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Viajar a Split: guía para enamorarse del Adriático

Mar, piedra y viento dan forma a esta joya de Croacia, donde el viaje se transforma en emoción entre ruinas romanas, aguas turquesas y sabores del Mediterráneo

Split, Croacia
Panorámica desde el mar del paseo marítimo de Split y su famoso Palacio Dreamstime

El mar, la piedra y el viento tejen la singular esencia de Split. La piedra guarda la memoria de su fascinante historia; el mar marca el compás de la vida con sus olas; y el viento arrastra consigo el aroma de los olivos, el salitre del mar y las melodías que escapan de alguno de sus encantadores rincones.

Split es única por muchas razones, y viajar hasta esta joya del Adriático es una apuesta segura para quienes desean fusionar la contemplación de la historia con la aventura de un destino activo, donde cada día es una invitación a explorar, sentir y dejarse llevar por el ritmo de este paraíso mediterráneo.

Las playas son, sin duda, uno de sus mayores atractivos. En estos oasis de calma, basta con que los pies rocen la arena o se sumerjan en sus aguas cristalinas para que el tiempo parezca diluirse. Por ejemplo, Bačvice es perfecta para un baño al amanecer o para dejarse llevar por la suave cadencia de las olas, mientras que Kašjuni o Ježinac, más recogidas, despliegan su belleza en calas rocosas esculpidas por siglos de viento y sal.

Aquí, en medio del hipnótico azul del Adriático, la aventura se vuelve algo cotidiano con las innumerables actividades que pueden practicarse: el snorkel descubre un universo submarino que se revela como un tapiz de peces de colores, grietas misteriosas y un fondo marino que cambia con cada rayo de sol. Para los más inquietos, el paddle surf o una excursión en kayak son formas de fundirse con el paisaje: remar entre acantilados, tocar con los dedos la espuma del mar y detenerse en rincones inaccesibles por tierra.

Sí, en Split el mar abraza al viajero. Su presencia lo envuelve todo en una sinfonía de sensaciones: el rumor constante de las olas, la caricia de la brisa salada y la inmensidad azul que promete infinitas historias.

Un casco antiguo que respira historia

Basta con alejarse unos pasos de la orilla para que la piedra tome la palabra. Testigo de todo lo que fue y aún permanece, su casco antiguo se despliega como un laberinto de siglos, donde cada rincón guarda una historia y cada sombra parece tener memoria.

En el corazón de la ciudad, el imponente Palacio de Diocleciano late al ritmo del presente mientras conserva intacta la huella del pasado. Pasear por su interior es caminar entre columnas romanas, esfinges egipcias de más de 3.000 años traídas por el propio emperador y callejuelas que aún conservan el eco de la vida imperial. Hoy, sus muros albergan pequeñas tiendas, cafés, patios escondidos y viviendas que se funden con los restos de templos, criptas y peristilos.

Muy cerca, la Catedral de San Domnius roba todas las miradas. Subir hasta su campanario es un deber para todo viajero, ya que ofrece una de las panorámicas más impresionantes de toda la ciudad: tejados rojizos, el azul del mar al fondo y las montañas custodiando el horizonte.

Split, Croacia
Split, CroaciaDreamstime

Pero el alma de esta parte de la ciudad no solo se vive en sus monumentos. Está también en sus callejuelas, en los patios donde la buganvilla ha cobrado vida y trepa por los muros, y en la vida cotidiana que sigue fluyendo con naturalidad dentro de esta joya milenaria.

En Split, la historia no es un decorado: es una piel viva. Se camina sobre ella, se respira y, sin darse cuenta, uno empieza a formar parte de su relato.

Cocina dálmata auténtica

Lo que más distingue a Split es su capacidad de conjugar lo sencillo con lo extraordinario. Su gastronomía es buen ejemplo de ello. Degustar sus platos tradicionales en las konobas —tabernas tradicionales croatas— es una manera de adentrarse en la esencia de la costa dálmata, donde el mar y la tierra se encuentran también en la mesa.

Los productos frescos dictan el ritmo. El pescado se sirve recién traído del puerto y cocinado con recetas «de la abuela»: al horno con patatas, en guisos como la gregada o el pulpo a la peka, que se cocina lentamente bajo una campana de hierro sobre brasas, convirtiéndose en uno de esos platos que permanecen en la memoria gustativa. Lo mismo ocurre con la pašticada, un guiso de carne marinada acompañado de gnocchi caseros que, aunque más contundente, es una apuesta segura.

Y contra el calor, o simplemente como un alto en el camino, nada mejor que probar algunos de los helados de la Gelateria Emiliana. El aroma a pistacho recién tostado, los sabores artesanos y la textura cremosa de sus helados bien merecen una parada (o dos).

Escapadas cercanas muy interesantes

Para aprovechar el viaje, nada mejor que explorar los alrededores. El Parque Natural de Marjan, a tan solo unos minutos del centro, es ideal para pasear entre la naturaleza y descubrir pequeñas ermitas de piedra mientras se asciende por sus senderos. Desde sus miradores, la vista se abre hacia la ciudad, el mar y las islas del Adriático: un horizonte que parece flotar entre la bruma y la luz.

Un poco más lejos, las cascadas de Krka hipnotizan con su belleza salvaje. Menos conocidas que los famosos Lagos de Plitvice, estas caídas de agua y el verde de sus paisajes ofrecen un entorno realmente extraordinario. Cataratas, saltos de agua y rutas verdes dibujan la esencia del bello Parque Nacional de Krka.

Pocas ciudades permiten vivir el presente con tanta intensidad y, al mismo tiempo, tocar con la punta de los dedos la historia. Y es que en Split, lo cotidiano y lo mágico se dan la mano cada día.