José María Marco

Cultura de pacto

La Razón
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A los españoles, quizás por eso de la herencia católica acoplada al progresismo de carril, nos resulta difícil pensar por nuestra cuenta cuando nos han instalado en un esquema de ideas y conceptos. Aunque explique poco, o lo explique mal y de forma poco elegante, una vez establecido el argumento cuesta salir de él, mirar la realidad sin anteojeras e imaginar algo nuevo. Así pasa, y sigue pasando, con la famosa crisis del 98, con la generación del mismo número, con la regeneración, con la nación y el nacionalismo, con el llamado «franquismo», con la supuesta socialdemocracia del PSOE... y ahora con eso que se ha dado en denominar la «cultura de pacto».

Por lo visto, los españoles desconocemos la práctica del pacto que con tanto éxito aplican las superideales sociedades nórdicas. (Poner de modelo la sociedad vasca, como se hace a veces, resulta un poco demasiado cínico.) La afirmación sorprende porque nuestra Monarquía parlamentaria se basa en un pacto mantenido hasta ahora, a pesar de lo mucho que se ha hecho para acabar con él, y también porque desde entonces han abundado los pactos de gobierno. Por lo menos tanto como las mayorías absolutas y más aún en escalas políticas inferiores.

Lo que sí se ha echado de menos desde la Transición son pactos entre los grandes partidos nacionales. A la hora de ejercer tareas de gobierno, estos partidos siempre han preferido pactar con los nacionalistas antes que hacerlo con el otro partido nacional. Los nacionalistas eran los adversarios; el enemigo, aquel con el que más elementos se comparte. Eso no revela falta de cultura de pacto, sino desconocimiento, casi siempre consciente, intencionado y calculado, de lo que corresponde a aquello en lo que se funda el pluralismo y la alternancia política.

El ciclo llegó a su final con la deriva independentista de los nacionalistas. A partir de entonces no hay forma de evitar el pacto entre el PP y el PSOE a la hora de gobernar nuestro país. El PP lo comprendió pronto, a pesar de sus históricas reticencias a cualquier referencia nacional. Rajoy lo dejó claro el 21 de diciembre. El PSOE ha tardado casi un año en empezar a entenderlo y anda rumiando las consecuencias de una decisión necesaria. No nos falta cultura de pacto. Ha faltado y sigue faltando cultura nacional, que es lo que sostiene las democracias liberales.