Elecciones en Holanda

Un «Trudeau holandés» contra el discurso del odio

LA RAZÓN conversa con Jesse Klaver, el líder ecologista, en un acto con voluntarios en Ámsterdam. Se ha convertido en la sorpresa de las elecciones al multiplicar por cuatro sus escaños

Jesse Klaver, líder de GroenLinks (Los Verdes), celebra los buenos resultados de anoche
Jesse Klaver, líder de GroenLinks (Los Verdes), celebra los buenos resultados de anochelarazon

En las antípodas del discurso populista y excluyente de Geert Wilders, se sitúa Jesse Klaver, el líder de Los Verdes (GroenLinks) y la gran sorpresa de esta campaña electoral holandesa.

En las antípodas del discurso populista y excluyente de Geert Wilders, se sitúa Jesse Klaver, el líder de Los Verdes (GroenLinks) y la gran sorpresa de esta campaña electoral holandesa. De padre marroquí y madre indonesia, este joven de apenas 30 años representa mejor que nadie los valores de una Holanda tolerante, abierta, moderna y cosmopolita.

LA RAZÓN tuvo la oportunidad ayer de compartir con la joven promesa política nacional un acto con voluntarios durante sus frenéticas últimas horas de campaña, en las que los candidatos peleaban voto a voto. Rodeado por jóvenes emocionados y periodistas, Klaver parecía más una estrella de cine que un político a las puertas de la Estación Central de Ámsterdam. Entre «selfie» y «selfie», nos reconocía que «no sabía quién iba a ganar estas elecciones, pero lo que tenía muy claro es que las iba a perder el populismo». Y, dirigiéndose a sus entusiastas seguidores, exclamó: «Miren a quién quieren los jóvenes holandeses».

En opinión de Klaver, el populismo no ha ganado la batalla en Países Bajos. «Creo que seguimos siendo un país tolerante. Somos un país que cree en la libertad y una sociedad con mucha empatía. Wilders está perdiendo impulso. Antes podía liderar las encuestas, pero en los últimos meses perdió apoyos». «Muchos de los que le votan –explica– no son racistas, son muy tolerantes. Lo que pasa es que están preocupados por su futuro». Con la ecología y la justicia social como banderas, GroenLinks fue creado en 1990 con el apoyo de los intelectuales de izquierda. A tenor de los primeros sondeos publicados ayer tras el cierre de las urnas, los holandeses iban a gratificar en las urnas la cercanía de Klaver, apodado ya el «Trudeau holandés», por su apoyo a los inmigrantes y los refugiados. Más de un 10% del electorado le habría votado, y ya es visto, incluso, como posible primer ministro de una coalición de centro izquierda si Mark Rutte y Geert Wilders no logran formar Gobierno. Preguntado por las condiciones que impondrá para entrar en un hipotético Ejecutivo, nos contesta que exigirá «una política respetuosa con el medio ambiente y que persiga la igualdad entre todos los holandeses». Bajo el lema de campaña «Es hora del cambio», GroenLinks ha sabido aglutinar al tradicional votante socialdemócrata, descontento con la política de austeridad y recortes del Estado del Bienestar que el PvdA ha emprendido en su coalición con los liberales desde 2012. Pero también ha atraído el voto joven, el de las minorías y el de los gays. Los sondeos predecían ayer que los ecopacifistas cuadruplicarían sus cuatro escaños actuales para pasar a 16. Toda una proeza.

Ataviados con una chaqueta verde, no ha sido difícil toparse por cualquier calle con un miembro de la legión de voluntarios de Jesse, al que llegan a llamar «jessiah» (un juego de palabras entre su nombre y mesías en inglés). Uno de esos entusiastas es Jop, de 17 años, que comparte con este diario su compromiso político. «Como muchos jóvenes, no me identifico con las ideas de Wilders y pienso que nuestro futuro está en Europa y en vivir pacíficamente con otras culturas», defiende. Un entusiasmo que este enviado especial ha podido comprobar al conversar a la salida de los colegios electorales con muchos jóvenes, especialmente con los de origen inmigrante. Klaver les ha convencido de que existe un futuro mejor que el que les vende Wilders y su partido monotemático. Este holandés, casado y con dos hijos, se revuelve contra los inmigrantes de segunda o tercera generación que no consiguen integrarse en Holanda como él. Su historia testifica que la asimilación es posible, pero hace falta combinar voluntad individual y unas buenas políticas públicas. Está convencido, a diferencia de su rival ultranacionalista Geert Wilders, que no son los extranjeros quienes amenazan el futuro de su país sino la tentación nacionalista de cerrar fronteras.