Pacientes

«El tratamiento del dolor crónico va más allá de los analgésicos»

Jordi Montero / Neurólogo, Hospital Bellvitge

Jordi Montero / Neurólogo, Hospital Bellvitge
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Cuando habla del dolor, sus descripciones son tan exactas que en medio de la conversación sólo faltan las sensaciones inquietantes, agudas, que acompañan a los pacientes que lo sufren de forma crónica. Montero, gran impulsor de estudios del dolor neuropático en España, ofrece una ventana muy completa a este complejo asunto desde su nuevo libro.

- El título del libro «Permiso para quejarse» (Ariel) llama la atención. ¿Cómo surge?

-Se pensó mucho. Escribí ya sobre el porqué del dolor, pero hay algo que late constantemente que es el dolor crónico, un dolor que no corresponde al daño. Porque éste, sin embargo, es agudo, es un mecanismo de defensa de los animales ante el daño, sino tuviéramos dolor agudo no podríamos sobrevivir. La naturaleza nos ha dado el dolor como un invento maravilloso que evita el daño. Pero el dolor crónico es una verdadera desgracia.

- ¿Por qué?

-Es un dolor que no se para, que sufren una de cada cinco personas, que no responde a los medicamentos y con el que al final tienen que convivir los pacientes. Esto ha motivado que la medicina tradicional haya etiquetado a las personas de «histéricas», «cuentistas», «quejicas»...

- Y, ¿cómo resuelve esto la medicina del siglo XXI?

-Aquí aparece la imagen funcional (PET), la nueva neurobiología... Te das cuenta de que las personas que sufren dolor crónico tienen verdaderamente dolor, porque hay regiones cerebrales activas que así lo muestran, no se lo están inventando, tienen dolor de verdad. El problema está en que la generación de la cronicidad de este dolor ya no es del daño, que ya no existe, sino de las memorias, y las alteraciones estructurales que el agudo creó y que dejó como condicionantes emocionales.

- ¿Cómo se explica esto?

-Este dolor crónico, que es absolutamente cierto, tiene un origen cerebral y por eso el paciente tiene permiso para quejarse. Hay muchos componentes culturales en los que aparece el quejarse, como una reclamación, como una expresión del dolor. Y aquí el libro está para inquietar a médicos, biólogos, enfermeras, psicólogos, psiquiatras... y llevarles a entender el dolor. Porque una vez dado este paso, cuando uno sabe qué le pasa, baja el nivel de ansiedad y de miedo. Y mejora.

- Todo esto, ¿abre una nueva oportunidad terapéutica a los pacientes?

-Estos nuevos conocimientos nos llevan ahora a la posibilidad de abrir expectativas en el tratamiento, que no están en los analgésicos, que se hallan en cuestiones emocionales, en atender las dudas, en entender los casos, en hacer fisioterapia y una psicoterapia bien entendida. Y sobre todo, en el libro, me extiendo mucho en esto de la neuromodulación, mediante técnicas de estimulación eléctrica o bien física, como las caricias o la música.

- Este abordaje, muy diferente al tradicional, ¿cómo actúa sobre el dolor?

-Se trata de corregir las redes neuronales equivocadas, aquellas que tienen demasiada excitabilidad.

- Con las nuevas técnicas de imagen, ¿podemos encontrar el origen de ese dolor crónico?

-El mundo de la investigación nos ha permitido encontrar los mecanismos que producen las alteraciones y los errores de los sistemas neuronales. Además, ahora sabemos que tenemos que abordar el dolor crónico que queda tras la agresión física, el agudo. Y aquí interviene la red neuronal donde se viven las emociones, se habla pues de un dolor más cognitivo.