Teatro

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«La edad de la ira»: Sinsabores de la adolescencia

«La edad de la ira»: Sinsabores de la adolescencia
«La edad de la ira»: Sinsabores de la adolescencialarazon

Autor: Nando López. Director: José Luis Arellano. Intérpretes: Álex Villazán, Javier Ariano, María Romero, Alejandro Chaparro... Teatro Conde Duque. Madrid. Hasta mañana.

Difícil sería encontrar para un grupo teatral como es La Joven Compañía un texto más apropiado que este de Nando López. Tanto por su argumento como por la lectura profunda que cabe hacer de ella, la obra, firmada por él mismo a partir de la novela homónima con la que resultó finalista del Premio Nadal en 2010, es sin duda todo un regalo para una compañía integrada por actores muy, muy jóvenes que están aún en periodo de formación tanto profesional como vital. Porque, precisamente, de eso va, como ya refleja su título de forma palmaria, «La edad de la ira», de las aspiraciones, sueños e ideales, cargados del hermoso ímpetu juvenil que tantas veces frustra el entorno social, de un grupo de estudiantes de Bachillerato que tratan de levantar los pilares sobre los que se asentarán las vidas que empiezan a modelar en esos momentos. José Luis Arellano plantea una función en la que toda la energía y la pulsión propias de la adolescencia se convierten en verdadero foco y motor de la acción. Y no ha podido tomar mejor opción el director de la compañía, porque, ciertamente, la obra en sí misma está mucho más acertada en el fidedigno reflejo de los estados psicológicos de los personajes
–desbordados por la ansiedad y la alienación que les provoca no hallar su propio hueco en la sociedad– que en la eficaz justificación dramática de sus actos, ya que el argumento se expone, y se desarrolla a veces, de forma algo confusa. Hay algo de tremendismo efectista –las desgracias se acumulan más de lo que cualquier ficción puede soportar para resultar universalmente verosímil– y sobran algunas escenas –la de las pintadas con los sprays, por citar solo una– que alargan la función más de lo que la propia trama reclama, pero lo cierto es que Arellano logra de manera convincente que todo progrese desde el primer minuto hasta el último con un nervio escénico fuera de lo común. Para ello, se apoya perfectamente en un equipo de profesionales de primerísima línea –Juanjo Llorens en la iluminación, Luis Delgado en el espacio sonoro o Álvaro Luna y Elvira Zurita en el vídeo–; en la indefinida escenografía de Silvia de Marta, que le permite muy bien imprimir todo el dinamismo que quiere para su propuesta; y en un elenco de actores meritorios a cuyo derroche de energía –quizá excesivo en algunos momentos– y de voluntad, dada su juventud y su casi nula experiencia, no puede uno responder sino aplaudiendo agradecido y admirado desde el patio de butacas.