Conciertos

Lucas Vidal, el «padawan» de John Williams

El compositor español está nominado a dos Goyas este año y el día de Navidad llevará la batuta en el Teatro Real con una selección de obras del director norteamericano

Lucas Vidal durante el ensayo general del Concierto de Navidad homenaje a John Williams
Lucas Vidal durante el ensayo general del Concierto de Navidad homenaje a John Williamslarazon

El compositor español está nominado a dos Goyas este año y el día de Navidad llevará la batuta en el Teatro Real con una selección de obras del director norteamericano

El refugio de Lucas Vidal es el chalé de sus padres en el norte de Madrid. En una calle apartada del ruido ocupa la planta de abajo, donde tiene su propio estudio de grabación este español de 31 años afincado en Estados Unidos, que ha ido ganando relevancia mundial con su participación en numerosas películas, estar recién nominado a dos premios Goya, y que este año dirige el concierto homenaje de Navidad a John Williams en el Teatro Real. Para él no hay nada como estar en casa, ya que su vida en Los Ángeles es frenética, y desvela a LA RAZÓN que su elemento natural es la música, porque «siempre ha estado en casa. Mis tíos y primos son bailarines, una de ellas primera bailarina del Royal Ballet». Además su abuelo fue el creador del sello discográfico Hispavox, lo que añade «algo de genético; él tocaba el piano e improvisaba en clásico y yo también lo hago». Pese a su inquietud, parece que nunca se planteó formar como otros jóvenes su propio grupo de rock, «aunque me hubiera encantado, aunque sí que tuve un grupo de flamenco-pop con 16 años. El cantante era muy bueno e hicimos un par de conciertos en Clamores; yo tocaba el piano y la flauta». Pero su vida le llevó por otros derroteros profesionales y con pocos años se fue con una beca al Berklee College of Music para más tarde cursar sus estudios de postgrado en la Escuela Juilliard de Nueva York. «Estuve currando mucho y es verdad que todo pasó muy rápido, pero estaba muy enfocado en aprender y la recuerdo como una época muy bonita», asegura Vidal.

Intentamos tildarle de «joven genio», pero no nos deja: «De eso nada. Me gustaba la música como hobby, pero tuve una infancia muy equilibrada: mucho deporte, pasaba tiempo con los amigos del barrio y no estaba encerrado todo el día en casa». Su vida sufrió un revés con 20 años, cuando le diagnosticaron un cáncer por el que tuvo que dejar sus estudios. «Me influyó mucho porque me di cuenta de que ya que vivimos una vez en la vida hay que aprovecharla y estar a tope. A partir de ahí me dije que iba a hacer de mis sueños una realidad y no tenía la menor duda de que quería hacer lo que hago ahora», asegura.

Establecerse a vivir sólo en EE UU no le costó demasiado porque compartió su vida con un primo suyo bailarín en Boston con el que se sintió muy acompañado e hizo muchos amigos. Además, confiesa que nunca desconectó del todo de su país porque «tenía billetes muy baratos a España e iba y venía mucho». En su manera de hablar no ha dejado mella el acento estadounidense, aunque aclara que «a veces se mezclan palabras en términos de música. Recuerdo que en la primera cita que tuve con una chica, me dijo que nunca perdiera ese acento fuerte americano porque a las chicas americanas les encanta. Y lo seguí a rajatabla, porque ahora me oigo y ¡es un disparate!». Una vez metido de lleno en el mundo de la composición profesional se dedicó al mundo del trailer: «Decidí montar una empresa con mis socios Steve Dzialowski y Chris Ramsdell y ahora tenemos 50 compositores colaborando con nosotros y hemos hecho las campañas de “Juego de Tronos”, “Interstellar”, “Lucy” y ”Terminator”, entre muchas otras».

Como entusiasta de las composiciones de John Williams, destaca «su orquestación, la forma que tiene de utilizar los temas y su manejo de las trompetas y trompas en las películas de acción, así como lo intimista que puede llegar a ser en “La Lista de Schindler”. Es polifacético, puesto que no es lo mismo componer para “Tiburón” que para “Inteligencia artificial”». Así que el productor de los conciertos homenaje a Williams eligió bien al joven para dirigir su música, dice Vidal que por ser divertido, positivo y enérgico. Ahora y por segundo año consecutivo, dirigirá frente a la Barbieri Symphony Orchestra algunos de los temas más importantes de la carrera de Williams, sólo que, a diferencia que en el Teatro de la Zarzuela en 2014, «quería que no sólo hubiera música e imágenes, sino hacer un espectáculo. Para ello cuento con Jorge Blas, que realiza un número de magia alucinante de Harry Potter, una pieza con Russian Red cantando, la participación del tenor Gerónimo Rauch, repito con Leticia Moreno y también la actuación de Didi Rodan. Quiero que la gente alucine».

Y todo esto en un momento dulce para Vidal que se acaba de enterar de sus dos nominaciones a los Premios Goya, por «Nadie quiere la noche» y «Palmeras en la nieve»: «Estaba ensayando el concierto de Navidad y me lo dijeron. Fue una alegría; siempre he respetado mucho a la academia y a todos nos gusta que consideren que tu trabajo está bien hecho. Tengo muchas ganas de compartirlo con mi gente. Creo que los premios son un punto de encuentro, en ningún momento pienso en ganar; no es ganar o perder, es arte. Está al que le gusta y al que no». Nos desvela que son dos piezas muy distintas: «La de “Nadie quiere la noche” es una música más fría, intimista, con dos personajes en el Polo Norte. Queríamos algo más electrónico, con sonidos y algo de cuerda. Para “Palmeras en la nieve”, hicimos todo lo contrario: un sonido más épico, con escenas más grandes como una superproducción. Muy orquestal en general y en lo que se refiere a la canción de los créditos con Pablo Alborán algo épico acabando bien arriba». Su 2016 promete, y a pesar de que no desvela mucho, si desgrana que «he terminado una película con Mateo Gil, “Real Life”, estoy haciendo un ballet para el Boston Ballet y seguiré con los trailers. Tengo dos proyectos el año que viene con una cosa muy gorda para abril o mayo». Hasta entonces seguirá persiguiendo sus sueños entre horas de surf en Venice, jugar al ping-pong y al fútbol y acudir al teatro