Barcelona

Lo que queda de la Movida

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Hubo un día en el que no cerraban los bares y el padre de Alaska miraba mal a un rockero con tupé que acababa de llegar de Barcelona (ciudad), pero bueno, a quién le importa. Para muchos la Movida Madrileña solo vive en el recuerdo y eso que, pese al paso de los años, aún queda algo de ella en Madrid. La mayoría de sus templos han cerrado, sus dueños se dedican ahora a otras cosas más tranquilas y los grupos que entonces asombraron con su descaro transgresor también han optado por una vida más reposada; sin embargo en Madrid aún existen reductos de aquella época, como el Penta, en el corazón del barrio de Malasaña, informa Efe.

Punto de peregrinaje obligado a día de hoy para jóvenes que no habían nacido cuando la Movida explotó, Nacha Pop sigue sonando, pero en lugar de en directo, a través de los altavoces, que transportan cada noche a los asistentes varias décadas atrás.

“La Movida es desde Almodóvar hasta Nacha Pop y Los Secretos, pero además también salieron grandes fotógrafos o escritores”. Así la define Juan Carlos González, historiador y organizador de una de las rutas temáticas que Carpetania propone en Madrid y que se centra en la Movida.

Conocedor de su desarrollo como pocos al haberla estudiado a conciencia y también “haber vivido una parte”, como reconoce, González acompaña cada dos o tres semanas a turistas y curiosos por los diferentes puntos emblemáticos de este movimiento underground que se desarrolló sobre todo en las calles del barrio de Malasaña, pero que comenzó oficialmente en otro lugar.

El calendario marcaba el 9 de febrero de 1980 y en el salón de actos de la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid -que sigue en el mismo sitio- se juntaron la flor y la nata de lo que sería después la Movida para homenajear a Canito, el batería del grupo Tos, fallecido.

Nacha Pop, Alaska y los Pegamoides, Tos o Los Bólidos fueron algunos de los que actuaron esa noche y tras ellos llegó la explosión creativa más importante de las últimas décadas.

Entonces -como ahora- las tribus esperaban a que cayera la noche a la orilla del río, o eso decían los chicos de Radio Futura, quienes, como tantos otros, bien sabían donde estaba la sala El Sol, otro templo de la Movida que aún abre sus puertas en la capital.

No estaba en los años 80 pero ahora, el “Madrid me mata” es para la Movida algo “como el Hard Rock para los rockeros”, se atreve a afirmar Rodríguez, quien indica que allí se pueden encontrar reliquias como “una chupa de cuero de Álvaro Urquijo y otros tantos recuerdos en forma de fotos o guitarras”.

Peor suerte ha corrido el estandarte de la Movida en forma de sala de conciertos, y es que la sala “Rock-Ola” cerró en el año 1985 después de ver desfilar por allí a los mejores artistas españoles y mundiales de la época.

Burning se preguntó más de una vez qué hacían allí tantas chicas para verles tocar mientras que, debido a su prematuro cierre, el “Camino Soria” de los Gabinete Caligari se quedó sin estrenar, igual que el “Sabor de amor” de Danza Invisible.

Hoy en el número 3 de la calle Padre Xifré no quedan más que unos locales que se ofrecen para alquilar.

Pese a ello, “La chica de ayer” sigue acudiendo al Penta, la música sigue sonando en El Sol y los Tequila, Burning, Alaska, Loquillo, Nacha Pop o Los Secretos siguen presentes en los garitos; sin embargo, para Rodríguez la Movida ha dejado, además de un amplísimo legado artístico, “un sabor agridulce”.

“Entonces Madrid fue protagonista del tejido cultural europeo y ahora, en cambio, cuesta mucho encontrar una sala con música en directo”, lamenta el experto, quien ilustra la notoriedad de la Movida con una frase.

“Todas las grandes ciudades han tenido una gran época: París tuvo su primavera, Londres tuvo a los Beatles y Madrid, la Movida”, resume González.