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Ha fracasado Mas, no Rajoy

La Razón
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Si ha habido un perdedor neto en las elecciones autonómicas de Cataluña éste ha sido el presidente de la Generalitat, Artur Mas, cuya continuidad en la política catalana está en estos momentos en el alero, y no el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Planteada la convocatoria como un plebiscito a su desafío separatista –en una jugada ventajista que ponía a su favor las disfunciones de un sistema electoral que prima el voto rural, tradicionalmente nacionalista, sobre el urbano–, los resultados no pueden ser más contundentes: las opciones independentistas que representan Juntos Por el Sí y la CUP han obtenido menos respaldo en voto popular que sus adversarios y la suma de CDC y ERC pierde nueve escaños con respecto a los diputados que ambos partidos –y Unió– obtuvieron por separado en las elecciones de 2012. Tanto es así, que el cabeza de lista de la CUP, Antonio Baños, ha descartado secundar una hipotética declaración de independencia porque, en sus propias palabras, «el plebiscito se ha perdido». El fracaso de Artur Mas es tan incontrovertible que no dejan de sorprender las consideraciones que ha hecho públicas el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, en las que cuestiona la actuación de su sucesor, Mariano Rajoy, frente al desafío separatista. Ciertamente, la cita del pasado domingo no ha traído unos buenos resultados para el Partido Popular, parte de cuyo electorado, al igual que el del PSC, ha optado por el voto útil que representaba Ciudadanos, pero no se trata de un hecho extraordinario que pueda imputarse en exclusiva al líder de los populares. Aznar sabe que las elecciones autonómicas en Cataluña siempre han supuesto una dificultad añadida para su partido –sometido a un vergonzoso «cordón sanitario» desde las propias instituciones de la Generalitat– que, sin embargo, mejora sus índices de voto en las convocatorias de carácter nacional. Este irregular comportamiento de su electorado se vio claramente reflejado en las generales de 2000, en las que José María Aznar obtuvo su mayoría absoluta. En aquella convocatoria, el Partido Popular consiguió en Cataluña el 22,7 por ciento de los votos– con 12 diputados–, cuando en la convocatoria autonómica inmediatamente anterior –la de 1999– no había superado el 10 por ciento de los sufragios, con 12 parlamentarios en la Cámara catalana. No es cuestión de prohibir al ex presidente Aznar –ni a nadie– expresar sus críticas, pero sí es exigible a una figura de tanto peso en el PP como la suya un exquisito cuidado en los términos. No es justo incluir la actuación del presidente de Gobierno entre las supuestas «extravagancias» de los constitucionalistas, y tampoco parece conveniente dar pábulo a la propaganda del PSOE de que ha salido reforzado en Cataluña, cuando no ha dejado de caer en los últimos 16 años. Exactamente, el PSC ha perdido 36 escaños: de los 52 obtenidos en 1999, a los 16 del pasado domingo. La verdad es que Mariano Rajoy se ha mantenido firme en la defensa del Estado de Derecho, del principio de la soberanía nacional contenido en nuestra Constitución y de las leyes. Que siempre ha estado abierto al diálogo con los partidos nacionalistas catalanes y con la Generalitat, salvo en aquellas demandas que suponían atentar contra la unidad de la nación y la igualdad de todos los españoles. Que ha tomado las medidas políticas que ha considerado oportunas para reforzar los instrumentos legales del Estado frente a la amenaza separatista, como es el caso de la reforma del Tribunal Constitucional, y que, igualmente, se ha mantenido firme frente a quienes exigían que se tomaran medidas de excepción en Cataluña, cuando menos, de dudosa legalidad. Y los resultados del domingo, con la mayor movilización de votantes en unas autonómicas catalanas, le avalan.