
Historia del MiniDisc
MiniDisc: el formato que tenía todo para triunfar y acabó olvidado
Sony lo presentó como el heredero perfecto del cassette: más pequeño, digital, regrabable y con mejor sonido. Y, sin embargo, el MiniDisc nunca alcanzó el éxito que prometía. Esta es la historia de una tecnología brillante que llegó demasiado pronto… o que quizá era demasiado cara

No es la primera vez que hablamos de formatos en este espacio. El primero del que hablamos fueron las cintas de cassette, que han protagonizado uno de los revivals más inesperados de los últimos años. Y sin embargo, hoy no toca hablar de un formato que haya vuelto, sino de uno que quizá mereció una suerte mejor de la que corrió.
Nos referimos al MiniDisc de Sony, el formato de audio digital que la fábrica japonesa lanzó en 1992 con la esperanza de darle un vuelco a la forma en la que se consumía música. La firma ya lo había logrado con el Walkman, pero buscaban repetir el éxito con algo más pequeño, portable y conveniente.
Y, sin embargo, a pesar de sus innovaciones técnicas y su elegante diseño, el pequeño disco magneto-óptico nunca logró conquistar el mercado global, convirtiéndose en uno de los grandes "qué hubiera pasado si..." del audio de consumo.
Un poco de historia: un mundo dominado por las cintas

Retrocedamos a principios de los años 90 del siglo pasado. En aquella época el panorama musical tenía dos dominadores claros: los CDs para la reproducción de alta calidad en casa, y las cintas de cassette para la música portátil y las grabaciones domésticas.
Ambos formatos tenían sus limitaciones: el CD no era regrabable a pesar de su calidad de sonido superior, mientras que las cintas permitían grabar y regrabar… con una calidad de audio más limitada y la molestia de tener que rebobinar para encontrar una canción específica.
Sony ya había intentado sustituir el cassette con el DAT (Digital Audio Tape) en 1989, pero el formato nunca pudo saltar del segmento profesional por su elevado precio. A modo de curiosidad, Philips intentó lo mismo con el DCC (Digital Compact Cassette), más enfocado al mercado doméstico y con ciertas ventajas importantes sobre la cinta tradicional, pero tampoco funcionó.
Con el DAT descartado como formato doméstico y los CDs con soluciones de portabilidad que daban más disgustos que alegrías —era común que saltasen al más mínimo movimiento antes de que se inventase el antishock, además de que los primeros Discman eran carísimos—, se optó por introducir una solución híbrida que combinaba la calidad del CD, con la capacidad de grabación y portabilidad del cassette.
El MiniDisc se presentó públicamente en 1991, aunque su desarrollo comenzó en 1986 cuando Sony buscaba, precisamente, un sistema de grabación para CDs. En 1992 se lanzaba el primer reproductor portátil, el Sony MZ-1, que salió al mercado por 750 dólares… un precio desorbitado para la época y que hoy equivaldría a unos 1.500 euros.
¿Qué era exactamente el MiniDisc?

Como ya hemos comentado, el MiniDisc era un disco embebido en una carcasa de pequeñas dimensiones y usaba una combinación de tecnologías magnética y láser para almacenar información. Este formato podía regrabarse hasta un millón de veces y era capaz de almacenar hasta 80 minutos de audio digitalizado.
Lo que hacía especial al MiniDisc era su formato de compresión de audio llamado ATRAC (Adaptive Transform Acoustic Coding), desarrollado específicamente por Sony. Se reducía el tamaño de los archivos manteniendo una calidad muy próxima a la del CD según el fabricante, con muchos audiófilos considerando que iteraciones como ATRAC3plus sonaban mejor que el MP3.
Al venir protegidos en un recubrimiento plástico similar al de los disquetes, eran mucho más resistentes que un CD convencional. Además, se podían saltar canciones y crear playlists. Incluso se podían editar grabaciones en el propio aparato, algo que era casi magia en 1992.
Su llegada no se produjo en el vacío. En ese año Sony estaba inmersa en una guerra de formatos: Philips había lanzado el DCC que ya mencionamos anteriormente, y entró en competencia directa con el MiniDisc. Las previsiones iniciales decían que entre ellos intentarían ganarse el favor de los usuarios.
La realidad fue que ninguno de los dos salió ganador. Esto no es ningún secreto: basta con mirar el título del artículo. Al final, en 1995 cuando el CD-R empezó a abaratarse y popularizarse, dejó sin espacio a todos estos formatos. El final del MD, el DCC y la cinta de cassette, sin embargo, no llegó al mismo tiempo.
Japón, un caso de éxito aislado fuera del mercado profesional
Fuera de Japón, el MiniDisc tuvo dificultades para despegar, especialmente en Europa y América. El principal escollo, como ya habrás podido adivinar, fue el elevado precio de sus reproductores. Los discos en sí eran asequibles, pero los aparatos necesarios para poder escucharlos tardaron mucho tiempo en llegar a cotas más razonables.
Además, su catálogo no era especialmente amplio. Si hoy en día vas a mercados de música online como Discogs podrás encontrar casi 4.000 referencias, pero lo cierto es que en cualquier otro formato el número de títulos disponibles se multiplica exponencialmente.
Muchos artistas y sellos en occidente no terminaron de verlo claro, aunque sí exploraron el mercado del MiniDisc lanzando algunas referencias en tiradas más o menos limitadas —nunca hubo reediciones—. Sin embargo, en Japón la historia fue muy diferente.
Mientras en el resto del mundo el formato intentaba ganar tracción, en tierras niponas fue un éxito inmediato y sustituyó al cassette como formato portátil y para realizar grabaciones. No es ninguna sorpresa: en Japón la miniaturización y la precisión técnica se valoran mucho; el MiniDisc encontró su público ideal. Allí, el MiniDisc vivió una vida larga y útil, permaneciendo vigente incluso hasta mediados de los 2000 en contextos cotidianos y profesionales.
Sí es cierto que en Reino Unido hubo un breve período de popularidad entre 1999 y 2001. En estos años se comercializaron álbumes pregrabados en MiniDisc, pero fue más una moda pasajera que otra cosa. La tendencia no prosperó, nunca se extendió al resto de Europa o América.
En España, aunque su implantación fue más limitada, sí dejó cierta huella entre los más jóvenes: muchos adolescentes compraban, a principios de la década de 2000 y finales de los años 90 del siglo XX, reproductores portátiles y MD vírgenes.
Estos reproductores se conectaban a un ordenador mediante USB y, con el software propietario de Sony, se transferían librerías de CDs enteras a ATRAC3plus. Poco después aparecieron los reproductores MP3 portátiles —de ellos hablaremos después— y todo esto quedó obsoleto, pero durante unos años este tipo de uso fue algo más que un nicho.
El mercado profesional, el gran valedor del MiniDisc

Si bien el mercado doméstico nunca fue especialmente bueno para el MiniDisc, los profesionales sí lo adoptaron en distintos nichos. Los periodistas lo abrazaron como sustituto de las cassettes para grabar entrevistas.
El formato era el ideal para el trabajo de campo: era fiable, se podía acceder rápidamenta a cualquier parte de la grabación y era un formato de respaldo seguro y práctico. De hecho, a primeros de la década de 2000 todavía era habitual encontrar reproductores de MiniDisc en cabinas y redacciones de radio en España.
Y fue precisamente el mundo de la radio quien más lo aprovechó. Su calidad digital ofrecía mejores condiciones de reproducción que las cintas, además de que permitía grabar programas enteros sin cortes, lo que se valoraba mucho en las emisoras para hacer archivo. Los DJs también lo adoptaron como una forma de grabar y escuchar sesiones.
Aun así, ni siquiera su adopción por parte de emisoras y profesionales del audio logró salvarlo del olvido generalizado entre el gran público.
El último intento y el principio del fin

En 2004 Sony hizo un último intento lanzando el Hi-MD. Esta nueva versión del formato podía almacenar hasta 1 GB de datos en discos de las mismas dimensiones que el MiniDisc original, permitiendo hasta 94 minutos de audio en calidad de CD y 45 horas de audio comprimido.
No fue lo único que llegó con esta evolución. El Hi-MD también introdujo compatibilidad nativa con el MP3 y eliminó todas las restricciones de gestión de derechos digitales que limitaron las versiones anteriores. Incluso intentaron colocarlo como una alternativa al DAT para usuarios profesionales.
El reproductor Sony MZ-RH1, lanzado en marzo de 2006, fue el último intento de revitalizar el MiniDisc. El dispositivo permitía transferencias más rápidas que el tiempo real desde MiniDisc a ordenadores, algo que los usuarios habían demandado durante años… pero ya llegaba tarde.
Apareció un competidor en el horizonte que desplazó al MD como formato portátil: el reproductor MP3. Con la irrupción de dispositivos como los Rio Player y los iPod, el MD empezó a agonizar. Estos nuevos aparatos ofrecían una capacidad de almacenamiento mucho mayor, compatibilidad directa con música descargada de Internet y precios muy competitivos.
Todo este panorama empujó al MiniDisc aún más al olvido. Sony anunció que dejaría de fabricar reproductores a partir de marzo de 2014 debido a su baja demanda. Aún así, la firma continuó produciendo discos vírgenes hasta febrero de 2025.
Legado y reflexiones finales

El MiniDisc es uno de los casos más interesantes de una tecnología superior que no llegó a triunfar. A pesar de su fracaso comercial, hoy es recordado con cariño por los aficionados al audio que aprecian su calidad de sonido, su diseño y su durabilidad. A mí, personalmente, me encantaría que resucitase.
En el mercado de segunda mano, sin embargo, y quizá precisamente por el mismo factor nostálgico que ha posibilitado el regreso del cassette, hay un nicho de compradores que florece. Posiblemente no sea fácil transferir datos de un ordenador a un MiniDisc por asuntos de compatibilidad entre software, pero eso no lo ha hecho menos deseable.
Si algo nos enseña la historia del MiniDisc es que la innovación técnica, por sí sola, no garantiza el éxito comercial. Factores como precios competitivos, el apoyo de la industria, compatibilidad con formatos existentes y el contexto de mercado en el momento del lanzamiento pueden ser tan determinantes como las características técnicas del producto.
Hoy en día predomina la música digital sin formatos físicos, pero el MiniDisc permanece como un fascinante recordatorio de una época en la que el futuro de la música portátil aún estaba empezando a escribirse.
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