La maldición del Triángulo de las Bermudas... ¿explicada?

La escena viene a ser habitual. El piloto comenta que el cielo se está tornando de un tono gris-verduzco más bien extraño, que el viento sopla con fuerza y que de repente las nubes parecen devorar al pequeño aparato. Las conexiones comienzan a fallar, la voz se entrecorta y el avión y su tripulacis se sigue sin saber nada de ellos. Más o menos así ocurrió en mayo de 2016, cuando a las once de la mañana despegaron del puerto de Borinquen, en Puerto Rico, Jennifer Blumin, de 40 años y Nathan Ulrich, de 53, junto a sus hijos de cuatro años y diez años, con dirección a Titusville, Florida. Esta familia de neoyorkinos desapareció cuando se encontraban sobrevolando la isla de Eleuthera en su avioneta bimotor, en pleno Triángulo de las Bermudas. Torre de control dejó de recibir señal y rápidamente se avisó a la guardia costera para que iniciaran las labores de búsqueda. Según su portavoz, el teniente Ryan Kelly, «en el momento de su desaparición no había condiciones meteorológicas adversas». Ocho meses después se sigue sin saber nada de ellos.

Sucesos como éste han hecho del Triángulo de las Bermudas un lugar que muchos marineros y pilotos se plantean dejar fuera de sus rutas marítimas y aéreas. No en vano los expertos aseguran que se producen cuatro desapariciones de barcos y veinte de aviones de media al año, aunque las cifras reales son menos escandalosas.

Colón reflejó en su diario que de la profundidad de estas aguas surgían unas misteriosas luminosidades que hacían que el mar refulgiese como si hubiese un sol bajo el mismo.

La casuística nos remonta a mediados del siglo XIX, cuando se empiezan a referir las primeras desapariciones en circunstancias anómalas de barcos, y sin embargo no es hasta bien entrada la década de los cincuenta del siglo pasado que se comienza a sospechar que allí pasa algo. Concretamente, el 16 de septiembre de 1950 el periodista E. Jones fue enviado a las Bermudas para realizar una investigación sobre la ruta que unía las mismas con la península de Florida, intentando buscar explicación a tanta desaparición. Pero las conclusiones a las que llegó fueron pobres. Tuvieron que pasar dos años más para que, siguiendo la estela de Jones, llegara al lugar el reportero de la revista Fate llamado George Sand. Él sí fue directo a la cuestión. Su artículo «Un misterio marino nos acecha» ponía al fin sobre la mesa décadas de incógnitas. Las informaciones fueron saliendo con cuentagotas desde entonces, al menos en los primeros años, desvelando lo difícil que era investigar el asunto.

El primero en incluir a Puerto Rico en lo que en un principio se denominó el «triángulo de la muerte» fue el escritor Dale Tiler. Y poco después, en 1962, el periodista Vincent H. Gaddis utilizaría en un artículo publicado en la revista Argosy la denominación que ha llegado hasta nuestros días: «Triángulo de las Bermudas».

 

Sin embargo, aquel que le daría una dimensión internacional fue el escritor de misterios Charles Berlitz, que en 1974 publicó dos libros que acabarían siendo bestseller: El Triángulo de las Bermudas y Sin Rastro. Ahora bien, ¿qué fenómeno real se oculta detrás de tanta desaparición? Es importante destacar que los estudiosos de este asunto aseguran que aquí, en el último siglo, se han producido más de 1.000 desapariciones de personas, ochenta aviones y cientos de barcos. Los más soñadores hablan de una puerta a otra dimensión; los más alocados de extraterrestres… Pero, ¿y los científicos? ¿Qué dicen al respecto?