
Gastronomía
Restaurante Bonavista: el verano se sube a la azotea del hotel Moxy Barcelona
Qué original este hotel de Barcelona, nuevo, moderno, juvenil, luminoso, divertido, que tiene entre sus alicientes comer en su azotea viendo la montaña de Montjuic

En una ciudad que vive de cara a la calle, donde las terrazas son casi religión, Bonavista llega para reclamar su lugar en el firmamento barcelonés. Desde la azotea del recién inaugurado Moxy Barcelona, este restaurante y coctelería —operado por el prestigioso Grup Confiteria— propone un verano sin relojes, con sabor a Mediterráneo y estética pop. El espacio, diseñado por Pichiglas Studio, parece una postal retro que ha aterrizado con descaro en Sants: colores saturados, formas geométricas, sofás rojos que serpentean como módulos, chill outs en terracota y vistas abiertas hacia Montjuïc. El aire de Miami setentero no es un disfraz, sino un marco pensado para descontracturar el día y estirar la noche.

La propuesta gastronómica responde a esa misma filosofía: platos frescos, sabrosos y bien resueltos, que no pretenden complicar al comensal, sino acompañarlo. Desde croquetas de marisco o cóctel de gambas hasta una tortilla crujiente con tartar de atún Balfegó o pulpo con hummus de lentejas, la carta apuesta por el producto sin rigideces. También hay espacio para clásicos reconvertidos —un Cubanito bien ejecutado, una burger con mermelada de bacon— y postres con guiños tropicales como la piña colada con espuma de coco o una crème brûlée con fruta de la pasión.

Pero si hay algo que define el carácter de Bonavista es su coctelería. Alejada del efectismo sin fondo, la carta brilla por originalidad y coherencia: combinados como el Spicy Mango (tequila, chipotle, jengibre, sake de yuzu) o el Bonavista Hurricane (doble ron, amaretto y cítricos) sorprenden sin desentonar, y hablan de un trabajo serio detrás de la barra. La experiencia se extiende también a la zona de piscina, donde parte de la carta se adapta al sol, los bañadores y la informalidad feliz de un día de verano bien entendido.

Todo encaja con el espíritu Moxy: desenfadado, accesible, joven de alma más que de edad. Desde el check-in en el bar con un mocktail de bienvenida hasta los espacios comunes pensados para socializar, el hotel actúa como catalizador de una nueva manera de alojarse, ligera pero con contenido. El mostrador tradicional desaparece; en su lugar, hay música, neones, una bienvenida que parece más de fiesta que de recepción.
Moxy Barcelona: el hotel que viaja al ritmo de la ciudad
Bonavista, entonces, no es solo una terraza bonita. Es un escenario que entiende la ciudad y propone una forma de estar en ella: menos solemnidad, más ganas. Un sitio donde el diseño y la gastronomía se encuentran para que tú simplemente te dejes llevar. Todo en lo alto del Moxy, que da la sensación de ser, más que un refugio, el epicentro del viaje. Instalado junto a la estación de Sants, este nuevo alojamiento no solo celebra su privilegiada ubicación —nudo ferroviario, punto de entrada y de fuga—, sino que la convierte en declaración de intenciones: aquí se viene a moverse, a conectar, a vivir Barcelona sin guion.
Desde su apertura, el Moxy ha apostado por una fórmula poco habitual en el sector hotelero nacional: un modelo urbano, ágil, de espíritu joven, que prioriza la experiencia colectiva y el diseño con identidad sobre el lujo tradicional. Nada más llegar, el tono está claro.
Las zonas comunes son, sin duda, el corazón del hotel. Espacios abiertos pensados para socializar, trabajar, improvisar una reunión o simplemente ver pasar la ciudad desde la planta baja. El diseño juega con guiños locales y una estética industrial desenfadada, con colores vibrantes, grafismos y piezas creadas por artistas del entorno. Todo está dispuesto para sentirse cómodo sin renunciar a la personalidad.

En las habitaciones, la propuesta se vuelve funcional pero con carácter. Muebles modulares, iluminación inteligente, arte urbano en las paredes y un guiño constante a la cultura barcelonesa contemporánea. No se trata de lujo clásico, sino de una comodidad pensada para viajeros exigentes que valoran el detalle, la eficiencia y el buen diseño.

Algunas estancias cuentan con terrazas privadas, añadiendo ese valor extra tan difícil de encontrar en hoteles urbanos, y la planta superior, el rooftop, hace que el espíritu del Moxy se sublime con música y unas vistas increíbles a toda la ciudad.

Es un hotel que no impone etiquetas ni moldes, como si él mismo fuera un lugar público que puede atravesar cualquier caminante. Si vienes por trabajo, puedes instalarte con tu portátil y tu café. Si vienes a celebrar algo, también es tu sitio. Si solo buscas dormir, el sitio no puede ser más guay.
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