Teatro

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«Tebas Land»: Falsas verdades y ciertas mentiras

«Tebas Land»: Falsas verdades y ciertas mentiras
«Tebas Land»: Falsas verdades y ciertas mentiraslarazon

Autor: Sergio Blanco. Directora: Natalia Menéndez. Intérpretes: Israel Elejalde y Pablo Espinosa. El Pavón Teatro Kamikaze. Madrid. Hasta el 7 de enero de 2018.

Vuelve a los ruedos teatrales Natalia Menéndez; y lo hace con una enigmática y poliédrica obra de Sergio Blanco que, paradójicamente, discurre en apariencia por los cauces más diáfanos de la representación.

Vuelve a los ruedos teatrales Natalia Menéndez después de una larga etapa como directora del Festival de Teatro Clásico de Almagro; y lo hace con una enigmática y poliédrica obra de Sergio Blanco que, paradójicamente, discurre en apariencia por los cauces más diáfanos de la representación. Un autor teatral que está escribiendo sobre un caso real de parricidio, y que pudiera ser el propio Sergio Blanco convertido en personaje, se entrevista periódicamente en la cárcel con el joven en el que se está inspirando para construir su obra; simultáneamente, el autor trabaja con el material que va escribiendo, y comienza a ensayarlo con el actor que dará vida en las tablas al parricida. Por encima de esas dos capas de ficción (la del autor que escribe una obra y la de los personajes que protagonizan la obra de ese autor) se tiende todavía otra más, que es la del autor –como hemos dicho, un trasunto del propio Sergio Blanco- explicando al público de El Pavón cómo se fue desarrollando todo ese proceso de entrevistas y de ensayos.

Lo que a priori podría parecer, con este argumento, una obra de indagación psicológica en las motivaciones e impulsos que pueden llevar a cometer un crimen, y en cómo esas motivaciones pueden ser interpretadas de manera diversa y cambiante por quienes han de exponerlas luego en una obra artística, no es en realidad sino una obra centrada estrictamente en los propios procesos de creación artística, independientemente de que estos partan de un parricidio o de cualquier otro asunto. Incluso las referencias no exiguas a Edipo, a Freud o a Dovstoieski sirven, casi exclusivamente, para mostrar con claridad los diferentes ángulos bajo los cuales cabe afrontar el hecho creativo; pero no para reflexionar de manera profunda sobre el crimen. Ciertamente, la primera y gran virtud de Tebas Land es simplemente saber imbricar esas distintas capas de ficción antes mencionadas con verosimilitud y, lo que es sumamente difícil, permitir que el espectador pueda verlas juntas y por separado, hasta llegar a la “posible” realidad de ese creador que es el autor teatral. De hecho, este es en puridad el único personaje como tal de la obra matriz, ya que los otros dos –el parricida y el actor que interpreta al parricida- son solo producciones de ese autor que está exponiendo su proceso creativo. Esto quiere decir que, a pesar de sus visos de realidad, estos dos personajes solo cobran entidad en la medida en que el otro los va tamizando en el cedazo de su relato. Y aquí está la maravilla de la función: que el espectador va viendo con claridad cómo la supuesta realidad del autor del crimen afecta a la ficción que trata de recrearla y, a la vez, cómo esta ficción incide en aquella supuesta realidad modificándola permanentemente -algunos elementos como el rosario o las zapatillas de deporte que llevan los personajes dan pistas sobre ello-.

La segunda virtud de la obra es que está escrita con una endiablada fluidez que Natalia Menéndez ha sabido aprovechar y potenciar al máximo, de manera que los diálogos, envueltos en un clima escénico muy logrado de cierta intriga, corren en verdad más que la acción que los sostiene, y mantienen al espectador atento hasta el final, pendiente de algún posible giro argumental que no se produce nunca porque, en realidad, no es necesario.

La tercera y última virtud del espectáculo es que cuente con un actorazo como Israel Elejalde, estupendo en el papel del autor teatral, y con un joven y muy prometedor Pablo Espinosa que ha sabido desdoblarse de manera muy convincente en el personaje del parricida y en el del actor que lo interpreta.

Lo mejor

La obra está escrita con una pericia técnica y un sentido del ritmo encomiables.

Lo peor

Se echa de menos una reflexión más profunda sobre los hechos criminales en los que se basa la ficción teatral.