Viajes

Río de Janeiro: salvaje, cultural y sorprendente

Playas escondidas, miradores selváticos y librerías con alma, esta ciudad es mucho más que sus famosos carnavales

Rio de Janeiro, Brasil
Rio de Janeiro, BrasilDreamstime

Samba, sol y paisajes que cortan la respiración: así recibe Río de Janeiro, con los brazos abiertos y la alegría contagiosa de sus gentes. Ciudad icono de Brasil, atrae a millones de viajeros con su cultura, gastronomía tropical y una geografía tan arrebatadora que ha sido reconocida como Patrimonio de la Humanidad por su Paisaje Cultural Urbano.

Lo cierto es que los meses de agosto, septiembre y octubre, durante su invierno y primavera, regalan una de las mejores épocas para descubrirla: días luminosos, temperaturas muy agradables y menos aglomeraciones permiten explorar con calma su vitalidad única y sus rincones, algunos muy desconocidos. Además, en 2025 Río celebra su nombramiento como Capital Mundial del Libro, una distinción que pone en valor su intensa vida cultural, que va mucho más allá de la samba y el carnaval.

Cristo Redentor y más: lo más destacado de Río

Declarado una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, el Cristo Redentor extiende sus brazos desde lo alto del Corcovado a más de 700 metros de altura, como si quisiera abrazar la ciudad entera. Sí, este es un icono de la ciudad y una visita ineludible para quien visita Río, y es que las vistas desde el mirador son, sencillamente, sobrecogedoras: la bahía, los morros, las playas y la selva se funden en un paisaje que parece suspendido entre el cielo y el mar.

El trayecto hacia la cima, atravesando el Bosque de Tijuca en el clásico tren del Corcovado, es también parte del viaje: un recorrido entre vegetación exuberante que anticipa lo espectacular del mirador. Y no muy lejos, otro de los panoramas más espectaculares se alcanza en el ascenso al Pan de Azúcar. El teleférico que conecta el Morro da Urca con su cima ofrece una perspectiva privilegiada del litoral, ideal al caer la tarde, cuando la luz suaviza el contorno de los edificios y las montañas se tiñen de tonos cobrizos.

Si el Cristo Redentor es parte indisoluble de la esencia de Río, también lo son sus playas. Copacabana e Ipanema no necesitan presentación. Pero más allá de las postales más reconocidas, Río guarda rincones costeros menos transitados que bien merecen una parada. Praia de Joatinga, encajada entre los barrios de São Conrado y Barra da Tijuca, es un pequeño tesoro escondido entre acantilados; Praia da Grumari protegida por una reserva ambiental, promete un entorno más salvaje y preservado; y Praia Vermelha, al pie del Morro da Urca y muy cerca del Pan de Azúcar, sorprende por su calma.

Río de Janeiro regala imágenes, sencillamente, sobrecogedoras
Río de Janeiro regala imágenes, sencillamente, sobrecogedorasFotografía Maica Rivera

Rincones por descubrir

Entre tanto imprescindible, bien merece detenerse en sus librerías, porque Río, nombrada este año Capital Mundial del Libro, guarda tesoros que van más allá de sus paisajes. En pleno centro, el Real Gabinete Portugués de Lectura deslumbra con su majestuosa atmósfera: techos altos, vitrales, estanterías sin un fin claro y un silencio que invita a la contemplación, a hacer un alto en el camino por la ciudad. En Ipanema, la Livraria da Travessa combina literatura contemporánea y buen café en un espacio donde apetece quedarse sin mirar la hora.

También hay espacio para la calma en el Jardín Botánico, un remanso de paz en plena ciudad, donde las palmeras imperiales escoltan senderos salpicados de orquídeas, nenúfares y bromelias.

No muy lejos, el Parque Lage ofrece otra dosis de serenidad: una antigua mansión con aires decadentes, rodeada de naturaleza tropical, con cafetería y escuela de artes visuales, donde se respira creatividad entre esculturas y estanques.

Santa Teresa, el barrio más bohemio de Río, invita a pasear sin rumbo entre casas coloniales, talleres de artistas y calles adoquinadas que suben y bajan. Aquí el tiempo parece ir más lento, con tranvías amarillos que recorren las colinas y miradores, como el del Parque das Ruínas, que regalan estampas únicas de la ciudad.

El emblemático tranvía de Santa Teresa es conocido como el "Bonde"
El emblemático tranvía de Santa Teresa es conocido como el "Bonde"Fotografía Maica Rivera

Río también se descubre a través de sus contrastes. Entre los altos edificios de Botafogo o Flamengo y las callejuelas tranquilas de los barrios altos, la ciudad muta a cada paso. En Lapa, los arcos coloniales conviven con la efervescencia nocturna, y en la zona portuaria, el Boulevard Olímpico revela un arte urbano que transforma muros en relatos. Y es que aquí, en Río de Janeiro, cada barrio brinda una sorpresa al visitante: una esquina musical, un mural, una vista al mar. Por eso, recorrerla sin mapas ni prisas sigue siendo una de las mejores formas de entender y compartir su espíritu.

Parque Nacional de Tijuca

Aunque muchos lo atraviesan rumbo al Cristo Redentor, el Parque Nacional de Tijuca merece mucho más que ser un lugar de paso. Y es que pocos sitios saben mostrar tan bien el alma indómita y natural de Río de Janeiro como este parque. Considerado el mayor bosque urbano replantado del mundo, aquí la naturaleza retoma su lugar entre senderos, cascadas y miradores que emocionan con sus bellas perspectivas.

A pocos minutos del centro, este pulmón verde permite adentrarse en un paisaje tropical sin salir de la ciudad. Aquí se puede practicar senderismo, pasear en bicicleta, hacer espeleología o simplemente disfrutar de las vistas que regalan los miradores Vista Chinesa, Mirante Dona Marta o Vista do Almirante.

La naturaleza salvaje, las cuevas escondidas entre árboles y musgo, los saltos de agua y los sonidos de la selva componen un escenario donde detenerse, respirar y ver cómo la ciudad se diluye entre hojas y bruma.

Una forma distinta de despedirse de Río, con la certeza de que algún día se volverá para seguir desvelando los mil secretos que aún guarda esta ciudad tan seductora como inesperada.