Lo único que se puede hacer por los que se van de manera abrupta es mantener viva su memoria. Javier Gandía era albañil. Tenía dos hijos y vivía con su mujer en La Puebla de Almoradiel, en Toledo; tenía una pequeña empresa de construcción. Es decir, vivía tan lejos, a ciento treinta kilómetros de distancia, que era casi imposible que...
¿Quieres leer más?
Has accedido a un contenido premium de La Razón. Suscríbete a Younews y tendrás acceso ilimitado a las mejores opiniones, análisis y otros contenidos exclusivos. Una suscripción que va más allá de las noticias, y para que lo pruebes te regalamos un mes gratis.
Has accedido a un contenido premium de La Razón. Te regalamos 10 contenidos gratis para que pruebes.
Tienes artículos disponibles
Inicia sesión si ya eres suscriptor