César Vidal

La Mari Líos

Hace ya años, el hermano de Carmen Calvo concurrió a un importante concurso literario en el que sólo consiguió alzarse con el galardón de finalista. Bastante irritada, Doña Carmen – también es desgracia que se la pueda llamar como a la esposa de Franco– telefoneó a su hermano finalista para felicitarlo, pero omitió hacer lo mismo con el ganador en un gesto feo de mala educación que fue advertido inmediatamente por todos. Las lenguas de doble filo contarían que, vengativa y resentida, retrasó durante seis meses la entrega de uno de los premios nacionales al que estaba propuesto el escritor que había vencido a su hermano hasta que logró que no se lo dieran. De lo primero, fui testigo; lo segundo me lo contaron fuentes muy bien informadas. Por aquella época, Carmen Calvo era la ministra de incultura de ZP y el día que no propinaba una coz al diccionario salía con un rebuzno cultural. Habríase pensado que nos libraríamos de ella, pero como en las películas de Fu Manchu o de Drácula donde el horror vuelve a reaparecer más espantoso que nunca, Carmen Calvo se convirtió en la vicepresidenta del Gobierno del Dr. Sánchez. Prácticamente, no ha existido una sola majadería protagonizada por este ejecutivo apoyado por comunistas, golpistas y terroristas que no haya tenido en el centro a doña Carmen. La última ha sido de campeonato al defender con su grosería e insolencia habituales la figura del relator. Sus compañeros, incluyendo a un par de ministros, están que bufan porque ha colocado al gobierno en una situación todavía más delicada abriendo camino al éxito de la manifestación del domingo pasado. En el partido, la conocen como la Mari Líos y la verdad es que resulta un calificativo hasta dulce comparado con la realidad. Carmen Calvo es un exponente paradigmático del lugar que puede alcanzar la hez política. Ignorante hasta el sonrojo, sectaria hasta la nausea, maleducada hasta la médula, soberbia hasta alturas luciferinas, en circunstancias normales no hubiera podido ocupar ni un puesto de tercera en una dependencia pública o de quinta en una empresa privada que se preciara. Alzada al poder por arte de la ideología de género puede traicionar a la nación que la da de comer y poner en ridículo a España cada vez que se coloca ante una cámara a costa de los contribuyentes. Es lo que tiene el feminismo.