Corrupción en CDC

Mas: «Germá, este es un golpe definitivo»

Dirigentes del PDeCAT afirman, tras la imputación de la mano derecha del ex president, que el daño es irreversible: «Si no se va nos hunde»

Mas, en el Parlament, durante el debate por la financiación de CDC
Mas, en el Parlament, durante el debate por la financiación de CDClarazon

La frase corrió como la pólvora en el PDeCAT tras conocerse la imputación abierta por el TSJ de Cataluña a quien fue su mano derecha, Germá Gordó, y la petición de la Fiscalía para investigar al ex presidente de La Generalitat por malversación de fondos públicos en la consulta del 9-N de 2014.

Un Artur Mas cada vez menos. La frase corrió como la pólvora en el PDeCAT tras conocerse la imputación abierta por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a quien fue su mano derecha, Germá Gordó, y la petición de la Fiscalía para investigar al ex presidente de La Generalitat por malversación de fondos públicos en la consulta del 9-N de 2014. Un duro varapalo que ha levantado todas las alarmas en Convergencia y obligó a su propia coordinadora general, Marta Pascal, a retirar el apoyo a Gordó y reclamar que deje el acta de diputado en el Parlament. Según fuentes del partido, Pascal llamó a Mas para que convenciera a Gordó de dar un paso atrás, pero Gordó se aferra a no dejar su escaño, si bien Mas le hizo una buena reflexión: «Germá, este es un golpe definitivo».

Las reacciones de la cúpula convergente han sido distintas. Hacia Artur Mas se mantiene un respeto y defienden públicamente su papel en el 9-N. «El president pensó en el proyecto común, fue generoso y dio un paso al lado», asegura Marta Pascal al recordar cómo Mas cedió el paso a Carles Puigdemont. Sin embargo, el vendaval de críticas es enorme contra Germá Gordó, tras una conversación muy tensa con la coordinadora del partido. El ex consejero de Justicia le plantó cara y se limitó a meditar el abandono de su militancia en el PDeCATy pasar al grupo mixto. Así lo manifestó la plataforma que lidera, Nova Convergencia, a través de un comunicado en el que recuerda el carácter personal e irrenunciable del escaño en el Parlament. A lo único que se comprometió Gordó es a dejar la presidencia de la comisión de Justicia de la Cámara catalana. Tal y como avanzó este periódico, el TSJC decidió imputar al ex consejero de Justicia de La Generalitat por el caso tres por ciento de presuntas comisiones ilegales a Convergencia, con acusaciones de delitos de tráfico de influencias, cohecho, prevaricación y malversación de fondos públicos. Un golpe en toda regla para Artur Mas, dado que Gordó fue su mano derecha durante muchos años.

Secretario de La Generalitat, consejero de Justicia y gerente de CDC durante siete años con un gran poder, responsabilidades orgánicas y económicas. «Mas está hecho polvo», admiten antiguos cargos convergentes de su etapa presidencial. Afirman que la imputación le ha afectado el doble que el informe de la Fiscalía al Tribunal de Cuentas sobre el gasto de dinero público en la consulta del 9-N.

Fuentes del partido indican que el distanciamiento entre Germá Gordó y la actual cúpula del PDeCAT es irreversible. «Si no se va nos hunde», reconocen muchos dirigentes ante su obstinación de mantener el escaño. De otro modo opinan sobre Mas, cuyo papel defienden en el 9-N, si bien le ven ya «totalmente quemado» para ser candidato electoral. El varapalo se produce en una semana crucial para el «procés», dado que el martes Puigdemont ha convocado el llamado Pacto por el Derecho a Decidir, y el jueves está previsto un gran acto del bloque soberanista en el que Puigdemont y Junqueras anunciarán la fecha y contenido de la pregunta del referéndum. Mientras la acusación contra Mas apunta al dinero público del 9-N, en la de Gordó el TSJC sospecha un volumen de irregularidades y concesiones para las fundaciones de Convergencia. Para colmo, La Generalitat ha informado al tribunal desconocer la agenda oficial de la época del consejero y que tampoco consta el buzón de correo de la misma. En las últimas semanas, Mas se ha mantenido en un segundo plano. Según su entorno, ha pasado unos días en familia en su casa de Fornells, en Menorca. Allí se casó su hija mayor Patricia, con el abogado Ruben Torrico, y se le ha visto discretamente con su mujer Helena, y sus dos nietas gemelas, Gala y Helena que acaban de cumplir un año de edad. Personas cercanas afirman que no piensa esconderse: «Sacará pecho y se defenderá». Tiene previsto acompañar a Puigdemont en los actos de proclamación secesionista, aunque su horizonte judicial se complica. Distanciado de su partido, no piensa rendirse, pese al explosivo sumario del tres por ciento con las graves acusaciones hacia Germá Gordó, a quien Mas otorgaba el papel de «recaudador», según la Guardia Civil y la Fiscalía Anticorrupción, lo que ha provocado gran convulsión en la antigua Convergencia.

La nueva dirección, encabezada por Marta Pascal y David Bonvehí, tuvo una tensa reunión el pasado viernes para analizar la situación. Las críticas hacia Germá Gordó fueron enormes. «Su retirada es lo único que nos salva la cara», dijeron varios dirigentes. De la misma opinión es Puigdemont, cuyas relaciones con Gordó nunca han sido buenas. El ex consejero de Justicia aspiró en su día a ser el sucesor de Mas y fundó la plataforma Nova Convergencia. Bien relacionado en Madrid a través de su mujer, la magistrada Roser Marcé, miembro del Consejo General del Poder Judicial a propuesta del PSC, Gordó jugó en su día a una solución de «catalanismo pactado», alejado de la independencia. Visto su enfrentamiento con Pascal y el PDECat, su salida parece ser dejar la militancia y seguir como diputado no adscrito en el grupo mixto.

Pero no sólo en Convergencia saltan chispas. A la misma hora, la cúpula de ERC también mantuvo una reunión en la sede del partido. Según ha sabido este periódico, un sector planteó claramente la necesidad de romper el acuerdo de gobierno en La Generalitat. «No podemos contaminarnos con lo que está saliendo», dicen varios republicanos. La tesis de Oriol Junqueras, actual vicepresidente del Govern, pasa por unas elecciones autonómicas que disfracen el referéndum, de cuyo fracaso culparía a Puigdemont, y sacar ventaja de las encuestas. «Cuánto más tarde, peor», insisten en Esquerra, un partido no envuelto en asuntos turbios que contempla con estupor la corrupción de Convergencia y el cerco judicial contra sus antiguos dirigentes. «Queremos una república limpia, justa y trasparente», dicen en ERC conscientes de la crisis en el Govern en la semana clave de anuncio del referéndum.

Todas las miradas tornan ahora hacia Mas y cómo rompe su silencio. En el PDECat opinan que al dar un paso atrás, daña menos al partido y que su estrategia seguirá en negarlo todo bajo «una conspiración de Madrid» para arrojarle de la política. Tampoco piensa dimitir de la presidencia del PDeCAT, aunque tiene cada vez más difícil ser candidato en unas elecciones. Para sus leales, Mas es una víctima del acoso a Cataluña. En opinión de sus adversarios, sólo busca envolverse en la independencia «para ocultar sus fechorías». En todo caso, la división en el partido es muy fuerte. Mas no admite pasar a la papelera de la historia y mantiene un reducido grupo de leales, entre los que figuran su antiguo hombre fuerte en La Generalitat, David Madí, el ex portavoz en el Congreso, Francesc Homs, el propio Germá Gordó, y el diputado en el Parlament Jordi Turull.