Ciencia y Tecnología

Bocados del futuro

La tecnología permite espiar un mañana sabroso en el que ya no haya nostalgia gastronómica

Pronto los chefs y científicos pasarán de la cocina molecular a la génetica
Pronto los chefs y científicos pasarán de la cocina molecular a la géneticalarazon

Debería existir una palabra que describa la morriña del extranjero por los platos de su tierra. La misma que experimenta el viajero cuando regresa a su hogar y añora aquella delicia que sabe que no volverá a catar. Porque, reconozcámoslo: gran parte de los viajes es probar las comidas y las frutas locales. Es una de las mejores experiencias. Desafortunadamente, casi nunca esos platos vuelven a saber iguales una vez en casa, ni el compango asturiano ni el curry indio que se venden envasados en Luarca o Madrás tienen ese sabor irrepetible.

Pero la tecnología en breve puede resolver estos dilemas. Y traer otros nuevos. Los científicos ya han descifrado el genoma de frutas como la papaya, la manzana, el plátano, la fresa y hasta el chocolate o el cacahuete, entre un centenar de otros vegetales comestibles. Esto será en breve el paso de la cocina molecular, tan mentada a la nueva cocina genética, en la cual los sibaritas podrán presenciar a chefs y científicos, experimentar con nuevos productos, como cafés en cuya elaboración y tueste ya se incluye la genética del cardamomo o la nuez moscada para darle más sabor. Y lo mismo con manzanas, que al ser expuestas al calor del horno, liberan aroma a canela. También es posible producir salmón con las proteínas generadas por el contacto con la barbacoa (la conocida caramelización) ya incorporadas. Todo esto (y más ejemplos que pueden surgir de la combinación del conocimiento científico y la tecnología) puede ser el menú de los restaurantes del futuro, en cualquier lugar del mundo.

Pero hay más. Y mejor. Si tenemos en cuenta que ya es posible secuenciar el ADN por menos de mil euros y en menos de un día, algo que 10 años atrás demoraba meses y costaba al menos 50 veces más, las perspectivas indican que en una década el proceso puede ser cuestión de minutos y a un coste más reducido, menos de 100 euros. Algo que le hubiera encantado a la Reina Victoria, quien cuenta la leyenda, ofreció una recompensa millonaria en el siglo XIX para quien le trajera de Asia una deliciosa y exótica fruta llamada mangostán. Nadie lo consiguió.

Si se une la información genética de cualquier fruto raro que veamos en nuestras vacaciones y luego se utiliza esa información para imprimir el alimento en 3D (para llegar a esto estamos un poco más lejos aún), tendríamos cualquier fruta en casa. En cualquier momento y estación.

Envidia de reyes y reinas. ¡Ah! Y respecto al vocablo que defina la añoranza por los alimentos, desde aquí proponemos penas del paladar.