierto también a quienes no se alojan en el hotel, los huéspedes disponen de áreas reservadas como el solárium y la pequeña piscina, pensada más para el relax que para la natación.
Bar Plaza
Por su parte, la propuesta gastronómica se ancla en los sabores locales. En la planta baja, el Bar Plaza —accesible desde la calle— sirve una carta inspirada en la cocina andaluza tradicional, actualizada con productos de temporada y algún guiño internacional bien medido. Es cocina donde no faltan ingredientes como el jamón ibérico, la gamba de Huelva, el tomate de Los Palacios o la clásica cola de toro, presentada con el respeto que merece.

El tartar de atún rojo con ajoblanco de coco y galanga añade una nota inesperada al conjunto, que se puede acompañar con alguno de los cócteles originales que ha elaborado el equipo de cocina.

Especial mención merece el desayuno, concebido como un ritual diario. Todo está en su sitio: zumos recién exprimidos, fruta fresca, café molido al instante, bollería artesanal y platos calientes preparados al momento que son una auténtica delicia, más si cabe cuando el espacio para tomarlo es otro rincón realmente hermoso. Además, hay posibilidad de tomarlo en la habitación, y, aunque no estés alojado en el hotel, puedes reservar para disfrutarlo cualquier día de la semana. Como todo aquí, se sirve sin prisas y sin exceso de protagonismo. Porque en el Mercer Plaza Sevilla el tiempo tiene otra cadencia.
Todo aquí es un disfrute absoluto, en suma. En un momento en el que muchos hoteles buscan impresionar desde el exceso, el Mercer Plaza Sevilla apuesta por lo contrario: silencio, contención, y una profunda lealtad a lo que fue y a lo que aún es esta ciudad. El resultado es una experiencia de lujo sincero, que no necesita más adjetivos y que se integra a las mil maravillas en su contexto histórico y urbano, pues ha encontrado la forma de conjugar sofisticación contemporánea y respeto absoluto por el pasado.
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